martes, 29 de enero de 2013

¡Misterio número cuatro!

"De los miedos de los Dioses ellas nacen, de su tristeza se alimentan y con su propio poder los matan."

Así reza el lema de las Lacrimas,las damas de las ilusiones y vulgarmente conocidas como el miedo de los Dioses. Ellas nacen en el Limbo del mayor de los temores de un Dios. A medida que el Dios tarde más en superar el miedo más fuertes se harán ellas y su ilusionismo. Solo los templarios y paladines pueden acabar con ellas, pero viajar al Espejo de las Almas es muy peligroso y no todos están dispuestos a semejante sacrificio. Un Arcángel debe acompañarlos para que puedan volver al mundo de los vivos y aún así, no hay garantía de su regreso. Todo aquel que no esta muerto y viaja al Espejo de las Almas puede cruzar el umbral hasta el Limbo, y quien muere en él  es olvidado para siempre, su alma se destruye y jamás volverá. 
Del mismo miedo de cuatro dioses, cuatro son las Lacrimas que han nacido.
Keira,la desolación  de la Diosa de los animales, de pelo negro azabache con reflejos morados como sus ojos.
Leina, la tristeza del Dios de los teriántropos, de pelo negro y reflejos azules como sus ojos.
Meisa, la angustia de la Diosa de la naturaleza, de pelo negro y reflejos marrones como sus ojos.
Y por último, Deila, el desconsuelo de la Diosa de la vegetación, de pelo negro y reflejos verdes como sus ojos. 
Nacidas del mismo temor pero de distintos Dioses, ambas deberán acabar con los Yahuns, los árboles que representan el poder de los Dioses en el Limbo. Si esto ocurriera las Lacrimas podrían viajar al Espejo de las Almas, donde deberían luchar contra los templarios y paladines, estando más cerca del Séptimo cielo y de la muerte de su Dios. Si la Lacrima mata al Dios al que pertenece, obtendrá sus poderes que podrá usarlos a su antojo.
Pero estás Lacrimas son distintas, su único deseo es ser humanas. Llamando la atención de los Dioses consiguen que las acojan como a sus hijas y bajo la promesa de concederles su deseo les otorgan la más dura e importante de las tareas. 
Solo Kei confía en los que les dieron la vida, mientras que sus hermanas marchan a servir a La Creadora.
Así es como Keira emprende el duro camino para llevar a cabo su tarea, será la encargada de guiar por el Limbo a lo héroes, de ayudarles a superar sus pruebas con la ayuda de los ángeles y de conseguir acabar con La Creadora.
Los héroes están en sus manos,el mundo está en sus manos.¿Confiarías en una Lacrima?

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miércoles, 23 de enero de 2013

¡Misterio número tres!

Del séptimo infierno y del séptimo cielo
los jinetes llegan para pelear por las almas 
de los caídos. 
Enemigos desde hace milenios
tendrán que unirse contra un poder 
muy peligroso.
Jinetes de la Muerte, Jinetes del Paraíso,
ellos serán los únicos capaces de acabar
con los emisarios del Apocalipsis.

La Ira, el jinete veterano, confundido a veces con la Muerte por llevar una guadaña como arma, llegaba ante las puertas del castillo donde los emisarios se escondían. Tras él La Soberbia, el jinete odiado, con su talante y chulería característicos miraba atento al único que consideraba su superior  y que pensativo observaba el castillo. Junto a él la jovencísima Templanza, herida en su última batalla se apoyaba en el que antaño fue su enemigo y ahora se había convertido en su salvador, altivo y arrogante la había salvado, le debía la vida a la mismísima Soberbia. La Ira se giró hacia sus compañeros y no hicieron falta las palabras para que ambos supieran lo que quería decirles. Asintieron como respuesta y se acercaron a paso decidido hacia donde estaba el que consideraban su líder. Los tres se colocaron uno al lado del otro, La Ira golpeó el suelo con su enorme guadaña, La Soberbia sacó su arma conocida como Vanidad, era un báculo configurable, que podía transformar en rápidos movimientos en distintas armas. Casi automáticamente partió el báculo en dos convirtiéndolo en dos pequeñas lanzas, después rápidamente le quitó la parte superior a la lanza que conformaba la parte alta del báculo y la clavó en la punta de la lanza para estirar y sacar la hoja oculta transformando así esa hoja en una nueva espada y activando dos  hojas ocultas dentro de la lanza a la que había quitado la parte superior haciendo que ahora tuviera doble punta. Tras esta última transformación en cuestión de segundos unió esta última lanza con la primera dejándolas en forma de equis y cogió una de las piedras de la lanza inferior y la colocó en la unión para que mágicamente las fijara. Por último presionó la piedra mágica y un humo negro cubrió la unión de las lanzas convirtiéndolas en un escudo mágico. Escudo y espada en mano alzó su barbilla preparado para el combate. La Templanza alzó el brazo y por arte de magia su bastón de conjuradora apareció en su mano, como su nuevo líder golpeó con él el suelo preparada para morir si aquel era su destino. 
Las puertas del castillo se abrieron el destino de los tres jinetes estaba escrito.

