martes, 25 de junio de 2013

Fragmento de Los Príncipes de los Piratas III-Guerra en los Mares(Parte 3)

El calabozo era oscuro y frío pero no era peor que el pensamiento de saber que en apenas dos días se iba a celebrar el juicio del cual dependía su vida.

-Me dejan verte solo cinco minutos.-dijo Grista.

-Sácame de aquí por favor. Me esconderé  y cuando venga Drake me marcharé, pero no permitas que me maten.-le suplicó Laisani a su jefa.

-No puedo hacer nada Lai, tú sola te metiste en esto. No era buena idea estar con el demonio.-

-Por favor Grista, Drake tiene que estar cerca, me envió una carta. Búscalo y él me sacará de aquí.-

-Lo siento, nos tienen vigiladas las veinticuatro horas del día desde que te detuvieron.-

Laisani se echó a llorar.

-No llores mi niña.-intentó consolarla enjugándole las lágrimas.

-Llevo tres días aquí pasando hambre y frío, solo necesito que le encuentres.-

-Lai, haré lo que pueda.-

El día del juicio llegó y Laisani no había tenido ninguna visita más durante ese período, no sabía si Grista había contactado con Drake o si ni quiera le había buscado. Rezó a Lilith implorándole ayuda pero la que se consideraba madre de su amado no acudió.


El juicio se oficiaba a plena luz del día en un cadalso que habían preparado en la plaza principal de la ciudad. Todo estaba preparado para que aquel día ella fuera ejecutada, algo que la hacía estar muy nerviosa.
Los Puros comenzaron acusándola de piratería y presentando las pruebas que se llevaron de su casa.

Laisani no podía evitar sentirse un bicho raro, la gente la abucheaba a cada prueba que presentaban, y no de haba de llamarla PIRATA haciendo que aquella palabra le retumbara en la cabeza. Laisani se encontraba en el cepo inmóvil observando como le tocaba el turno de declarar a Asker.

-¿Podría indicar su nombre y de qué conoce a la acusada?-

-Soy Asker Artaria y soy una compañera de trabajo de la señorita Berns.-

-Entiendo. ¿Le consta a usted que Lady Berns ha ayudado o confraternizado con piratas?-

-Por supuesto, es la amada de Drake, más conocido como El Demonio Blanco, el temido Príncipe pirata del norte.-

-¡Zorra!-gritó Laisani desde el cepo.

-Señorita Berns cállese, no está usted en condiciones de usar lenguaje soez en estos momentos, lo único que hace es empeorar las cosas.-

Laisani se echó a llorar cuando los habitantes empezaron a gritarle a ella lo mismo que había llamado a Asker instantes antes.

-¡Silencio!-los ciudadanos se callaron inmediatamente.-La carta del señor Drake hacia la susodicha indica que ésta debía contarle algo muy importante. ¿Sabe usted de qué se trata ese asunto?-

-Por supuesto, está embarazada de él y ahí no acaba la cosa…-

-¡Cállate perra!-gritó Laisani haciendo que uno de los verdugos le metiera un trozo de tela en la boca para que se callara.

-Prosiga señorita Artaria-

-El señor Drake es un demonio, un íncubo para ser exactos, por lo que esa mujer lleva en su vientre una criatura demoníaca.-

Los ciudadanos empezaron a gritar de asombro y a cuchichear asustados.

-Es un delito que dejen que tenga a ese engendro del mal que lleva dentro.-prosiguió Asker.

Laisani lloraba de rabia e impotencia, deseó que su pequeña le diera el poder suficiente para hacerla callar matándola al instante pero aquello no iba a ocurrir. Se encontraba inmóvil y sin poder hablar cuando de repente un trozo de pan dirigido desde el público le dio en la cabeza haciéndole que se mareara por unos segundos.

-¡MATADLA!-gritaba el pueblo.

-Muchas gracias señorita Artaria.-

Asker bajó triunfante observando como el público gritaba ordenando que la mataran. Llamaron a declarar a la última testigo. Era demasiado que siendo un juicio rápido dejaran a dos testigos subir a declarar. Le tocaba ahora hablar a Grista.

-Diga su nombre y de que conoce a la acusada.-

-Soy Grista Berns y adopté a Laisani cuando era muy pequeña.-

-¿Se podría decir que es usted como una madre para ella?-

-Sí.-

Laisani sintió más rabia aún en su interior recordando todas las torturas a las que la había sometido.

-¿Sabía usted que la señorita Berns estaba embarazada de un demonio como ha declarado la señorita Artaria?-

-Sí.-

-¿Podría decir quién es el padre de la criatura?-

-Drake, más conocido como El Demonio Blanco, Príncipe Pirata del Norte.-

-No hay más que hablar.-

Grista miró arrepentida a Laisani.

-Lo siento, lo siento mucho.-gritó mientras bajaba del cadalso.

