viernes, 30 de agosto de 2013

¡Misterio número cinco!

De repente todo el mundo había desaparecido y él se encontraba nuevamente en el desierto que tanto conocía.

Miró a su alrededor solo arena, grandes montañas de arena. Odiaba aquel paisaje, lo odiaba con toda su alma y allí volvía a estar, como la última vez, solo.

Cerró los ojos y recordó las palabras de la Lacrima.

"Y cuando no veas ninguna solució, cuando no quede nadie más, recuerda que solo tú puedes acabar contigo mismo"

Suspiró, para acto seguido dejarse caer en el arenoso terreno.
¿Qué quería decir la última frase?¿Tenía que suicidarse?

"Utilízala,solo tú puedes acabar contigo mismo"

Escuchó la voz de la Lacrima como si estuviese frente a él. La voz de la chica retumbaba en su cabeza.
Miro la daga del éter y volvió a pensar en aquellas palabras. ¿A caso debía suicidarse?

-¿He de acabar con mi vida?-gritó al cielo como si aún allí estuvieran los dioses, que había visto muertos casi al principio de su aventura. 

Escuchó el eco de su voz y le pareció estar acompañado. Recordó esa sensación, recordó a todos los que había conocido en esa aventura, y el dolor se incremento al rememorar la pérdida de todos ellos.

-¿Es este el destino que los dioses me deparan?- gritó desesperado llevándose la daga al cuello y volviendo a escuchar el tremendo eco de aquel desértico paraje.

Pero de repente le vio, allí llegaba la Esclavitud a lomos de su temido caballo. Agudizó su vista y vio que el jinete no lucía como las leyendas contaban. Estaba encorvado y se movía únicamente al ritmo de los pasos de animal que lo transportaba. ¿Estaba muerto?



miércoles, 21 de agosto de 2013

Fragmento de El Dragón Dorado I: La caza del dragón. Parte II

Yogun abrió los ojos y sintió un fuerte dolor en la sien que se trasladó al costado izquierdo justo donde el velociraptor le había apuñalado con la garra. Tenía la boca seca, intento pronunciar unas palabras, llamar a su madre o su hermana pero le costaba mucho hablar.

De repente escuchó las campanillas de la puerta de su casa y a dos personas hablando, una de ellas era su hermana, la otra, no supo reconocer quien era.

Intentó incorporarse pero justo cuando apoyaba su brazo izquierdo en la cama apareció su hermana junto a Liánhua.

-¿Qué haces?¡Acuéstate!-

Yimin rápidamente volvió a acostar a su hermano, ante la asustada mirada de la joven que Yogun tanto amaba.

-Tengo sed.-dijo con dificultad el joven.

Rápidamente Liánhua abrió una caja de madera que llevaba y sacó una botella de cristal con un líquido verdoso. Yogun ni se había percatado que la joven llevaba aquella caja donde solía llevarle la comida a su padre.

-Es té de nenúfar.-dijo Liánhua.-Te ayudará a paliar el dolor y a cortar la hemorragia.-

La joven se acercó al herido y con la ayuda de Yimin lo incorporaron un poco para que pudiera beber. Yogun sintió el fresco té en su boca y sintió un placer indescriptible al saciar su sed.

-Voy a seguir despellejando a las criaturas. Liánhua se quedará contigo un rato.-dijo Yimin.

You asintió. Le parecía extraño que una miembro de otro clan viniera a cuidarle, pero le encantaba que estuviese allí, se sentía dichoso por tener a la chica de sus sueños junto a él.

-Fuiste muy valiente. Todos te lo agradecerán.-dijo la joven sacando paquetitos de comida de la caja de madera.-Espero que tengas hambre he traído mucha comida.-

La verdad es que el joven no tenía ni pizca de hambre, pero en seguida pensó que disfrutaría de cada bocado como si fuese el último. Ninguna mujer traía comida a un hombre de otro clan a no ser que estuviesen prometidos. Liánhua se estaba ganando una regañina terrible, si su padre se enterara seguramente la azotaría y castigaría severamente.

-Tu padre...-atinó a pronunciar el joven.

-Tranquilo, él me ha mandado venir aquí, dice que lo mereces y eres el candidato número uno para desposarme.-

Yogun no pudo evitar sorprenderse. ¿De verdad su padre le quería a él como esposo para su hija?

-¿Te sorprende?- dijo la joven sacando kuaizi, o palillos para comer, y un cuenco con arroz hervido y salsa de hierbas selváticas.

Yogun asintió. -¿No le importa que sea un maldito?-

Liánhua sonrió y comenzó a darle de comer en la boca. Estaba claro que él iba a ser su esposo,¿Qué padre mancharía el honor de su hija dejando que diera a un hombre que no será su marido?

-Espero que te guste, no tuve mucho tiempo para prepararlo.-

El joven asintió con la boca llena. El arroz estaba delicioso, Liánhua era una excelente cocinera, algo que le aliviaba.

Tardó una hora en comerse todo lo que la joven le había traído. Cuando terminó de darle de comer la joven recogió los cuencos y volvió a meterlos en la caja de madera.

-Voy a cambiarte el vendaje.-dijo la joven segundos antes de salir por la puerta.

El joven intuyó que la chica había ido a buscar un nuevo vendaje pero lo que ocurrió le llamó mucho más la atención. La joven traía un barreño enorme, que utilizaban de bañera para lavarse. ¿Pensaba bañarlo? Yogun se quedó atónito, todo lo que estaba ocurriendo en aquel día le indicaba que iba a casarse con él. A pesar de todo el dolor que la herida le causaba no podía estar más contento ante aquella noticia.

La joven comenzó a hacer viajes trayendo agua para llenar el barreño.

-¿Vas a...?-

-No.-dijo riendo la joven.-Eso lo hará tu hermana. Mi padre aún no está decidido del todo.-

Las esperanzas de poder casarse con ellas disminuyeron. ¿A qué jugaba aquel hombre? Pensó en su padre, si él estuviera allí seguramente no consentiría que la joven entrara e casa sin haber pactado antes la boda.
Yogun suspiró mientras observaba a la joven llenar el barreño.

-Tengo que llevar la comida a mi padre, vuelvo en cinco minutos para cambiarte las vendas.-dijo la joven terminando de llenar de agua el recipiente, para después salir de la habitación. Segundos después llegó Yimin.

-¡A bañarse You!-gritó bastante contenta la joven.

-¿Por qué estás tan contenta? ¿Te alegra que dependa de ti?-

Yimin se echó a reír mientras le quitaba el vendaje a su hermano. -En absoluto.-dijo sonriendo la joven.- ¡Los del clan me han ofrecido ir a cazar con ellos!-

Yogun se sorprendió gratamente. Las mujeres no solían ir a cazar y ella siempre iba como su escudera, que la invitaran a cazar con ellos significaba que la apreciaban como cazadora, que habían podido comprobar que como ellos, la joven tenía mucha habilidad para acabar con aquellas criaturas.

-¡Eso es genial Yim!-

-Lo sé.-respondió la chica terminando de desnudar a su hermano para meterlo en el barreño. -Pienso demostrar que soy tan buena como tú.-

Yogun arqueó una ceja, cuestionando aquella afirmación de su hermana.

-¿De verdad crees que eres mejor que yo You?-

Yogun se echó a reír indicándole a la chica que estaba bromeando, acto seguido ella también se echó a reír.

-¿Qué tal con tu futura esposa?-preguntó la chica cambiando radicalmennte de tema.

Yogun agachó la cabeza ruborizado. Sabía que no tenía que sentirse así delante de su hermana pero era inevitable después de saber que el padre de la joven lo quería como pretendiente.

-¿Te lo ha dicho?-preguntó el joven.

-No, pero si viene a cuidarte es porque será así. Está manchando su honor, el de su familia y el de su clan. Dudo que se la juegue sin permiso de su padre.-

-Lo tiene.-aclaró el joven.-Es más, me dijo que él se lo había ordenado.-

-Ves, ¡Lo sabía!-dijo la joven.-Era imposible, con lo boba que es que fuese tan valiente como para jugársela a su clan de esa forma.-

Yogun miró fijamente a su hermana, recriminándola con la mirada por haber dicho aquello sobre la joven.

-Has de reconocer que se la ve muy pura y no parece tener una faceta rebelde.-

Yogun asintió.-Si, en eso tienes razón.-

-¿Estás contento ahora que sabes que eres el elegido?-

-Aún no es seguro, soy de los favoritos, pero no el elegido.-

-Pamplinas, seguro que te escoge a ti.-

La joven terminó de bañar a su hermano y le ayudó a salir del barreño.

-¿Has visto como tienes la herida? Mamá te la cosió.-

Yogun miró el corte ya cosido, era bastante grande y le dolía muchísimo. -Podría haber sido peor ¿no?-dijo al ver que tenía bastante buen aspecto.

-Sí, tuviste suerte de tener a una cazadora tan buena como yo cubriéndote las espaldas.-dijo la joven fingiendo superioridad ante su débil hermano.

-Si, ¿Qué haría sin ti?.-dijo riendo el joven.

La chica le ayudo a vestirse poniéndole los pantalones para cuando Liánhua viniera. -Tengo que irme con los chicos a cazar, ahora vendrá Liánhua a ponerte un nuevo vendaje.-

-¡Suerte Yim!-

-Los buenos cazadores no necesitamos suerte.-respondió la joven, segundos antes de salir de la habitación.

Yogun sonrió, aquella frase él siempre la decía. Se sentía muy orgulloso de su hermana y sabría que en ese día demostraría lo buena cazadora que era.

La joven cogió uno de sus manguales,el Xabsian de su hermano  y utensilios de caza antes de despedirse de su madre y salir por la puerta de su casa.

-¿Estás lista?- le preguntó Fu Min el jefe del clan y a su vez jefe de los Lièrén de Yon-chi.

-¡Lista!-respondió la chica.

En aquella pequeña cacería irían cinco Yon-chi y otros cinco del clan Fua-Peng. Las cacerías se dividían entre los clanes. Cada semana dos clanes distintos se encargaban de cazar, para así poder conseguir sustento para todos los que vivían en el Jiao y material para intercambiar con los clanes de Xian.