Tres son los supervivientes.
 Tres jinetes contra cuatro emisarios. 
Tres vidas que antaño terminaron,
tres nuevas que en su final comenzaron.
Tres destinos para cada uno,
tres rivales y para los tres uno.
Solo ellos pueden salvar el mundo, solo ellos pueden acabar con los emisarios.
La Ira, La Soberbia, La Templanza.
¿De cuál eres partidario?

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viernes, 18 de enero de 2013

¡Misterio número dos!


El primero en llegar fue el caballo rojo con su radiante jinete, un jinete fuerte, sediento de batalla, La Guerra había llegado para arrasar con todo lo que a su paso se encontraba. Alzó su espada y su hacha , una con su brazo izquierdo y otra con el derecho mientras gritaba eufórico. En sus ojos se podía ver la locura que le inducía a guerrear por horas, la sangre que derramaba y el temor que infligía en todo el mundo.

Tras el caballo rojo el blanco venía tranquilo, a paso ligero, pero tranquilo. Su jinete de blanco impoluto y una corona de hiedra comenzaba a disparar flechas envenenadas con enfermedades mortíferas. La Enfermedad había llegado y con ella, sucumbían los que habían sobrevivido al paso de la guerra. Una belleza extraña  tenía la comandante del caballo blanco, rostro ojeroso, enfermizo, pero a la vez bella, una mujer que ha sido derrotada por la enfermedad y aún sobrellevándola seguía siendo preciosa.

El caballo gris seguía al blanco a paso lento, esquelético y mal nutrido el pobre cadáver andante daba pasos con lentitud intentando llegar hasta las pobres víctimas. Sobre él la jinete maga, la delgadez extrema, La Hambruna había llegado para acabar con los pocos que no sucumbían a la enfermedad, nadie debía quedar tras su paso. Con su cetro mágico mataba de hambre, absorbía poderes y disfrutaba de ello. Su cuerpo extremadamente delgado se movía lentamente mientras asesinaba cruelmente a los pocos seres vivos, después pesaba sus almas con la balanza que su cetro tenía, seleccionándolas antes de la llegada del último.

El caballo negro llegaba triunfante con la cabeza alta y al trote. Sobre él el peor de todos los jinetes, el dotado por la creadora y el esclavista más cruel de toda Thaindor. La Esclavitud tras la muerte llevaba para hacer su trabajo. Su guadaña doble y sus cadenas eran temidas por las almas que intentaban escapar casi sin fuerzas o suplicaban la llegada de algún servidor de Nuru o del Paraíso. Su aspecto era más temido que el de cualquiera de los seguidores de Nuru, una mascara de calavera adorna su rostro y sus manos esqueléticas hacen pensar que se trate de un guerrero lich, pero nadie ha podido verlo en vida, nadie ha podido ver su rostro, nadie ha podido saber que hay tras la túnica negra que oculta gran parte de su cuerpo. Sus cadenas atan a las almas y su doble guadaña las marca para que La Creadora pueda trabajar con ellas, así es, tras el paso de este jinete se reviven a los muertos, se crean a los zombies, se crean las quimeras, se crea un ejército.

Solo otros jinetes pueden acabar con ellos, solo los que quedan lucharán, La Ira, La Soberbia y La Templanza. ¿Junto a quién quieres luchar?

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jueves, 17 de enero de 2013

¡Misterio número uno!


¿Qué harías si el mundo que conoces desapareciera?
¿Qué harías si para salvarlo tuvieras que sacrificarte?
¿Qué harías si todos tus seres queridos han desaparecido?

Solo los héroes pueden salvarnos a todos...

Y tú...

¿A qué héroe eliges?


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miércoles, 9 de enero de 2013

Éter y Sangre I: La muerte de los Dioses. Parte 2.

Y aquí os dejo el fragmento que sigue a la primera parte de esta nueva historia. Nos metemos en el punto de vista de Breden el templario, conocido en el Círculo de los Esclavos como el  Necronista, el que ve el mal. Además nos habla un poco de lo que ocurre en esa historia y de su familia. ¡Espero que os guste y gracias por leerlo!

Éter y Sangre I: La muerte de los Dioses . Parte 2.


Breden clavó su mandoble en el pecho de la última quimera, pero casi no tuvo tiempo de suspirar cuando ya otro grupo le estaba atacando. Giró sobre si mismo partiendo por la mitad a los tres monstruos que intentaban atacarle y después continuó con el siguiente grupo. Eran miles y vencerles llevaría mucho tiempo siempre que pudieran salir con vida.  

Había dejado la batalla en Kartia para aparecer en un desierto con gente a la que no conocía o a la que hacía muchos años que no veía y empezar una nueva batalla contra aquellas criaturas creadas por los Nuevos Dioses como se hacían llamar los nigromantes que habían causado  aquella gran guerra. 