“Por los poderes de las Instituciones de Sabios Gobernantes declaramos a la acusada Laisani Berns culpable de piratería, de ayudar a una persona condenada por piratería, y de relacionarse con una persona condenada por piratería, así también, se la condena por atentar contra la ciudad, sus habitantes y Kartia entera, albergando en su vientre un engendro hijo de pirata y siervo de Nuru. Por decreto la acusada será condenada a colgar del cuello hasta morir”

El pueblo comenzó a aplaudir, contentos de que se cumpliera lo que llevaban rato pidiendo. Laisani no pudo evitar suplicar nuevamente a Lilith que la ayudara, aunque sabía que no obtendría respuesta. El verdugo se acercó a la condenada y la sacó del cepo, le encadenó las manos a la espalda y a base de empujones la llevo hasta la horca.

El corazón le latía más rápido que nunca y sentía como en su interior la pequeña Láska estaba inquieta. ¡Tranquila! Pensó intentando tranquilizar a su bebé. ¡Papá nos sacará de aquí! El verdugo le metió la cabeza en la soga y le quitó el pañuelo de la boca que le impedía hablar.

-Lase ux Drakearen-gritó la muchacha.  Laisani había odiado siempre la lengua de los demonios, ni siquiera sabía hablarla, pero en aquel momento sintió un arrebato y como si su bebé hablara por ella pronunció aquellas palabras. Segundos después se activó la palanca que dejaba caer la compuerta donde se encontraba haciendo que la soga empezara a ahogarla.

Todos los ciudadanos se estremecieron al escuchar la lengua del infierno y muchos salieron despavoridos pensando que había sido una maldición. Nadie entendía esa lengua pero todos la reconocían al escucharla, pues aquella lengua recorría el cuerpo de cualquier ser vivo que no había nacido en los infiernos y le hacía sentir por segundos la peor de las sensaciones, el peor de los dolores y la peor de las angustias.

El cuerpo de la joven empezó a tambalearse en la horca como si se negara a dejar Kartia con la facilidad característica de los condenados. La gente empezaba a asustarse pensando que sería algún truco del demonio amante de la joven y huía a sus casas. Una hora tardó en morir la pobre Laisani, aguantó hasta que los poderes de su hija no nata se agotaron.

Drake se despertó sobresaltado en la noche y rápidamente llamó a su segundo de abordo. Tenía que ir a Puerto Arrecife  cuanto antes, algo le impulsaba a dejarlo todo y volver allí dónde su amada se encontraba.
Tardó unas semanas en llegar al lugar y lo que se encontró nada más hacerlo no era lo que él más deseaba.

-Crif, cruz amx hiar.-le dijo uno de sus marineros tendiéndole el catalejo y señalando a la entrada del puerto.
Drake miró a través del instrumento y se quedó atónito. Habían colgado en el acantilado de al lado del puerto un esqueleto y dos enormes carteles que rezaban: “La mujer del Demonio Blanco” y “Piratas no sois bienvenidos”.
 A Drake le dio un vuelco el corazón. ¿Era Laisi? Rápidamente pidió a sus tripulantes que se alejaran todo lo que pudieran, aún había algo de luz y podían ver el barco, cuando cayera la noche se acercaría con un bote a ver a su amada.

No le costó mucho burlar la vigilancia que había en el puerto sus poderes como demonio le permitían transformarse en sombra y viajar libremente por la ciudad. Llegó a la casa de Laisi y lo que vio no auguraba nada bueno. En la puerta habían escrito “Pirata” y “Demonio” y dibujado una horca. Drake estaba nervioso si le había ocurrido algo a Laisi por su culpa jamás podría perdonárselo.

Se dirigió hacia la taberna que se encontraba girando la calle. Al entrar Grista se quedó pálida y rápidamente se abalanzó sobre él.

-¡Márchate, aquí no eres bienvenido!-

-¿Dónde está Laisani?-

-¡Muerta! La ahorcaron hace semanas y la quemaron, no has visto su esqueleto en el acantilado.-le dijo empujándole para que saliera del establecimiento.

-¿Por qué?-preguntó casi en un susurro.

-Por tu culpa, márchate Drake o nos matarán a los dos.-le dijo sacándolo fuera y cerrando la puerta.

Drake se quedó paralizado y sintió como la rabia se apoderaba de él, deseaba destruir aquella ciudad y a cada uno de sus habitantes, hacer que sufrieran como él estaba sufriendo. Furioso y con sus poderes al máximo se pudo teletransportar de inmediato a su camarote. Su pelo se había vuelto de color negro, sus ojos rojos como el fuego y le habían crecido unos enormes colmillos y unas garras negras por uñas. Al pisar el suelo de su barco éste se tornó de un negro azabache imposible de detectar en la oscuridad, ni siquiera en su interior había ni un ápice de luz. La rabia le poseía y se transmitía a su navío.

Cayó de bruces y profirió un ensordecedor grito de dolor, pero de repente se percató de que no estaba solo.

-¿Qué haces aquí Dagal?-

-Ya te has enterado.-

El pirata estaba sentado en la silla del albino demonio, la silla del capitán de La Dama Blanca, convertida ahora en La Viuda Negra, una transformación que pocos habían llegado a ver. El Príncipe del Este solo podía ver los ojos del demonio, que rojos como el fuego brillaban en la oscuridad como dos luciérnagas.

