martes, 6 de agosto de 2013

Fragmento Miembros del Círculo III-Breden: Templario Vacío Parte III

Llevaba ya dos semanas recibiendo las visitas de Vera y la verdad es que era lo único que le hacía mantenerse cuerdo. Sus heridas se habían cicatrizado bastante bien gracias a los cuidados de la joven y poco a poco podía incorporarse. Le era muy difícil calcular las horas con la escasa luz que podía ver pero como un animal , su cuerpo sabía exactamente el momento del día en el que Vera llegaba a traer la comida y a curarle. Aquel día se estaba retrasando. Breden no podía dejar de sentir una angustia que le recorría el cuerpo desde punta a punta. ¿Dónde se encontraba?

De repente escuchó el ruido metálico de la puerta, había demasiado alboroto para que fuese únicamente la joven nórdica, pero aún así tuvo la esperanza de que aunque fuese acompañada llegara.

Empezó a ver a un montón de templarios que empujaban bruscamente a chicas atemorizadas que lloraban desconsoladamente.

-¡Vamos entra!- le decía uno sin piedad mientras la empujaba a una celda contigua a la de Breden. Éste se quedó atónito. ¿Eran esclavas como Vera? ¿Les habían hecho lo mismo a ellas? Los hombres metieron a la fuerza a todas las muchachas en la celda y después se marcharon. Segundos después apareció Vera.

-Til iikmar! Til iikmar!- gritaban las chicas.

Vera pasó de largo la celda de Breden, algo que le sorprendió, y se dirigió hacia la de las chicas.

-Kur ïm iikmare-dicho esto volvió sobre sus pasos. -Me abres la celda.-le dijo al guardia que permanecía impasible durante horas. El hombre se levantó de la silla y de mala gana se acercó a la puerta para abrirla. Vera entró y éste la encerró con Breden.

-¡Hola Vera!-le dijo Breden casi en un susurro.

-¡Hola!-dijo bastante seca la joven.

-¿Ocurre algo?-

Vera negó con la cabeza y le entregó el trozo de pan con queso para después preparar todo para empezar con las curas.

-Vera, puedes confiar en mi, te debo la vida.-

La joven cogió el pan y lo estrujó un poco para que cayeran unas cuantas migas. Ante la atenta mirada del templario  comenzó a colocar las migas escribiendo un mensaje. "No puedo hablar"

Breden asintió y comprendió a la muchacha aunque eso no quitaba que la intriga le recorriera todo el cuerpo. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué no podía hablar de lo que le preocupaba?

Vera permaneció callada mientras curaba las heridas de Breden, este decidió adoptar la misma postura, solo se escuchaban los agónicos llantos de las jóvenes y algún que otro grito del guardia mandándolas callar. Cuando la joven terminó su trabajo llamó al guardia y sin mediar palabra con Breden salió de la celda. Las jóvenes que estaban en la jaula continua comenzaron a gritar al ver a la chica, pero cuando esta desapareció poco a poco dejaron de hacerlo, sabiendo que habían desperdiciado la que sería su última oportunidad para escapar.

Breden dormía cuando escuchó la puerta nuevamente. No sabía cuanto tiempo había pasado desde la visita de Vera pero por el ruido en el exterior intuía que era de noche. Seis templarios entraron y se dirigieron hacia la celda de las jóvenes. Estas que habían sucumbido al cansancio rápidamente volvieron a gritar y pelear para que los hombres no las tocaran. Los siervos de Huen rápidamente las inmovilizaron y las sacaron arrastras del lugar. ¿A dónde se las llevaban? Justo cuando desaparecieron por la puerta entró el Obispo Sillax.

-Breden Zomaren, veo que te has recuperado bastante rápido.-

-Excelencia.-dijo el joven haciendo una reverencia con la cabeza puesto que estaba sentado en el suelo.

-¿Puedes ponerte en pie?-

-Aún me cuesta.-

-Templario, ven aquí.- dijo el Obispo haciendo que el carcelero se acercara rápidamente. -Trae unos grilletes, vamos a sacar a este individuo.-

Breden se quedó atónito. ¿A dónde pensaba llevarlo? ¿Lo iba a ejecutar? El hombre no se lo pensó dos veces y le preguntó al anciano por su futuro.

-¿Qué me vais a hacer?-

-Nada.-dijo el Obispo dando la orden al templario para que pusiera los grilletes al preso.

El hombre se acercó a Breden y comenzó a ponerle aquellos artilugios de inmovilización. Breden aún estaba dolorido y las malas maneras del templario no hacían más que causarle dolores que hacía tiempo Vera había hecho que cesaran.

-¡Ponte en pie!-ordenó el Obispo.

Aún teniendo la pierna rota el joven consiguió levantarse.

-¡Vamos!- dijo el Obispo cogiendo la cadena de los grilletes y obligando al herido a andar cojeando.

-¿Dónde vamos?-

-¡Cállate!-le gritó el Obispo.

Breden recordó sus primeros años en la orden, como el Obispo de su abadía le había tratado como el padre que nunca tuvo y sintió lástima. Sillax no se merecía ser llamado Obispo, no se merecía el cargo ni servir a Huen. Sabía que el Dios haría que todos estos que se hacían llamar sus siervos y estaban cometiendo atrocidades en su nombre pagaran con su sangre todo el daño que habían hecho.