-¿Qué tal estás muchacho? Pensé que no vendrías tras el incidente de ayer.-dijo el jefe del clan Fua-Peng.

Yimin se quedó perpleja al igual que sus compañeros de clan. ¿Pensaba que era su hermano? La joven no había tenido tiempo de limpiar el traje de escudera que solía llevar siempre, que había pertenecido a su padre, y por supuesto tampoco había hecho los cambios que su hermano le había aconsejado para hacer que su vestimenta fuese más femenina. La suciedad el traje, que hacía que se pareciera más al que solía llevar su hermano, y que le había robado a éste su armadura de gallimimus, podían hacer que la confundieran con Yogun, algo de lo que no se percató hasta el momento.

La joven intentó replicar al jefe del clan vecino, pero su propio cabecilla se adelantó.

-Yogun es un chico fuerte, puede con absolutamente todo.- dijo tocando el hombro de Yimin.-¿Verdad You?-

Yimin asintió a pesar de haberse quedado atónita. ¿Estaba fingiendo que era su hermano?

-¿Y tu escudera? ¿Hoy no te acompaña?-preguntó el líder de los Fua-Peng.

-Tiene que cuidar a mi madre y hacer algunas cosas más.-dijo la joven intentando imitar la voz de su hermano.

-Es una pena, teníamos ganas de verla en acción.-Dicho esto ambos clanes se pusieron en marcha dispuestos a adentrarse en la espesa selva.

-Es mejor que crean que eres tu hermano, los Fua-Peng son muy estrictos en cuanto a las mujeres.-le susurró su líder.

Yimin asintió asumiendo lo que su jefe le había dicho y recordó como a principio de semana su hermano le dijo que no hacía falta que viniera con él a la cacería. ¿Era por culpa de los Fua-Peng? Cada cierto tiempo solía hacerlo, le daba excusas para que no fuera con él de caza, pero ella solo pensaba que quería demostrarse a si mismo y a los demás cazadores que podía ir sin escudero. Nunca pensó que fuese por prejuicios de otros clanes. La chica se entristeció un poco. Quería demostrar lo que valía y si no la dejaban ser ella misma y tenía que fingir ser su hermano, ¿Cómo podía hacerlo?. Desenfundó el Xabsian de su hermano, que pesaba mucho más de lo que ella recordaba y siguió a su líder dispuesta a dar lo mejor de sí misma.

Habían estado cazando durante dos horas, Yimin había conseguido derribar a dos deinonychus y había ayudado a uno de sus compañeros a cazar un par de gallimimus más para la granja. Solían criar algunos saurios de pequeño tamaño o herbívoros para así asegurarse comida en tiempos donde no se pueda cazar o no haya suficientes presas. Además éstos servían muchas veces de cebo para trampas.

La joven se alejó del grupo siguiendo el rastro de un velociraptor. Sabía que no estaba bien separarse del grupo, era una locura, podías encontrarse con Tyranosaurios, dragones o incluso algo peor, megadracos, dragones de mayor tamaño y con un apetito voraz, capaces de comerse al mayor de los dinosaurios de un solo bocado.Igualmente, no le importaba, quería demostrar que era buena igual que su hermano, aunque fuese demostrárselo a si misma. La chica continuó siguiendo el rastro del saurio tal y como su hermano le había enseñado, observó las pisadas con sigilo, las ramas partidas en la frondosa selva y de repente se topó con algo que la asombró por completo.

Una pareja de velociraptors yacían en  el suelo muertos y  semidevorados por otras criaturas. Al lado un nido con los cascarones rotos, no porque las crías hubiesen conseguido salir de éstos si no porque habían sido devorados. Yimin aún pudo ver alguna que otra parte de las crías dentro de aquellos huevos.  Yimin se disponía a marcharse cuando de repente entre la maleza vio un huevo más, que al parecer se había caído del nido. En ese vistazo rápido le pareció que éste estaba aún cerrado pero pensó que era imposible. ¿Qué criatura no se hubiese dado cuenta de que estaba allí? Comenzó a andar sobre sus pasos intentando encontrar al grupo lo antes posible, si el jefe de su clan se percataba de que no estaba, cosa que seguro que ya había hecho, se enfadaría muchísimo e incluso podría azotarla, pero algo dentro de ella le dijo que debía girarse, que debía comprobar que aquel huevo estaba verdaderamente roto y que la criatura de dentro completamente devorada. Yimin dio media vuelta y cogió el huevo, para su sorpresa estaba entero.

-¡Vaya!- gritó la joven. Aquel hallazgo le pareció sorprendente. ¿Podrían domesticar a un velociraptor al igual que hicieron con otros saurios? Rápidamente corrió en busca del grupo, tardó solo unos cinco minutos en encontrarlos, estaban buscándola como locos y casi ya la daban por perdida.


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El Dragón Dorado I: La caza del dragón. by Lidia Rodríguez Garrocho is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

martes, 13 de agosto de 2013

Kartia: Puerto Arrecife.

Bueno hoy vengo a presentaros una unión que me tiene bastante ilusionada. Hace tiempo comenté a unos amigos que también son buenísimos escritores, que me encantaría que hicieran una historia basada en mi mundo, sería un honor poder tener una de sus historias en mi mundo, puesto que tienen una imaginación envidiable y un estilo literario, muy diferente al mío y a la par entre ellos, pero también exquisito. Esa idea, quedó únicamente en lo que era, una idea, un futuro lejano que podría o no ocurrir.

Pero todo cambió cuando hace unas semanas volví a recordárselo a uno de ellos, que al parecer y al contrario de lo que yo pensaba, no estuvo presente en el momento que comenté hace tiempo la idea. A él le fascinó la idea tanto como a mí y en seguida supo como iba a encaminar por Kartia a un personaje que tenia ya creado y que podía servir para una historia en mi fantástico mundo.

Así nació Kartia:Puerto Arrecife, poco a poco mi amigo comenzó a preguntarme sobre algunos lugares, personajes, etc. con la intención de recabar la suficiente información para poder escribir la historia. Y del fruto de su esfuerzo, trabajo, dedicación y sobretodo gran imaginación y dotes como escritor, tenemos el primer capítulo de esta historia. Aquí os la dejo junto a su información , donde podéis encontrarlo, etc..

-Blog: Las dos caras de la realidad.(podéis encontrarlo siempre que queráis en el apartado de Blog Amigos)



HISTORIA:

KARTIA: PUERTO ARRECIFE.

Un viaje inesperado

La humedad calaba mis huesos, tan solo podía escuchar el batir de las olas en mis oído, además de la deslumbrante luz solar de lugar donde estaba, la cual me hizo parpadear varias
veces con mi ojo bueno para poder ver claramente. Me saludo un cielo ...ver más.



lunes, 12 de agosto de 2013

Fragmento de El Dragón Dorado I: La caza del dragón. Parte I

Todos en Dreaco se encontraban el la recogida del arroz. Dentro de la muralla de Xian el único reino de las Islas de los Dragones, la gente festejaba la Xusian. La Recogida, era una de las fiestas más populares del reino, que consistía en trabajar por la mañana recolectando en los campos de arroz y por la noche festejar y dar gracias a Suyine el Gallo, mascota de Kartia que sembró las primeras semillas en las lslas.

Fuera de la muralla, el festejo era menor, no solo porque sus campos de cultivo no eran tan fértiles como los de la ciudad amurallada si no también por los peligros que conllevaba vivir fuera de Xian. Además dependiendo de como fuera la cosecha podría llevarse a cabo una Quingxi, o purga, que consistía en acabar con los miembros más débiles de los ocho clanes que habitaban el Jiaõ, el espacio de territorio que está fuera de las murallas de Xian. Esto podía implicar que se sacrificaran enfermos, mutilados, ancianos e incluso algunos individuos extremadamente débiles o que eran incapaces de cazar o defenderse.

Yimin preparaba canturreando un exquisito plato de arroz y carne de Deinonychus un pequeño dinosaurio que había cazado su hermano el día anterior. Su hermano mellizo Yogun era cazador, uno de los mejores de su clan ,Yon-chi, ella era su escudera aunque como él, sabía cazar casi cualquier tipo de dinosaurio. Las mujeres no se entrenaban para ser Chinpei, puesto que en la Jingxuan, Elección, nunca se ponían  sus nombres. Éstas debían saber lo básico de la lucha para defenderse de un reptil o dragón pero no tenían por que llegar a ser auténticas cazadoras. Yimin deseaba serlo, se había convertido en la escudera de su hermano, algo que solían hacer los niños que tenían menos de catorce años, para poder llegar a convertirse en la primera Chinpei. Su hermano, la animaba y le brindaba todos los conocimientos que su Laoshi le había brindado en su época de escudero a él. Yogun y Yimin habían cumplido los catorce años ese mismo año lo que significaba que a finales de éste , el nombre del joven podría salir elegido en la Jingxuan para representar como Chinpei a su clan y luchar por que éste puediera entrar en Xian.

Yogun estaba entusiasmado, había hecho rituales de oración para que los Dioses le permitieran ser él el representante de los Yon-chi. Por desgracia todos sus guerreros habían muerto, eran ancianos o sufrían graves mutilaciones debido a los ataques repentinos o la caza. La natalidad entre los Yon-chi no era muy alta, pocas mujeres de otros clanes querían casarse con los Lièrén malditos, título que se les otorgó al ser ellos los culpables de que el reino de Xian perdiera las Islas de la Salvación a manos del  Shõgun Sasken de Nihona.  Yogun era la esperanza que tenían los Yon-chi de poder entrar en la ciudad y recuperar su honor.

-¡Qué bien huele hermanita!- dijo Yogun entrando en su humilde casa.

-Es Cho-Tang, tu plato preferido.-dijo ésta meneando la sopa y volviendo a canturrear.

-Madre, ¿Cómo se encuentra hoy?-preguntó el joven dejando su enorme Xabsian en el suelo y acercándose a la mujer.  Huazisè, como se llamaba la madre de los mellizos era una Boe, una tullida, que sufriría las consecuencias de la purga si ésta se realizaba. La mujer había perdido una pierna en el ataque de un Allosaurio Minimal, el más pequeño de su especie que medía unos siete metros aproximadamente. La mujer no solo quedó tullida de por vida si no que en ese mismo instante también se quedó viuda,sola y con dos criaturas recién nacidas. Huazisè tuvo suerte de que su clan se ocupara de ella y de sus pequeños hasta que éstos pudieron hacerse cargo de ella.

