jueves, 31 de octubre de 2013

La sangre del Demonio-Parte I

Llevaba mucho tiempo planeando el viaje, había tenido que sufrir mucho y hacer cosas que jamás pensaría que hiciera, pero por fin iba a conseguir lo que tanto deseaba. Metió un último traje en su equipaje y se sentó en la cama.

No podía parar de pensar en como se sentiría cuando le viera cara a cara, que le podría pasar por la cabeza al ver a La Dama Blanca sin su verdadero dueño.  Asco y tristeza en las mismas proporciones le recorrían el cuerpo en ese momento. Asco por tener que ver el rostro que tanto daño le había causado y tristeza por ese dolor ocasionado.
De repente el bello de su cuerpo se erizó y sus pupilas se dilataron al sentir una presencia a sus espaldas. Con reflejos felinos se dio media vuelta y se alivió al ver quien había ido a visitarla.

-¡Prima!- exclamó abalanzándose sobre Cassandra que acababa de llegar.

-¿Estás segura de que podrás hacerlo sola?-le preguntó preocupada la Reina de la Noche.

Asintió levemente mientras abrazaba a su queridísima prima y su mejor amiga a la vez. -Estoy preparada para verle y para comenzar con el plan. Seré lo que siempre ha soñado.-

Cassandra le acarició la larga melena rubia platino, que le recordaba mucho al pelo blanco de su tío. -Debes ser fuerte y no dejar que la rabia se apoderé de ti. Eres mitad humana y eso te hace vulnerable.-

La joven se apartó un poco de Cassandra y la miró fijamente a los ojos.-Es cierto, pero para mí es una ventaja para llevar a cabo este plan.-

-Mi abuelo no querría perder a la mejor de sus Daimones, así que debes andarte con cuidado.-

La joven frunció el ceño, hacía mucho tiempo desde la última vez que alguien le había recordado que era una daimon, una nefilim nacida por la debilidad de un firkex. No le gustaba que la llamaran así, nunca había querido pensar que ella y su madre debilitaron a su padre hasta conducirle a su muerte, pero verdaderamente ella había nacido gracias a que el corazón de su padre se había humanizado hasta el punto de amar a su madre por encima de su propia vida. Si, en un demonio era debilidad, pero, ¿Qué demonio se libraba de la debilidad que supone el amor? Pocos podían resistirse, ni el propio dios de la muerte había sido capaz de hacerlo, Cassandra, también era fruto de una debilidad pero su condición de semidiosa no la consideraba una daimon, ella era conocida como "La Reina de la Noche". El mote que Cassandra y su familia le había puesto a ella no le gustaba nada, le hacía recordar constantemente que debía cumplir su plan y no fracasar en el intento, este mote era "La Dama Blanca", que se lo habían puesto por ser la única que sin ser una neya umbrea poseía el poder que éstos tienen y porque su aspecto y poder recordaban mucho al famoso barco pirata.

-¿Qué dice él?-preguntó la joven intentando dejar de pensar en todas aquellas cosas que lo único que hacían era ponerla nerviosa.

-¿You? Pues verdaderamente quiere que deje esa vida, y que se busque un hombre de verdad, que sepa cuidar de ella.- respondió Cassandra.

-Los de su calaña no son lo que se dice los mejores maridos. ¿Verdad?- dijo con una sonrisa pícara.

-Eso dicen de los demonios también.-le respondió Cassandra entre risas.

Ambas se rieron y se miraron con complicidad. A parte de que para ella Cassandra era como una prima, puesto que no eran familia verdadera, ella y Caindra eran las que la habían criado mientras su madre poco a poco se recuperaba.

-You lo único que quiere, es que alejas a su hermana antes de cumplir tu plan.-interrumpió Cassandra.

-Lo intentaré, pero si se interpone tendré que hacer algo al respecto.-dijo la joven mientras se acercaba a su tocador y de uno de los cajones sacaba una pequeña daga que enganchó en su ligero.

-Intenta no hacerle nada, You no me lo perdonaría.-

-¿Es de fiar? ¿Crees de verdad que no se irá de la lengua?-

-Confía en mi prima, él no dirá nada, solo quiere apartar a su hermana de esa vida.-

-Está bien, confiaré en ti. ¿Sabes si Evril y Dávala pondrán hacerme un último favor?-

-No involucres más a Evril, sabes que él odia ser utilizado y básicamente es lo que estás haciendo.- le reprochó Cassandra.

-No le estoy utilizando, solo le oculto parte de la información. Sé que durante el reinado de los Novoes hizo buenas migas con mi enemigo y bueno, no hablemos de Nay, ella...-

-Lo sé cariño.-la interrumpió Cassandra.

-Solo necesito que me ayuden con unos manuscritos.-

-Pídeselo si quieres, pero si puedes evitarlo, hazlo.-

-Tal ve La Ira...-

La daimon dejó de hablar de repente, se escuchaban pasos. Cassandra la miró con las pupilas dilatadas y de repente desapareció. Segundos después tocaron a la puerta.

-Láska, cariño mío, ¿Estás lista?-

Allí estaba su prometido, que la llamaba para emprender el viaje que la llevaría hasta el peor de sus enemigos.