Subieron unas enormes escaleras de piedra en forma de caracol. Breden miró hacia abajo para ver a cuanta profundidad lo habían tenido y pudo ver en el hueco de la escalera el símbolo de los templarios de Huen. El muchacho continuó andando a rastras y con mucha dificultad hasta llegar a ver la luz de tres de las siete lunas. El poder ver a las reinas de la noche le alivió, por fin volvía a respirar aire puro y podía sentir la naturaleza. El Obispo lo llevó hasta un edificio cercano a aquella cárcel subterránea, Breden lo reconoció enseguida, era la abadía de los Templarios de Huen en las tierras del norte, donde hacía unos meses él había sido trasladado y donde hacía unas semanas había sido torturado casi hasta la muerte.

Breden no entendía nada, no sabía porque lo llevaban allí otra vez ni siquiera porque lo habían sacado de aquella cárcel. Estaba desconcertado no solo por el dolor que aún sentía de las heridas de la tortura si no por todo lo que estaba ocurriendo. Primero, la llegada de aquellas jóvenes que seguro que al igual que Vera eran esclavas, después la extraña actitud de la joven que con misterio le había dicho que no podía hablar con él y ahora aquello. ¿Qué se traían entre manos?

Entraron en la abadía, tanto Breden como el Obispo permanecían en silencio. El joven pensó en escapar, aquel hombre era débil y viejo y tal vez con un golpe podía tirarlo al suelo, pero pensó en su pierna rota, no tendría muchas posibilidades de sobrevivir en aquella hostil tierra y segundos después pensó en Vera. ¿Qué sería de ella si el se marchaba? Aguantando sus ansias de liberarse continuó caminando hasta que el Obispo le hizo entrar en una habitación del tercer piso de la abadía.

-Vera te arreglará, esta noche tenemos una cena muy importante.-

Breden entró en la habitación y vio una bañera llena de agua caliente, ropas lujosas y a la joven esperándole con una esponja en la mano.

-Señores.-dijo la chica haciendo una reverencia cortés al ver a los dos hombres.

El Obispo cerró la puerta con llave desde fuera y se marchó.

-¿Qué está ocurriendo Vera?-

-Shhh, no hables, debes estar listo para la cena.-

Breden se acercó a la chica que estaba remojando la esponja en el agua, la agarró por los hombros firme pero con delicadeza y la miró fijamente a los ojos.

-Vera, dime la verdad. ¿Eres una esclava?-

La chica apartó la mirada avergonzada. Breden tomó aquella respuesta como afirmativa.

-¿Por qué es tan importante la cena de hoy? ¿Las chicas del calabozo son también esclavas?-

Vera soltó la esponja en el agua y asintió a la última pregunta, después respondió a la primera.

-Creo que vienen unos Obispos del sur.-

-¿Y por qué tengo que estar yo?-

-No lo sé, te querrá poner a prueba.-

-¿A prueba?-

La joven se echó a llorar desconsoladamente. A pesar de saber que aquella joven había sufrido mucho siendo tan joven nunca la había visto llorar y aquello le partió el corazón. Nunca había sentido tanta admiración por nadie más que su madre y su dios y ahora Vera y se sentía desgraciado por verla de aquella forma. Sin dudarlo un instante la abrazó.

-¿Qué ocurre preciosa?- el templario se sorprendió a si mismo con aquella palabra. "Preciosa" jamás había usado esa palabra para referirse a una mujer y mucho menos de la forma cariñosa que lo había hecho. ¿Se sentía atraído por ella como un hombre corriente ajeno al credo?
Vera le abrazó con fuerza haciendo que sintiese su corazón latir y sus lágrimas empapándole el cuerpo.

-¿Qué ocurre?-

La chica dio un pequeño gemido de dolor y entre sollozos le respondió.

-Hoy es la noche de las Lunas de Sangre.-

Breden se quedó paralizado. ¿Las Lunas de Sangre? ¿Qué era eso? ¿Un ritual pagano?

-¿Qué es?- preguntó extrañado esperando satisfacer su curiosidad.

La chica se enjugó las lágrimas.-Secuestran a chicas de las tribus cercanas para hacer el ritual de las Lunas de Sangre.- la muchacha tragó saliva y continuó.-Consiste en obligarlas a tener sexo con los presentes en la cena, deben hacerlo lo mejor que sepan porque cuando llega la media noche solo una de ellas quedará viva.-

Breden se quedó horrorizado. ¿Dónde quedaba el voto de castidad? ¿Por qué tenían que hacer esos rituales? ¿Qué se ganaba con ello? ¿Por qué le hacían sufrir tanto a aquellas pobres chicas? Breden abrazó con fuerza a la joven que continuaba llorando pero esta vez no lo hizo por ella, por intentar consolarla, si no por él, tanta maldad le horrorizaba, no le gustaba lo que sentía, no había sido educada para odiar y desear venganza y en aquellos instantes era lo que más deseaba. Quería llegar a la cena y acabar con todos los presentes antes de que pusieran una mano encima a las chicas, deseaba entregar cada una de las almas de esos malvados a Nuru y que las hiciera arder en el infierno como a todos sus demonios, anhelaba venganza por todo lo que debía haber sufrido Vera. El sufrimiento de la joven le inundó el pensamiento y una pregunta comenzó a repetirse constantemente. ¿Ella ha vivido alguno de esos macabros rituales?

-Tú...- Breden deseaba preguntarselo pero temía la respuesta, no quería saber que ella había sufrido aquello, temía que si la respuesta era afirmativa la ira lo envolviera de tal forma que su alma jamás volviera a ser pura.

La joven asintió.-He vivido tres desde que llegué.-dijo entre sollozos. El rostro de Breden se desencajó y su respiración se aceleró debido a la ira. -He visto como las mutilaban mientras las violaban porque no eran suficientemente guapas, he visto como directamente les rebanaban el cuello por negarse y he visto...-

Breden le tapó la boca, no quería escuchar más, pero como una maldad del destino su zéner se activó transportándolo a una de esas noches de Lunas de Sangre.





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