-Me duele el muñón You, se avecina tormenta.-

Su madre se había convertido en la meteoróloga del clan desde que su pierna había sido amputada. Siempre que lo poco que quedaba de su miembro le dolía solía haber grandes tormentas que echaban a perder muchos campos de cultivo y atraían a las fieras.

-No te preocupes madre, estaremos atentos.-Yogun cogió un trozo de pan de arroz recién hecho, cargó su enorme Xabsian sobre su espalda y salió de la casa.

-¡No tardes, la comida está casi hecha!-gritó su hermana al verle salir.

Yogun escuchó a su hermana, pero no respondió, debía seguir vigilando Jiaõ como todos los aspirantes a Chinpei de los otros clanes. El joven se dirigió a su poste de vigilancia, era un poste gigantesco en cuya cima se encontraba una pequeña plataforma donde el Jingtì,vigilante, se colocaba teniendo así una visión más completa de las bastas llanuras y la selva de Dreaco. El poste debía subirse escalando por unas escaleras improvisadas con clavos, para bajar con mayor rapidez se había ingeniado un ascensor de cuerdas con un peso que debía ser bajado nada más se usaba para evitar que en un ataque el vigía se quedara atrapado en las alturas o tuviera que bajar por las escaleras poniendo su vida en peligro. Aquel método era una forma de bajar del poste e cuestión de segundos.

 Yogun se crujió la espalda y observó a Liánhua, la chica más guapa de todo el Jiaõ. El joven soñaba con poder ganar la Shouliè, la Cacería, para poder conseguir entrar en Xian y que ella quisiera casarse con él. Amaba a esa muchacha, era bella, dulce, educada y digna esposa para cualquier Lièrén o Chinpei. La joven sonrió en un tímido saludo y después comenzó a subir las escaleras del poste de vigilancia de los Kan Depao, su clan. Yogun alzó la vista y vio a Ten-chen, el orgulloso padre de la joven y uno de los mejores Lièrén  que su clan tenía. El hombre era el único de su generación que quedaba vivo, porque jamás había sido elegido como Chinpei,algo que el hombre anhelaba.

Los Lièrén era como se conocía a los cazadores, todos se entrenaban con fervor para ser elegidos Chinpei y poder honrar a su clan consiguiendo un sitio en el Xian, aunque no todo era tan bonito como podía parecer. Yogun conocía las consecuencias de no ganar la cacería y era algo que en algunas ocasiones le atormentaba.Todos los que no conseguían ganar trayendo la cola de dragón más grande, debían ser sacrificados como carnaza para los dinosaurios, reptiles y dragones que amenazaran la ciudad.

Yogun observó lo que ellos conocían como la barrera de condenados. Éstos se encadenaban rodeando el Jiaõ hasta la muralla de Xian, así cuando algunas criaturas se acercaban al reino se entretenían comiéndose a los pobres desgraciados. En aquellos momentos solo quedaban tres condenados, una mujer joven hija de un Chinpei del clan de Fua-Peng que había muerto en su cacería y dos de los últimos Chinpeis del clan de Yogun y del Clan Shuõge, otro de los clanes más desgraciados de las afueras de la muralla. El joven observó a Fehui, el condenado de su clan, aquel hombre había sido como un padre para él y le partía el corazón que estuviera allí. Yimin, se encargaba junto a su familia de que no muriera de hambre, pues pocas criaturas eran carroñeras en aquel lugar y un cadáver podría traer muchas enfermedades.

Cuando Yogun se dio cuenta la joven ya había subido los diez metros que medía el poste de vigilancia. You, sonrió. Aquella chica le fascinaba. Volvió a crujirse la espalda y comenzó a subir el poste de su clan.

-Jung Hen, me encargo yo a partir de ahora, ves a comer.-dijo Yogun que ya había llegado a la cima.

-¿Has comido ya joven?-

Yogun negó con la cabeza.-Dile a mi hermana que me traiga la comida aquí.- Sabía que su hermana odiaba que hiciera eso, pero él sentía la necesidad de demostrar que era el mejor del clan. Si por mala suerte su nombre no salía elegido entre los nuevos Chinpeis, probablemente el que representara a su clan sería un hombre anciano. Él tenía que cuidar de que todos los posibles Chinpeis estuvieran descansados y de una sola pieza y por eso procuraba hacer todo el trabajo peligroso o duro.

-Está bien, gracias joven.-dijo el aciano cazador que recogió sus cosas y bajó por el rápido mecanismo de cuerdas para después volver a bajar el peso que permitiría a Yogun descender con rapidez de allí.

El joven observó a Liánhua que se encontraba a unos metros a su izquierda en el poste de su clan. Le había traído la comida a su padre y meticulosa iba sacando uno a uno los paquetitos con el almuerzo. Yogun soltó sus armas, el Xabsian, el Guan Dao, la espada Jian y el Kanabo, para después quitarse la armadura de piel de Gallimimus.

Cada clan tenía una vestimenta distinta, un símbolo que los representaba y unos colores. El de Yogun era una vestimenta sencilla de medias blancas, pantalón y camisa de color negro y una armadura rojiza hecha con la piel teñida de algún reptil, en su caso el de un Gallimimus. Su símbolo era la representación escrita del coraje. Su clan era el único que poseía los tres grandes colores del Rey, el color del cuarzo, del rubí y del onix. Esto se debía a que antiguamente había sido uno de los clanes más importantes de Xian encargándose de la vigilancia y protección del Wang, rey o emperador. Solo les diferenciaba un color del clan del Wang de Xian, el dorado. Cuando un guerrero se convertía en Chinpei se le fabricaba una armadura propia con los colores de su clan que representaban su personalidad. Yogun deseaba que el Jiange, el artesano, de su clan le hiciera su armadura.

Yogun se percató de que la joven le observaba de reojo mientras le servía el té a su padre que había comenzado a comer. En un acto de alardear el joven deshizo el lazo de su trenza y ésta para que su pelo quedara suelto ondeando al viento. El pelo para los cazadores era un símbolo muy importante, cuanto más largo y bonito tenía el pelo un cazador mayor era la suerte que los Dioses le otorgaban. Los padres antes de elegir marido para sus hijas se fijaban en sus melenas, cuanto más fuerte, brillante,lisa, oscura y larga fuese, mayor prosperidad podría proporcionar a su mujer. Para las mujeres era un símbolo de sexualidad y belleza. Liánhua se percató del cortejo de Yogun y enrojeció haciendo que su padre también se diera cuenta. El hombre observó a disgusto al muchacho que rápidamente volvió a recogerse el pelo en una simple cola de caballo.

-¡Eres un idiota!- escuchó desde debajo de su poste. El joven se asomó y vio a su hermana gritando. Suspiró y le gritó que subiera a traerle la comida. Yimin comenzó a subir cargada con la comida de su hermano. Yogun sonrió a Liánhua que le miraba fijamente sonrojada y sin dejar de sonreír. Yogun era uno de los Lièrén más jóvenes que quedaban a las afueras de Xian y cumplía a la perfección el canon de belleza de las mujeres xianitas. La joven se despidió alzando la mano y bajó por el ascensor. Yogun se quedó observándola hasta que se metió en su casa.

-Deja de mirarla, jamás querrá estar con un maldito.-dijo Yimin dejando la comida en el suelo de la plataforma y subiendo el último peldaño.

Yogun resopló ante la afirmación de su hermana y se sentó en el suelo para abrir las cajitas de comida que le había traído.

-Mamá quería que comiéramos los tres juntos.-dijo la joven observando la cúpula rosada que protegía a Xian de los ataques de los saurios.

-Lo sé, pero he de impresionarle para que me deje casarme con ella.-dijo guiñando un ojo y señalando con la cabeza al padre de Liánhua.

Yimin no podía evitar sentirse celosa cuando su hermano hablaba de casarse. Él no tendría ningún problema en conseguir una mujer con la que compartir su vida a pesar de la maldición que supuestamente recaía sobre su clan. Era guapo, apuesto, valiente y uno de los mejores cazadores a pesar de su juventud. En cambio ella....Todos creían que era un chico, incluso la confundían a veces con su hermano, la llamaban escudero y en ocasiones la obligaban a ir a los baños de hombres alegando que era un niño. ¿Qué hombre querría casarse con una mujer que físicamente es igual a otro hombre?
 Muchos de los clanes pensaban que era el hermano pequeño de Yogun y que por eso éste le entrenaba haciéndole su escudero. Los mellizos se parecían mucho a pesar de la diferencia de estatura, concretamente Yogun medía veinte centímetros más que su hermana, lo que hacía que los demás pensaran que era más joven que él. De cara eran muy parecidos y debido a que los dos llevaban el pelo igual de largo y siempre recogido de la misma forma, hacía que fuese prácticamente imposible distinguir a Yimin como una mujer. Su falta de atributos femeninos, como el pecho, también ayudaba a ello. Las mujeres xianitas no se caracterizaban por tener un busto grande pero Yimin incluso tenía menos que algunas niñas más jóvenes que ella. A ella nunca le había importado parecerse a su hermano e incluso que pensaran que era un chico, hasta que su hermano había empezado a pensar en casarse. Ella procuraba buscar un candidato para casarse con ella pero ninguno la miraba como una posible prometida, todos la veían como el escudero.

-¿Qué ocurre?-dijo el chico metiéndose un trozo de pan de arroz en la boca.

-No quiero que te cases. ¿Qué haré yo sola?-

-Estarás con mamá y seguirás viviendo conmigo hasta que encuentres un hombre.-

-¿Cómo voy a encontrar un hombre si todos creen que soy un niño?-

Yogun sonrió aunque sabía que aquello era algo que preocupaba a su hermana.-No eres un chico, eres una joven xianita preciosa, solo necesitas dejar de vestirte con la ropa de guerrero de papá.-

-Soy tu escudera. ¿Cómo debería vestir?-

-Eres muy femenina, sabrás como decorar el traje para que te reconozcan como mujer.-

Yimin asintió y se percató de que su hermano tenía la trenza deshecha. Se sentó tras él y comenzó a hacérsela mientras él comía.