Los Nuevos Dioses tenían un arma letal que llamaban “La creadora” no se sabía que era pero si se conocían los estragos que causaba, había creado a los Jinetes del Apocalipsis, cuatro bestias enormes que montaban caballos zombies sedientos de sangre de cualquier ser vivo y a los que ni siquiera los temidos Laphar podían enfrentarse. Estos jinetes representaban a la guerra, la hambruna, la enfermedad y la esclavitud tras la muerte, las cuatro cosas que los Novoes como se les conocían a los miembros de aquella terrible organización, deseaban con fervor para todos los ciudadanos de Kartia. Los temidos seres habían comenzado una lucha contra los Jinetes de la Muerte y los del Paraíso para robarles las almas de todos los que morían. Habían matado a cinco de los de la Muerte, ahora solo la Ira y la Soberbia luchaban por las almas para el Dios Nuru, y solo quedaba uno de los Jinetes del Paraíso, la Templanza, que implacable intentaba llevarse el mayor número de almas a su terreno.

Pero lo peor de todo lo que “La Creadora” hacía era convertir a todas esas almas que sus jinetes le traían en criaturas terribles, desde zombies que únicamente quieren matar a cualquier ser vivo, a quimeras, personas deformadas y monstruosas a los que se les atribuía el nombre de “creadores de almas” o incluso los llamados Novivos, almas muertas que desposeídos de sus recuerdos en muchos casos o con éstos modificados, que poseían los mismos poderes y habilidades que en vida tuvieran, se dedicaban a comandar a las tropas de zombies y quimeras. Los animales tampoco se salvaban, pues entre las huestes de los Novoes se encontraban los Drambies, unos dragones cadavéricos, auténticos depredadores que no tenían nada que envidiar a los Megadracos y a los Dragones Dorados; los caballos zombies de los jinetes y de algunos Novivos, los sauriombies, dinosaurios, crueles y despiadados, y un sinfín de criaturas más que habían convertido en sus esclavos con el único objetivo de reclutar  más almas. 


Breden no entendía nada. Había pensado que estaba muerto que todo aquello era una simple pesadilla antes de que su alma perteneciera a los Novoes, pero, ¿incluso en sus pesadillas le atacaban aquellas criaturas? ¿Y porqué Laen, Êrhar , Darea, Hanuk y todos los demás le acompañaban? Él siempre había pensado que el día de su muerte volvería a ver a su familia a su amada Vera, a la pequeña Volka, a Brön, y a la recién nacida que no llegó a conocer, Asdis. Ese era su mayor deseo volver con los suyos, pero ahí estaba, como antes de despertar en aquel lugar, luchando contra inmundas almas corruptas. 

Atravesó a dos esmirriados con su mandoble como si fueran una deliciosa brocheta de carne de venado, después con su pierna se impulsó para sacar de los cuerpos su arma y antes de que pudieran caer inmóviles en el suelo con un rápido y certero movimiento cercenó ambas cabezas. Aquellos viles engendros después de un tiempo volvían a ponerse en pie y la única forma de que esto no ocurriera era destrozando sus cuerpos, mutilándolos, decapitándolos, quemándolos o haciéndolos pedazos, así “La Creadora” tendría que crear un nuevo cuerpo para ese alma y esto a ellos les daba un poco de ventaja. 

Miró de reojo a Laen aprovechando los instantes de libertad que le brindaba el siguiente grupo de zombies. Ésta se encontraba luchando contra cuatro monstruos, al primero de ellos le esquivó un zarpazo de una forma casi artística para después clavarle el estoque en la garganta. Laen no solía usar su estoque pero cuando lo hacía deleitaba con un precioso espectáculo a todo aquel que pudiera contemplarlo. La chica era ágil, rápida y sensual con aquella arma, algo que cambiaba radicalmente cuando utilizaba la espada, pues se convertía en alguien fuerte y brutal. Por desgracia Breden no podía disfrutar del precioso espectáculo de Laen y tenía que centrarse en sus enemigos.
Al nuevo grupo que se le acercaba de bastante mayor número que los anteriores, pues pudo contar a ojo unos quince, se les había unido una quimera un hombre de más de dos metros que blandía un hacha enorme. Breden apretó con fuerza el mandoble dispuesto a cargar contra el grupo antes que la quimera, pero como un destello de luz vio pasar a Êrhar.

-¡Me encargo de los pequeños tu ves a por el grande!-

Breden sonrió, echaba de menos a aquel joven muchacho que años ha había conocido, ahora hecho todo un hombre le había demostrado que la edad y la soledad a la que se había sometido no le habían cambiado tanto como pensaba. Contento de haber recuperado a su viejo amigo o al menos de haber atisbado un segundo resquicio de lo que él había sido, pues el primero lo había demostrado tomando la iniciativa en aquella batalla y demostrando que un Ejecutor siempre es y será un ejecutor, Breden se dirigió hacia la quimera dispuesto a acabar con ella como había hecho con los anteriores.



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Éter y Sangre: La muerte de los Dioses by Lidia Rodríguez Garrocho is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.