-¿Le has mostrado tu melena?-

-Así es.-dijo el joven con la boca llena.

-Se habrá vuelto loca, no hay ningún hombre en toda la isla que tenga el pelo más bonito que el tuyo.-dijo la joven mientras terminaba de hacerle la trenza a su hermano.

De repente se escucharon ruidos en la selva que rodeaba el reino. Yogun se quedó paralizado llevándose un trozo de carne a la boca. Yimin observó la selva y después miró fijamente a su hermano. El joven se levantó y cogió unos anteojos que había en la plataforma. Yimin observó al padre de Liánhua que hacía lo mismo que su hermano, cuando de repente Yogun cogió el mangtong, una flauta de medio metro que daba el sonido de alerta de la llegada de criaturas, y comenzó a tocarlo con fuerza. A él se sumaron los siete vigías más que estaban cada uno en sus postes hasta que comenzaron a escuchar el gong de Xian, informando que habían comprendido el mensaje.

Cada aviso tenía un tono distinto. Si venían por tierra o aire, si eran dinosaurios, reptiles grandes,dragones o megadracos, para cada cosa había un sonido diferente. Yogun dejó de tocar el instrumento, cogió sus armas y rápidamente agarró a su hermana y bajó por el ascensor.

-Ves a por tus armas.-

-¿Qué son?-preguntó la joven.

Yogun cogió la barbilla de su hermana y le giró la cara para que pudiera ver a las criaturas. Una manada de unos veinte velociraptores se acercaban a toda prisa hacia ellos. Yimin salió corriendo hacia su casa en busca de sus armas.  Los velociraptores eran criaturas de pequeña estatura comparados con otros saurios que habitaban Dreaco, los especímenes adultos llegaban a medir un metro ochenta, unos cuarenta centímetros más de lo que lo que Yimin medía,  pero aquellas criaturas eran famosas por su inteligencia y ferocidad. Sus enormes garras les hacían un espécimen letal en manada y bastante peligroso.

Yogun que se había quitado la armadura dejándola en el poste de vigilancia comenzó a correr hacia ellos, sin importarle nada más que defender a su clan. Cuatro de los primeros depredadores comenzaron a matar a la mujer encadenada entreteniéndose con ella. Los dos encadenados que quedaban comenzaron a gritar. Yogun no llegó a distinguir si era de miedo o si intentaban cumplir con su cometido. Unas cuantas criaturas más se entretuvieron con los dos condenados, asesinándolos y devorándolos.

Yogun se paró y cogió su Guan Dao esperando la llegada del primer dinosaurio. El Guan Dao era una especie de lanza con una hoja de sable grande y ancha e la punta y con un peso de metal en el otro extremo para contrarrestar. Aquella arma era muy buena para criaturas ágiles y rápidas.

Yimin llegó en seguida.

-¿Por qué no se acercan?-dijo la joven viendo a los velociraptores acechar a los cazadores sin acercarse a ellos.

-No lo sé.-

Yimin había cogido su tres armas favoritas, el mangual corto con pinchos,el mangual largo de disco y el último el mangual de cadena. La joven llevaba las tres armas colgadas a su cintura, cogió el mangual de cadena, que consistía en una cadena de dos metros que tenía a ambos extremos dos bolas con pinchos, y comenzó a darle vueltas en el aire haciendo que al cortar el aire se oyera un melódico sonido que a ella le apasionaba.

Todos los Lièrén permanecían a la expectativa esperando el ataque de aquellos aletargados dinosaurios. Yogun en seguida recordó todo lo que su madre le había contado sobre aquellas criaturas, eran después de los dragones los saurios más inteligentes. El joven se percató de que las criaturas proferían gritos y se estaban comunicando y entonces lo entendió todo.

-¡Están tramando algo!-gritó Yogun.

Yimin se quedó atónita. ¿De qué estaba hablando?

-Vamos a por esos dos Yim, son los cabezillas.-

Rápidamente Yogun comenzó a correr seguido por su hermana haciendo que los dinosaurios se pusieran nerviosos. Segundos después todos los Lièrén hicieron lo mismo que los jóvenes.

Las dos criaturas observaban a los joven que corrían hacia ellos dieron un fuerte grito y comenzaron a correr en dirección a los chicos.

Yogun empuñaba su Guan Dao cuando el dinosaurio se acercó. La criatura al ver el arma intentó esquivarla con rapidez girando hacia la derecha pero se topó con la bola de púas del mangual de Yimin. El otro velociraptor paró en seco al ver el fuerte golpe que se había llevado su compañero.

-¡Es una hembra!-gritó Yimin observando el color rojizo del cuello de la criatura que había golpeado.  Las hembras poseían plumas más duras y de mejor calidad que los machos por lo que su caza era más valiosa. Que se encontraran ante una hacía que la joven se entusiasmara.

Yogun aprovechó el golpe de su hermana para apuñalar con su lanza a la pobre velociraptor causándole una herida mortal.  La criatura comenzó a gritar de dolor haciendo que su compañero se enfureciera. De repente vieron como de la espesura de la selva salían más velociraptores furiosos y ansiosos por llevarse algo a la boca.

-¡Es el jefe Yimin!-gritó Yogun.

Durante los miles de años que aquella isla había sido habitada por los xianitas habían podido constatar que todas las manadas de reptiles, dinosaurios,dragones o megadracos obedecían a un líder. Si se acababa con él, la mayoría se retiraban en busca de un nuevo líder. Para que aquellas criaturas se marcharan de su territorio debían acabar con aquel pequeño jefe saurio.

Yimin intentó golpear con la cadena a la criatura pero ésta la esquivó de un salto, de repente los dos jóvenes estaban rodeados por unos saurios rabiosos que intentaban defender a su jefe.

-Ocúpate de ellos Yim. Yo me encargaré de él.- dijo el joven sin quitarle ojo a aquel saurio.

Yimin comenzó a girar la cadena con ambas manos,alzando sus brazos para evitar darse a si misma y a su hermano, y después asestar a la vez dos golpes certeros a dos de las criaturas, matando a una en el acto y dejando a la otra ciega de un ojo. La joven repitió varias veces la misma operación con todas las criaturas que llegaban. Su prioridad era que no atacaran a su hermano que estaba concentrado en acabar con su líder.

Yogun miraba fijamente al saurio jefe. Ambos sabían que de aquel enfrentamiento uno debía acabar muerto. El joven cazador había aprendido el lenguaje corporal de los saurios y sabía que al comenzar a dar vueltas a su alrededor le estaba indicando un duelo territorial. ¡Este es mi territorio y no te dejaré pasar! pensó para si mismo el joven. La criatura daba pequeños saltos hacia el frente intentando alcanzar al joven con su afilada garra. Aquellas criaturas utilizaban esa mortal arma no solo para desgarrar la carne de sus victimas para poder comer si no también para alcanzar puntos vitales y conseguir una muerte rápida. Yogun tenía la ventaja de su lanza que era lo suficientemente larga para que el animal a penas pudiera acercarse a él.

A pesar de ser más los saurios estaban en desventaja, aunque eso no impidió a uno de ellos burlar los efectivos golpes de Yimin y saltar rápidamente a atacar a Yogun. El joven sintió la afilada garra perforando la piel de su costado izquierdo,justo debajo de la axila, algo que hizo que se retorciera de dolor cayendo de rodillas al suelo. Yimin escuchó a su hermano gritar y corrió a quitarle al atacante de encima.
La joven consiguió alcanzar al saurio que había herido a su hermano, un gran chorro de sangre salió de la herida del joven justo cuando la garra dejó de taponar la herida. La chica consiguió quitarle a tres saurios más que intentaban rematar la faena que el primero había empezado, lo que hizo que no pudiera deshacerse del jefe que rápidamente al ver que el joven había soltado la lanza dio un salto hacia él dispuesto a clavar su garra en su cuello.

Yogun rápidamente desenvainó su espada Jian y aprovechó el saltó de la criatura para clavársela en el vientre desparramando al sacarla del cuerpo todas las tripas del saurio. Yimin estaba ocupada evitando que más velociraptores se unieran a aquella pelea entre su hermano y el líder por lo que no se dio cuenta de lo que éste había hecho. Solo cuando empezó a ver como muchos de los saurios salían despavoridos se percató de lo que había ocurrido.

Las criaturas comenzaron a adentrarse en la selva nuevamente dejando los cadáveres de algunos de sus congéneres y de sus líderes como trofeos para los triunfantes xianitas.

-¿You estás bien?- dijo la joven dirigiéndose a su hermano tan pronto la última criatura con la que peleaba había huido.

El joven se puso en pie y observó la cantidad de sangre que había en el suelo. Su hermana le levantó la fina camisa que había sido perforada por la letal garra del saurio y vio la enorme herida que le había causado. La herida sangraba profusamente. La joven miró el suelo ensangrentado y pudo observar el chorro de sangre que había salido de la herida de su hermano al dejar de ser taponada por la garra del saurio.

-¡Tiene que verte el médico!-gritó la chica.

Yogun permanecía callado mientras volvía a enfundar su espada y su lanza.

-¡You!-gritó su hermana.

El joven escuchó a lo lejos aquel grito y de repente empezó a nublársele la vista, sintió náuseas y cayó en redondo al suelo ante los atónitos ojos de su hermana.

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El Dragón Dorado I: La caza del dragón. by Lidia Rodríguez Garrocho is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

martes, 6 de agosto de 2013

Fragmento Miembros del Círculo III-Breden: Templario Vacío Parte III

Llevaba ya dos semanas recibiendo las visitas de Vera y la verdad es que era lo único que le hacía mantenerse cuerdo. Sus heridas se habían cicatrizado bastante bien gracias a los cuidados de la joven y poco a poco podía incorporarse. Le era muy difícil calcular las horas con la escasa luz que podía ver pero como un animal , su cuerpo sabía exactamente el momento del día en el que Vera llegaba a traer la comida y a curarle. Aquel día se estaba retrasando. Breden no podía dejar de sentir una angustia que le recorría el cuerpo desde punta a punta. ¿Dónde se encontraba?

De repente escuchó el ruido metálico de la puerta, había demasiado alboroto para que fuese únicamente la joven nórdica, pero aún así tuvo la esperanza de que aunque fuese acompañada llegara.

Empezó a ver a un montón de templarios que empujaban bruscamente a chicas atemorizadas que lloraban desconsoladamente.

-¡Vamos entra!- le decía uno sin piedad mientras la empujaba a una celda contigua a la de Breden. Éste se quedó atónito. ¿Eran esclavas como Vera? ¿Les habían hecho lo mismo a ellas? Los hombres metieron a la fuerza a todas las muchachas en la celda y después se marcharon. Segundos después apareció Vera.

-Til iikmar! Til iikmar!- gritaban las chicas.

Vera pasó de largo la celda de Breden, algo que le sorprendió, y se dirigió hacia la de las chicas.

-Kur ïm iikmare-dicho esto volvió sobre sus pasos. -Me abres la celda.-le dijo al guardia que permanecía impasible durante horas. El hombre se levantó de la silla y de mala gana se acercó a la puerta para abrirla. Vera entró y éste la encerró con Breden.

-¡Hola Vera!-le dijo Breden casi en un susurro.

-¡Hola!-dijo bastante seca la joven.

-¿Ocurre algo?-

Vera negó con la cabeza y le entregó el trozo de pan con queso para después preparar todo para empezar con las curas.

-Vera, puedes confiar en mi, te debo la vida.-

La joven cogió el pan y lo estrujó un poco para que cayeran unas cuantas migas. Ante la atenta mirada del templario  comenzó a colocar las migas escribiendo un mensaje. "No puedo hablar"

Breden asintió y comprendió a la muchacha aunque eso no quitaba que la intriga le recorriera todo el cuerpo. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué no podía hablar de lo que le preocupaba?

Vera permaneció callada mientras curaba las heridas de Breden, este decidió adoptar la misma postura, solo se escuchaban los agónicos llantos de las jóvenes y algún que otro grito del guardia mandándolas callar. Cuando la joven terminó su trabajo llamó al guardia y sin mediar palabra con Breden salió de la celda. Las jóvenes que estaban en la jaula continua comenzaron a gritar al ver a la chica, pero cuando esta desapareció poco a poco dejaron de hacerlo, sabiendo que habían desperdiciado la que sería su última oportunidad para escapar.

Breden dormía cuando escuchó la puerta nuevamente. No sabía cuanto tiempo había pasado desde la visita de Vera pero por el ruido en el exterior intuía que era de noche. Seis templarios entraron y se dirigieron hacia la celda de las jóvenes. Estas que habían sucumbido al cansancio rápidamente volvieron a gritar y pelear para que los hombres no las tocaran. Los siervos de Huen rápidamente las inmovilizaron y las sacaron arrastras del lugar. ¿A dónde se las llevaban? Justo cuando desaparecieron por la puerta entró el Obispo Sillax.

-Breden Zomaren, veo que te has recuperado bastante rápido.-

-Excelencia.-dijo el joven haciendo una reverencia con la cabeza puesto que estaba sentado en el suelo.

-¿Puedes ponerte en pie?-

-Aún me cuesta.-

-Templario, ven aquí.- dijo el Obispo haciendo que el carcelero se acercara rápidamente. -Trae unos grilletes, vamos a sacar a este individuo.-

Breden se quedó atónito. ¿A dónde pensaba llevarlo? ¿Lo iba a ejecutar? El hombre no se lo pensó dos veces y le preguntó al anciano por su futuro.

-¿Qué me vais a hacer?-

-Nada.-dijo el Obispo dando la orden al templario para que pusiera los grilletes al preso.

El hombre se acercó a Breden y comenzó a ponerle aquellos artilugios de inmovilización. Breden aún estaba dolorido y las malas maneras del templario no hacían más que causarle dolores que hacía tiempo Vera había hecho que cesaran.

-¡Ponte en pie!-ordenó el Obispo.

Aún teniendo la pierna rota el joven consiguió levantarse.

-¡Vamos!- dijo el Obispo cogiendo la cadena de los grilletes y obligando al herido a andar cojeando.

-¿Dónde vamos?-

-¡Cállate!-le gritó el Obispo.

Breden recordó sus primeros años en la orden, como el Obispo de su abadía le había tratado como el padre que nunca tuvo y sintió lástima. Sillax no se merecía ser llamado Obispo, no se merecía el cargo ni servir a Huen. Sabía que el Dios haría que todos estos que se hacían llamar sus siervos y estaban cometiendo atrocidades en su nombre pagaran con su sangre todo el daño que habían hecho.

Subieron unas enormes escaleras de piedra en forma de caracol. Breden miró hacia abajo para ver a cuanta profundidad lo habían tenido y pudo ver en el hueco de la escalera el símbolo de los templarios de Huen. El muchacho continuó andando a rastras y con mucha dificultad hasta llegar a ver la luz de tres de las siete lunas. El poder ver a las reinas de la noche le alivió, por fin volvía a respirar aire puro y podía sentir la naturaleza. El Obispo lo llevó hasta un edificio cercano a aquella cárcel subterránea, Breden lo reconoció enseguida, era la abadía de los Templarios de Huen en las tierras del norte, donde hacía unos meses él había sido trasladado y donde hacía unas semanas había sido torturado casi hasta la muerte.

Breden no entendía nada, no sabía porque lo llevaban allí otra vez ni siquiera porque lo habían sacado de aquella cárcel. Estaba desconcertado no solo por el dolor que aún sentía de las heridas de la tortura si no por todo lo que estaba ocurriendo. Primero, la llegada de aquellas jóvenes que seguro que al igual que Vera eran esclavas, después la extraña actitud de la joven que con misterio le había dicho que no podía hablar con él y ahora aquello. ¿Qué se traían entre manos?

Entraron en la abadía, tanto Breden como el Obispo permanecían en silencio. El joven pensó en escapar, aquel hombre era débil y viejo y tal vez con un golpe podía tirarlo al suelo, pero pensó en su pierna rota, no tendría muchas posibilidades de sobrevivir en aquella hostil tierra y segundos después pensó en Vera. ¿Qué sería de ella si el se marchaba? Aguantando sus ansias de liberarse continuó caminando hasta que el Obispo le hizo entrar en una habitación del tercer piso de la abadía.

-Vera te arreglará, esta noche tenemos una cena muy importante.-

Breden entró en la habitación y vio una bañera llena de agua caliente, ropas lujosas y a la joven esperándole con una esponja en la mano.

-Señores.-dijo la chica haciendo una reverencia cortés al ver a los dos hombres.

El Obispo cerró la puerta con llave desde fuera y se marchó.

-¿Qué está ocurriendo Vera?-

-Shhh, no hables, debes estar listo para la cena.-

Breden se acercó a la chica que estaba remojando la esponja en el agua, la agarró por los hombros firme pero con delicadeza y la miró fijamente a los ojos.

-Vera, dime la verdad. ¿Eres una esclava?-

La chica apartó la mirada avergonzada. Breden tomó aquella respuesta como afirmativa.

-¿Por qué es tan importante la cena de hoy? ¿Las chicas del calabozo son también esclavas?-

Vera soltó la esponja en el agua y asintió a la última pregunta, después respondió a la primera.

-Creo que vienen unos Obispos del sur.-

-¿Y por qué tengo que estar yo?-

-No lo sé, te querrá poner a prueba.-

-¿A prueba?-

La joven se echó a llorar desconsoladamente. A pesar de saber que aquella joven había sufrido mucho siendo tan joven nunca la había visto llorar y aquello le partió el corazón. Nunca había sentido tanta admiración por nadie más que su madre y su dios y ahora Vera y se sentía desgraciado por verla de aquella forma. Sin dudarlo un instante la abrazó.

-¿Qué ocurre preciosa?- el templario se sorprendió a si mismo con aquella palabra. "Preciosa" jamás había usado esa palabra para referirse a una mujer y mucho menos de la forma cariñosa que lo había hecho. ¿Se sentía atraído por ella como un hombre corriente ajeno al credo?
Vera le abrazó con fuerza haciendo que sintiese su corazón latir y sus lágrimas empapándole el cuerpo.

-¿Qué ocurre?-

La chica dio un pequeño gemido de dolor y entre sollozos le respondió.

-Hoy es la noche de las Lunas de Sangre.-

Breden se quedó paralizado. ¿Las Lunas de Sangre? ¿Qué era eso? ¿Un ritual pagano?

-¿Qué es?- preguntó extrañado esperando satisfacer su curiosidad.

La chica se enjugó las lágrimas.-Secuestran a chicas de las tribus cercanas para hacer el ritual de las Lunas de Sangre.- la muchacha tragó saliva y continuó.-Consiste en obligarlas a tener sexo con los presentes en la cena, deben hacerlo lo mejor que sepan porque cuando llega la media noche solo una de ellas quedará viva.-

Breden se quedó horrorizado. ¿Dónde quedaba el voto de castidad? ¿Por qué tenían que hacer esos rituales? ¿Qué se ganaba con ello? ¿Por qué le hacían sufrir tanto a aquellas pobres chicas? Breden abrazó con fuerza a la joven que continuaba llorando pero esta vez no lo hizo por ella, por intentar consolarla, si no por él, tanta maldad le horrorizaba, no le gustaba lo que sentía, no había sido educada para odiar y desear venganza y en aquellos instantes era lo que más deseaba. Quería llegar a la cena y acabar con todos los presentes antes de que pusieran una mano encima a las chicas, deseaba entregar cada una de las almas de esos malvados a Nuru y que las hiciera arder en el infierno como a todos sus demonios, anhelaba venganza por todo lo que debía haber sufrido Vera. El sufrimiento de la joven le inundó el pensamiento y una pregunta comenzó a repetirse constantemente. ¿Ella ha vivido alguno de esos macabros rituales?

-Tú...- Breden deseaba preguntarselo pero temía la respuesta, no quería saber que ella había sufrido aquello, temía que si la respuesta era afirmativa la ira lo envolviera de tal forma que su alma jamás volviera a ser pura.

La joven asintió.-He vivido tres desde que llegué.-dijo entre sollozos. El rostro de Breden se desencajó y su respiración se aceleró debido a la ira. -He visto como las mutilaban mientras las violaban porque no eran suficientemente guapas, he visto como directamente les rebanaban el cuello por negarse y he visto...-

Breden le tapó la boca, no quería escuchar más, pero como una maldad del destino su zéner se activó transportándolo a una de esas noches de Lunas de Sangre.





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lunes, 5 de agosto de 2013

Más historias que contar.

Últimamente estoy intentando poner algunos fragmentos de mis libros y la verdad es que lo hago para que vayáis entrando en situación, conozcáis a los personajes y un poco más del mundo. Esta noche me he inspirado de sobremanera pensando algunas cosillas más y bueno una historia nueva. Por ahora tengo pensada que sea únicamente una novela (aunque dependiendo de cuanto se alargue la cosa puede que sean más) y se situará justo antes de la historia de Breden y su llegada al Norte y durante la esclavitud de las Tierras del Norte.

En esta nueva historia presentaré a Ivar, un hersir, guerrero vikingo, que se afana para prosperar en la guerra y conseguir la mano de la mujer de su vida Asdir. Tras grandes viajes, conquistas por fin el padre de ésta se decide a entregarla en mano al mejor postor, cabe decir que Asdir es la más bella de todas las mujeres de Gotfrud, la tribu a la que pertenecen que es una de las siete tribus del reino de Hejkin comandado por Hakon II. Pero no todo sale como Ivar desea lo que hace que su vida de un giro de ciento ochenta grados.

No quiero desvelar mucho más sobre el argumento pero voy a poneros aquí un pequeño resumen de como se organizan las tribus del norte, a los que se les conocerá como Vikingos.

Las tribus del Norte están situadas en las islas Skerikan, que son seis , Dair, Doir, Dir, Deir y Duir y la gran y basta tierra helada del Atsilan. Las Islas Skerikan no pertenecen del todo al Atsilan aunque en Kartia se las conoce como El camino hacia el hielo, puesto que los primeros conquistadores fueron lo que se encontraron antes de llegar al Atsilan.  A pesar de no pertenecer al Atsilan todas las tribus que habitan en dicho continente más las de las islas son consideradas Tribus Vikingas y acuden a la misma asamblea, puesto que  las islas pertenecen a reinos del Atsilan. (no sé si me explico bien pero bueno, cuando pueda hacer el mapa lo pondré.)

El Atsilan más las Islas Skerikan están dominadas por  tres grandes reinos:

El Reino de Hejkin, que abarca la parte sur del Atsilan y las islas, y donde se encuentran las tribus Gotfrud, Drikfrud, Setfrud,Visfrud, Cukfrud,Hekfrud y Venfrud, siendo la primera la más grande y de más influencia.

Las tribus de Hejkin son las más parecidas a lo que conocemos como vikingos(los escandinavos) sobretodo en comportamiento y en la forma de vivir. Cada tribu está dominada por un Jarl, que suelen ser grandes guerreros que han sido elegidos por el Thing(La Asamblea). El Jarl se encarga de vigilar y controlar las tribus para que hagan lo que el rey ordena. Además del Jarl cada tribu tiene tres Holds, que son nobles de inferior rango que el Jarl que le ayudan en su trabajo y está divida en Hersirs, guerreros, bondis, ciudadanos libres, estos suelen ser los campesinos y artesanos, los Félags, comerciantes encargados de viajar a otras tierras y traer mercancía, ya sea de otros reinos Vikingos o de fuera de éstos, y por último los Thralls, que son únicos y exclusivos de este reino. Los Thralls son esclavos, estos se hacían por deudas o tremendo deshonor en la batalla, condenando a todos sus herederos a serlo. Los Thralls se encargaban de los peores y más duros trabajos.

El Reino Nejkin es el que abarca el centro del Atsilan. A pesar de estar estructurado de igual forma que el anterior reino, sus tribus son más primarias y menos civilizadas. Existen cuatro tribu que se reparten entre todo el reino. Estas tribus son Aksmian, Ejjmian, Sikkdmian y Frodjmian. A pesar de que las mujeres son iguales a los hombres en todas las tribus, en este reino en la tribu Frodjmian éstas son tratadas como trhalls aunque no se las reconoce como tales. Las mujeres en dicha tribu a diferencia del resto, no pueden luchar, hacen los trabajos más duros y dependen exclusivamente de los hombres. Hay que decir que después de las tribus del norte son las mujeres más guapas de toda Kartia aunque su belleza esté diezmada por el sufrimiento. Muchas son vendidas a las tribus del norte para poder procrear dándoles así una vida digna, que muchas anhelan.

El último reino es Dejkin situado al norte del Atsilan. Únicamente tiene tres tribus que viven en condiciones extremas y son las más excepcionales de todas. Las tres tribus son Skjald, Miskjal y Rikkjal. La última de todas ellas es la tribu a la que pertenece siempre el rey, es la que más contacto tiene con las demás y la más civilizada de todas. Lo más característico de esta tribu y que se repite en la Miskjal es que sus hombres por lo general sol estériles. Solo uno cada cierto tiempo nace con la capacidad de procrear por lo que se proclama automáticamente Rey o Jarl si el rey aún sigue vivo. Estos tienen la obligación de engendrar mínimo una vez al año con todas las mujeres de la tribu en edad fértil algo a lo que los demás hombres están acostumbrados. Por si fuera poco además de el problema de fertilidad la natalidad de varones es muy escasa naciendo uno de cada diez bebés. Pero esto no es lo único que les caracteriza, sus mujeres están bendecidas por la Diosa de la belleza haciéndolas las más guapas de toda Kartia, es tan grande su belleza que miles de extranjeros curiosos por las leyendas sobre ellas han viajado hasta el continente del hielo en busca de una de estas mujeres. Además los hombres de estas tribus son los mejores guerreros de todo el norter, se les conoce como Berserkers y son guerreros que marchan drogados y semidesnudos a la guerra haciendo que su furia sea implacable. Entre estos guerreros están los Birkers, un grupo de guerreros vírgenes que son la élite de los Berserkers, desde pequeños se les elige para formar parte de los Birkers y se les entrena de una forma casi inhumana para poder convertirlos en máquinas de matar.

La tribu Skjald es totalmente diferente. Se trata de una tribu de mujeres pertenecientes a las otras dos tribus que se destierran a si mismas por no querer acatar las leyes del rey. A pesar de que no reciben órdenes del rey si que trabajan a veces como mercenarias para éste ganándose así el derecho a vivir en sus tierras. A sus guerreras se las conoce como Skjaldmö, y son temidas en todo Atsilan.

Esta es una explicación bastante resumida de lo que nos podremos encontrar en el norte de Kartia, las tribus Vikingas y de lo que más o menos irá la nueva historia, que he pensado llamar La tierra del Hielo. (es un nombre provisional) Espero que os haya gustado e interese porque la verdad es que estoy muy entusiasmada con esta nueva historia y con haber podido explicar un poco sobre las tribus del norte, algo que la verdad me gusta bastante. ¡Gracias si has llegado al final de este texto! Prometo compensarlo^^



jueves, 1 de agosto de 2013

Fragmento Miembros del Círculo III-Breden: Templario Vacío Parte II

[AVISO QUE ESTE FRAGMENTO PUEDE SER VIOLENTO O HERIR LA SENSIBILIDAD DEL LECTOR. BAJO TU RESPONSABILIDAD QUEDA LEERLO O NO]

Llevaba unos tres días allí encerrado en aquella húmeda celda subterránea. Vera había venido a traerle de comer una vez al día y aprovechaba para curarle las heridas. Breden sentía como su pierna rota se estaba curando mal, pero daba gracias a que la joven venía a calmarle un poco aquellos terribles dolores aunque fuese con su simple presencia.

No sabía que hora era pero cuando escuchó la puerta de metal por donde Vera venía sintió un alivio y una alegría que le era difícil de entender. Escuchó como la joven hablaba con el guardia y como éste se acercaba para abrirle la puerta.

-¡Hola Breden!-le dijo la chica con su acento nórdico y su voz dulce.

El día anterior el templario había reunido el valor suficiente para preguntarle acerca de su vida, le preguntó como se llamaba a lo que ella respondió Vera, algo que él sabía desde el primer día que la vio, también de donde era, ella le dijo que Sorstag, una región de Atsilan situada al sur. No le habló de su familia ni de su lugar de origen a pesar de que él le preguntó pero si se interesó por él. Él le dijo que era Templario de Huen, que se llamaba Breden y que estaba solo en esta vida. Aquella frase esperaba llamar la atención de la joven, hacer que se sintiera identificada pero el pánico que sentía era más fuerte que las ganas de ser libre. Tan fuerte era que Breden se había llegado a plantear la opción de que tal vez ella pudiese estar allí por su propia voluntad.

-¡Hola Vera!- le respondió el siervo del tiempo.

-¿Se encuentra mejor hoy?-

Breden había tenido un fuerte dolor de estómago durante estos dos últimos días, algo que le había comentado, ella el día anterior le había traido una infusión y la verdad es que había hecho efecto.

-Sí, estoy mejor.-

La joven traía  un barreño lleno de agua y justo encima de él una bandeja con comida, nada del otro mundo, un trozo de pan y dos lonchas de queso con un vaso único de agua. Comenzó a lavarle la espalda mientras él comía y se sorprendió de lo rápido que estaban cicatrizando sus heridas. Breden podía ver con ambos ojos ahora, la hinchazón había desaparecido y era algo que agradecía. Vera, se había fijado en su zéner y le había preguntado acerca de él, le explicó que su forma en espiral le daba el poder de controlar el dolor, algo que era totalmente falso. Ella le creyó y viendo a las torturas a las que había sido sometido le pareció bastante útil.

Breden saboreaba el queso como si fuese el último que quedaba en Kartia, o incluso en Thaindor, Vera mientras tanto le limpiaba las enormes heridas de la espalda. De repente el zéner volvió a activarse al sentir nuevamente el tacto de la piel de la joven con la del templario. Jamás le había ocurrido el poder ver dos recuerdos de alguien en tan poco tiempo. Breden podía ver los recuerdos más dolorosos de la gente a veces veía más de uno a la vez pero no solía ver dos de la misma persona en días tan seguidos, solían pasar años y miles de vivencias y a pesar de que había aprendido a indagar en los recuerdos de la gente, tenía que concentrarse mucho para poder hacerlo algo que en esos momentos no podía hacer.

Se encontraba encadenado de pies y manos en una lujosa habitación. Sentía dolor en las muñecas y en los tobillos pero no el pánico que había sentido en el anterior recuerdo. Se sentía satisfecho y contento por haber dejado escapar a tres jóvenes procedentes del norte. De repente apareció el Obispo. Breden no solo lo reconoció por los recuerdos y pensamientos de Vera si no también por sus ropajes, blanco, carmesí y morado eran los colores propios de un Obispo de Huen. 

-¡Te has portado mal Vera!-dijo en un tono bastante burlón, algo que le pareció repugnante al templario.-Deberás pagar por esta insolencia.- se acercó a la joven y la agarró del pelo. Sentía como la fuerza y entereza de la muchacha hacían que sostuviera la lágrimas que a punto estaban de aflorar de sus preciosos ojos color zafiro. El anciano se levantó la sotana y casi en cuestión de segundos Breden notó una asquerosa asfixia que le hacía tener arcadas y revolvía su estómago. El templario deseó no haber sentido todo lo que aquella primera sensación conllevaba y prácticamente se limitó como un autómata a sentir aquella repugnante sensación. La angustia que sentía la joven sumada a la inmunda sensación de revivir aquel recuerdo estaban haciendo que Breden sintiera que el poco queso que había saboreado con tanto afán quisiera abandonar su cuerpo para pasar a ser parte de la suciedad que adornaba aquella celda. Sintió como la lujuria del Obispo llegaba a su fin con la culminación de aquel placer carnal que se había otorgado el siervo de Huen a costa de la humillación de la joven. Aquella sensación fue el súmmum de lo repulsivo, sentía su boca seca y pegajosa y como la joven sentía arcadas casi cada segundo. 

-Así aprenderás a no hacer lo que no debes.-inquirió aquel bastardo violador.

¡Hijo de Puta! pensó Breden. ¿Cómo un Obispo hacía estas cosas? ¿Qué estaba ocurriendo en el credo? Sintiendo como a Vera le subía todo el contenido de su estómago como una gigante ola y de repente vomitó. Sentía el ácido sabor del vómito en su boca y las lágrimas que le caían por las mejillas.

-¿Qué coño haces guarra? ¡Limpia eso!-le reprendió el viejo restregándole la cara en el vomitado. Breden sentía más rabia que asco. Deseaba cortar en pedacitos aquel malnacido con su mandoble y dárselo de comer a las ratas. ¿Cómo podía hacer algo así a una mujer? Una mujer, Vera no era ni eso, ¡era una niña!
Sintió la impotencia, rabia y angustia de la joven y sus pensamiento homicidas hacia aquel desalmado que no distaban mucho de los que Breden había tenido segundos antes. 


El recuerdo terminó haciendo que Breden se sintiera aliviado. Había visto sin fin de calamidades que sus conocidos y allegados habían sufrido pero jamás había sentido tanto dolor como con aquella chica. Miró el trozo de pan y se obligó a comer a pesar de que lo que había vivido le había quitado el hambre por completo.

-¡Listo! Está cicatrizando todo muy rápido.-dijo Vera ajena a lo que el templario estaba viviendo en su fuero interno.

-¿Qué edad tienes Vera?-

La chica le observaba la pierna ahora, y sopesaba si debía cambiarle o no el vendaje que le había puesto. -¿Por qué lo pregunta?-

-Curiosidad.-

-Tengo diecisiete años. ¿Y usted?-

-Tengo unos pocos más que tú.-

Vera sonrió.-¿Y cuántos son  pocos?-

-Diez más.-

Vera volvió a sonreír y decidió cambiarle el vendaje de la pierna.

-Cómase el pan, necesita recuperar fuerzas.-

Breden la miró atentamente, como podía ser tan inocente y pura a pesar de todas las barbaridades que había sufrido.  Estaba perdiendo la fe en su dios o por lo menos en la institución que lo veneraba, pero aquella muchacha le hacía sentir que había algo que se alzaba por encima de la religión, por encima de cualquier creencia, de las barbaries cometidas como actos de fe o incluso como simples instrumentos de vejación, en esos momento no sabía de que se trataba, no sabía que aquello que el pensaba que era simple admiración era el comienzo de un amor hacia una mujer que jamás volvería a sentir.

Breden le puso la mano en el hombro, jamás había tocado a una mujer y si se le hubiese pasado por la cabeza hacerlo sin pedir permiso como había hecho en aquel instante. Vera le miró asustada. ¿Temía que él también abusara de ella?

-Tranquila, solo quería darte las gracias por todo lo que estás haciendo conmigo.-

El rostro de la joven se suavizó, estaba aliviada aunque seguía incomodándole que el hombre le tocara sus hombros desnudos. -No te mereces sufrir jamás, no consientas que nadie te haga sufrir.-  Breden le acarició la mejilla sintiendo un tremendo placer al hacerlo, aunque sin poder evitar sentirse sucio al desear aquellas caricias y el roce con su piel. No quería que ella pensara que él era igual que todo los que allí estaban, que era un templario más de los que violan y matan jovencitas nórdicas, pero el tacto de su piel era la mayor droga que había experimentado hasta la fecha incluso mejor que los mejunjes que tomaban los oráculos para tener sus revelaciones.

Vera se sintió incómoda y rápidamente recogió sus cosas y llamó al guardia. Breden no insistió, la dejó marchar, no quería forzarla a confiar en él, poco a poco conseguiría ganarse su confianza y así salvarla de aquel infierno.



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Fragmento de Miembros del Círculo III-Breden: Templario Vacío.

Breden estaba destrozado, la paliza que le habían proporcionado y las torturas a las que había sido sometido le hacían que incluso respirar se convirtiera en un suplicio. Sentía los latidos de su corazón en prácticamente todas las partes de su cuerpo, haciendo que además del dolor esa sensación desagradable se uniera.

Le habían torturado durante más de cuarenta horas, le faltaban siete uñas de los dedos de las manos, tenía la espalda totalmente desgarrada y más de cuatro huesos rotos. Ni siquiera sabía como había podido recobrar la consciencia y mucho menos seguir con vida.

Abrió ligeramente los ojos, aunque solo alcanzaba ver con uno de ellos,aterrorizado porque haber podido perder el otro se echó dolorido la mano a la cara. Simplemente estaba hinchado, tanto que era imposible que pudiese abrir el parpado, aunque eso le aliviaba un poco , le daba esperanzas para pensar que tal vez su ojo siguiera intacto y solo fuese el hinchazón el que impedía que no pudiese ver por él. Observó con dificultad la estancia, estaba bajo tierra, de eso estaba claro, en una celda oscura, húmeda y fría. Por las paredes de piedra corrían pequeños hilos de agua. Breden se moría de sed intentó arrastrarse para llegar hasta ellos sin importarle si era agua potable o no. De repente escuchó un ruido metálico e intentó ponerse en guardia. ¿Iban a continuar con la tortura? Intentó ponerse de pie pero tenía una pierna rota y el tobillo de la otra destrozado, además de los dos hombros desencajados algo que le suponía un dolor terrible y una significante dificultad para moverse.

Vio aparecer a una preciosa muchacha de cabellos largos y de color miel que llevaba recogidos en una gran trenza de espiga. La chica era de tez muy pálida y iba vestida con un vestido sencillo de color ocre con un escote bastante generoso. El vestido estaba algo sucio por lo que Breden dedujo que la joven no era noble. Llevaba un barreño pequeño y toallas y vendas. ¿Qué venía a hacer allí?

-Vengo a curar al preso.-dijo la joven con un acento nórdico bastante pronunciado.

Breden pudo ver como el guardia asentía y la conducía hasta su celda.

-He de encerrarte con él, cuando termines avisa.-

Le abrió la celda y la dejó entrar. La joven dejó con cuidado el barreño que estaba lleno de agua.

-Tengo sed...-balbuceó Breden al escuchar el sonido del agua.

La joven cogió una toalla, la mojó y se la acercó a los labios. Breden sabía que no era bueno después de tantas horas sin llevarse nada al estómago y con todos los daños sufridos que le diera de beber en grandes cantidades por lo que no rechistó. Se mojó los labios con la toalla y sintió un alivio casi divino.

-¿Más?-le preguntó la joven con aquella dulce voz.

Breden solo tuvo fuerzas para asentir lo que hizo que la chica rápidamente mojara la toalla en el agua otra vez y se la acercara a los labios.

El templario estaba semidesnudo ante aquella mujer desconocida algo que su credo prohibida rotundamente, pero en aquellos instantes era lo último que importaba, quería cuanto antes que los dolores se mitigaran como fuese y ni siquiera sabía si debía obedecer al credo que tanto había venerado. ¿Cómo podían hacer todo aquello? Ellos eran los que habían robado las reliquias del templo y ellos eran los que habían asesinado a todos los sacerdotes, sacerdotisas y religiosos que en él se encontraban ¿Cómo el Obispo podía consentir semejante acto de crueldad? De repente sintió un dolor punzante en su espalda y el frío tacto de la toalla mojada con la que la joven le limpiaba la sangre. Emitió un gemido de dolor haciendo que la chica moviera más despacio el trozo de tela mojado.

-Siento hacerte daño, pero he de limpiarte las heridas para poder coserlas.-

Breden suspiró intentando aguantar el insoportable dolor que la joven le hacía.

-¿Por qué no me matan? ¿Por qué te mandan a curarme?-le preguntó el templario. ¿Qué querrían de él? ¿Esperaban que hiciera algo por ellos? ¿Esperaban que robara alguna reliquia más? ¿Qué les dijera como funcionaban aquellas? Miles de preguntas se amontonaban en su mente sin encontrar una respuesta.

-No lo sé, yo no sé nada.-respondió la chica casi en un susurro.

De repente sintió durante unos segundos la piel de la muchacha algo que activó rápidamente su zéner.

Veía fuego por todo, casas y más casas quemándose. Sentía pánico un pánico que jamás había sentido. Corría como alma que lleva el diablo hacia su casa, adentrándose en las llamas. 

-¡Ded!¡Mam!- escuchó su voz gritando, la voz de aquella joven que en esos instantes le estaba limpiando las heridas de la espalda. No sabía que idioma hablaba, pero entendió aquellas palabras, ¡Papá! ¡Mamá! 

De repente aparecieron unos jinetes, templarios de la orden de Huen. Breden los reconoció pero sentía como la joven no sabía quien eran aquellos extraños. Se apartó de ellos un poco pero la golpearon en la cabeza haciendo que cayera al suelo dolorida. 

-Métela en la jaula junto a las otras, el Obispo esta noche estará contento con nosotros.-

Sintió como la agarraban de las piernas y los brazos. Eran dos hombres vestidos con el uniforme de los templarios de Huen. La cota de malla de acero de Fortan, la cruz de color rojo sangre y la capa morada indicaban que eran altos cargos, algo que la joven no sabía pero que Breden si.

La arrastraron hasta una jaula donde había cinco chicas más, todas ellas muy jóvenes. La chica las reconoció a todas y sus rostros se desencajaron al verla. Breden no conocía a ninguna de ellas pero sintió lo que la joven sentía, dos compañeras de la escuela, la hija del herrero, la hija de un gran pescador y su prima.
La joven se agarró a la última como si la vida le fuera en ello y las dos se echaron a llorar. Las otras muchachas comenzaron a gritar pero rápidamente un templario golpeo la jaula. 

-¡Callaros putas!-

Las seis jóvenes estaban aterrorizadas, Breden podía sentir el pánico de la joven. ¿Por qué hacían eso los templarios? Breden no entendía nada, no sabía que estaban haciendo ni porque lo hacían. ¿Desde cuando se quemaban aldeas? ¿Cuándo y dónde había una Guerra Santa? Hacía años que se habían prohibido por los Sabios y le extrañaba estar viendo aquello en los recuerdos de una chica tan joven. 

Sintió como la jaula empezaba a moverse, las estaban trasladando a algún lugar. Todas se aferraban a los barrotes de la jaula y gritaban sin importarle lo que los templarios pudieran hacerlas, todas menos ella, que se aferraba con fuerza a su prima.

-Vera,wan dir maij?-le preguntó su prima. Breden lo entendió en seguida y supo que Vera era el nombre de la joven que estaba con él y en cuyos recuerdos estaba metiendo las narices por culpa del dichoso zéner. 

Vera negó con la cabeza respondiendo a la pregunta de su prima. No tenía ni idea de lo que estaba pasando ni tampoco a dónde las llevaban. Durante una angustiosa hora de camino las jóvenes se desgañitaron sin que nadie las oyera o les ofreciera ayuda. Cansadas muchas comenzaban a desvanecerse, no se sabe si de sueño, tristeza, cansancio o simplemente para evitar el mal trago. Vera seguía firme abrazada a su prima. De repente pararon en seco lo que hizo que muchas se despertaran, Vera estaba alerta y con los nervios a flor de piel. El pánico no había  desaparecido desde el primer segundo del recuerdo lo que hacía que Breden se sintiera terriblemente mal. 

-Tú, ven aquí.-dijo uno de los templarios señalando a la prima de Vera.

La joven abrió los ojos como platos. Breden sentía el corazón de ambas chicas latir con fuerza, como si de un momento a otro fuese a estallar debido a la velocidad de los latidos. Frikia, como se llamaba la prima de la joven, apartó a Vera con cuidado.

-Nij afurme-

¿Cómo no se iba a preocupar? se preguntó Breden. Cuando pudo deshacerse de Vera, la chica se acercó a la puerta de la jaula. El templario la abrió y ésta salió de ella. 

-¿Eres virgen?-

La chica asintió.

-¿Qué edad tienes?-

La joven se quedó callada. Breden sintió los pensamientos de Vera. Frikia no dominaba la lengua común de los humanos en Kartia y probablemente no sabía como decirle su edad. Vera le ayudó.

-Diecisiete.-

-¡CALLATE PUTA! No estoy hablando contigo- gritó el templario. 

Breden se sorprendió del lenguaje que éstos utilizaban. ¿De verdad aquellos individuos pertenecían al mismo credo que él? No daba crédito a lo que estaba viviendo y sinceramente sentía que aquello era tan real que le conmovía. 

-Diecisiete.-respondió la chica.

-¡Estás mintiendo! Te lo ha dicho ella-

El templario cogió a la joven del pelo y la golpeó fuertemente contra la jaula de hierro haciendo que todas se asustaran y que Vera se echara a llorar al ver que a Fikia le salia sangre a borbotones de la nariz y la boca.


-No mentir señor.- dijo la joven.

Otro templario se acercó.

-¿Por qué estás tardando tanto?-

-Ya he elegido a la que será la acompañante del Obispo.-

Breden no salía de su asombro. ¿Acompañante del Obispo? ¿Las habían apresado para prostituirlas? ¿Prostituirlas con altos cargos religiosos que tenían totalmente prohibido cualquier contacto carnal?

-¿Ésta? ¡Está sangrando imbécil! Ya no nos sirve deshazte de ella.-

Vera que aún lloraba desconsoladamente se enjugó las lágrimas con premura al escuchar aquellas palabras. ¿La iban a dejar libre? Breden pudo sentir la inocencia en los pensamientos de aquella muchacha. Solo ésta podía hacer creer que aquellas palabras significaban algo que no fuese la muerte. 

El templario se marchó dejando a su compañero con la herida Fikia. ¡Sois nórdicas hijas de vikingos pelead! pensó Breden como si las jóvenes pudieran escucharle y cambiar así su destino. Fikia ni se lo esperaba, de repente el templario sacó una navaja y ante la atónita mirada de las otras jóvenes le rebanó el pescuezo. Vera vio los últimos segundos de vida de su prima con la angustia que la impotencia crea. 

Breden sentía el dolor de la joven, el miedo, la rabia, el cúmulo de sentimientos que la inundaban en aquellos instantes y además se sumaban los que él comenzaba a sentir. 

-Tú, ven aquí.-dijo el templario señalando a Vera. -Tú serás la esclava del Obispo.-

De repente Breden volvió en sí. ¿Había terminado el recuerdo? Sintió como Vera le estaba aún limpiando la espalda, no habian pasado ni diez segundos aunque él había vivido recuerdos de horas de aquella pobre joven. Recordó las últimas palabras de aquel templario. ¿Esclava? ¿Los esclavos se habían prohibido? ¿Era Vera una esclava? Breden se giró como pudo para mirarla a la cara.

-No te muevas le dijo la chica.-

El alzó con dificultad la mano para que le dejara hablar.

-¿Quién te ha mandado venir?-

-El Obispo.-

-¿Trabajas para él?-

La chica asintió mientras intentaba que Breden volviese a su antigua posición para seguir limpiándole las heridas de la espalda.

-¿Te paga?-

-Creo que eso no es de su incumbencia, cállese y deje que termine de curarle si no quiere que me marche y le deje para que las ratas se lo coman.-

Breden entendió aquella respuesta. Vera sentía pánico hacia su amo, el Obispo. Jamás reconocería que era una esclava seguramente eso haría que la matara. Decidió permanecer callado, debía ganarse su confianza, debía conseguir que ella se lo contara todo y después planear una huída, si conseguía llegar a alguna institución de Sabios y denunciar todo lo que su orden estaba haciendo su periplo habría acabado y el infierno que vivían Vera y las chicas que la acompañaban aquella noche se acabaría.

La joven terminó de limpiarle la espalda y sacó una pequeña aguja con un poco de hilo de sutura para coser las heridas más graves que el templario tenía en la espalda. Breden se sintió mal, quería saber que era lo que aquella joven estaba pensando. Estaba curando a un miembro de la orden que tanto daño le había hecho a ella y a su gente, algo que seguramente la destrozaba. Seguro que quería rebanarle el cuello como aquel bastardo que mató a su prima pero en vez de eso, ella le curaba las heridas con sumo cuidado.

Breden sentía como le cosía con delicadeza, como sus suaves manos le acariciaban la espalda. Nunca había sentido las caricias de otra mujer que no fuese su madre, que hacía ya unos seis años que había muerto dejándolo solo por completo con su familia de la orden. La piel se le puso de gallina, era placer lo que sentía a cada roce de la piel de aquella chica, placer igual que sentía cada vez que se sentía en paz con su Dios. ¿Era cierto que muchos siervos podían amar a una mujer y a su Dios como era el caso de los Paladines o las Valquirias? El templario intentó evitar pensar en aquello, era la primera vez que sentía la piel de una mujer y tal vez eso le estuviera confundiendo. Cerró el ojo que aún podía abrir e intentó dejar la mente en blanco.

Vera terminó con su espalda y comenzó a quitarle algunas astillas de los dedos, donde antes había uñas, para después lavar la zona y vendarla para evitarle el dolor. Breden procuraba no quejarse mucho pero aquello era tremendamente doloroso. Vera procuraba hacerlo lo más llevadero posible regalándole sinceras sonrisas cuando éste fruncía el ceño de dolor. ¡Era bella! Eso no lo podía obviar el siervo de Huen, la belleza la sabía juzgar y aquella joven era la más preciosa que jamás había visto. La miró a los ojos mientras ella estaba distraída y aún pudo vislumbrar la inocencia que había sentido en su recuerdo. ¿Cómo puede alguien que ha sufrido tanto conservar esa pureza e inocencia? Breden no se dio cuenta pero aquella muchacha representaba la pureza que él tanto admiraba de los Dioses, de aquello se daría cuenta más tarde cuando ella se hubo marchado de la celda. Había encontrado otro Dios a quien venerar y a quien entregarle su vida, aunque en vez de Dios era Diosa y era una mortal.




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Miembros del Círculo-Breden:Templario vacío. by Lidia Rodríguez Garrocho is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.