-¿De qué?- preguntó fingiendo que no sabía nada.

-¡Oh Drake! ¡Mientes fatal para ser un demonio!-

-¿Fuiste tú verdad?-dijo el demonio con aquella voz sacada del abismo mientras se abalanzaba sobre el pirata para cogerlo del cuello. Dagal sintió el fuego del averno, como se conocía a las quemaduras que causaban la piel de los demonios en su estado demoníaco.

-No me costó nada convencer a un niño pobre para que entregara una carta a los Puros, el resto lo hicieron ellos y las compañeras de tu amada.-

Drake soltó a Dagal y se paseó por la estancia desesperado murmurando maldiciones en su lengua materna.
-Tardó una hora en morir en la horca, tal vez fuese a causa de que estaba embarazada de ti, siempre dices que los demonios no mueren con facilidad.-

Dagal vio como los ojos del íncubo brillaban con más fuerza en aquella oscuridad espesa y después sintió que le zarandeaban y un fuerte dolor en el pecho, Drake se había teletransportado a su lado y le oprimía el pecho contra la pared del camarote.

-Te mataré Dagal, juró que algún día me vengaré.-

-¿Por qué no lo haces ahora?-balbuceó el pirata.

-La venganza es un plato que se sirve frío, esperaré a que tengas algo por lo que tú mismo morirías y el día que lo tengas Nuru me dará el placer de vengarme arrebatándotelo como tú me has hecho con Laisani.-

-¿Nuru? ¿Acaso crees que no podría haberla salvado? ¿No crees que a él también le convenía que muriera? ¡Eras débil estando a su lado Drake! ¿Qué hubiese pasado si hubiese nacido el bebé? ¡Nuru es tan culpable como yo!-

Drake se apartó y la oscuridad empezó a disiparse. El pobre íncubo había pasado de la ira a la decepción por sentirse traicionado por su propio Dios al que consideraba un padre.

Dagal observó al demonio, tenía el aspecto de siempre y sus ojos, que era lo único que había podido ver el pirata, eran de su característico color azul gélido.

-¡Márchate de mi barco Dagal!-le ordenó el demonio.

El pirata del Este comenzó a andar dirigiéndose a la puerta del camarote para salir del barco.

-Jamás permitiré que me arrebates lo que quiero, el día que así ocurra yo mismo con estas manos…-el pirata le mostró las manos a su archienemigo alzándolas y moviéndolas enérgicamente.-…con ellas, destruiré todo lo que me importe, solo para quitarte el placer de hacerlo.-

Dicho esto el pirata abandonó la ya de vuelta Dama Blanca.



Drake entró en el abismo echó una furia.

-¡NURU! ¡AIZ CHI SHIX MA!-

El Banenkar de la Muerte esperaba la visita de su siervo más querido.

-¡Cálmate Drakearen!-le ordenó.

-¿Por qué?-

-Te dije que te alejaras de ella, lo único que hacía era desviarte de tu cometido.-

-¡No hacía falta matarla!¡Estaba embarazada!-

-¿Y hubieses sido fuerte para abandonar a tu vástago y a su madre?-

-Podía haber venido conmigo.-

-¡No!-

Drake cayó de rodillas y empezó a llorar sangre, odiaba a Dagal en aquellos instantes más que a nada en el mundo pero la traición de Nuru le dolía igual o más que cualquier tortura del infierno.

-Hijo mío, es solo una prueba más. Cumple tu cometido y conseguirás volver con ella. Mi propio hijo se encargará de ello.-

Drake sentía un intenso dolor en el pecho y haciendo un gran esfuerzo le mostró a su Dios el último recuerdo de ella.

-Desde el primer día supe que enamorarme de ti era un grave error, eres un espíritu libre y no tengo las cadenas que pueden atarte a mí, pero me conformo con tenerte a mi lado unos días al año, porque durante ese tiempo soy la mujer más feliz del mundo.-

-¿Y el resto de días?-

-Soy un espíritu encadenado. ¿Recuerdas? Yo era igual que tú, hasta que me pusiste las cadenas.-

-¡Las encontraré!-

-¿El qué?-

-Las cadenas para quedarme junto a ti. Si tuviera que atarme a una tierra, una ciudad, una mujer, sin duda sería aquí y contigo.-

-Y esa tal... ¿Cómo se llamaba?-

-No, ella no las tiene te lo aseguro.-

-¿Y dónde las buscarás?-

-Viajo por todo el mundo, conozco a miles de mujeres, en alguno de mis viajes las encontraré.-

-¿Y si no llegas a tiempo?-

-Confía en mí, llegaré a tiempo.-

Nuru sintió el dolor de su siervo y sintió lástima por él.

-La vi sonreír y esa fue la última vez, días antes de que la áspera soga anudara su cuello arrebatándole la vida para siempre. ¡Ya las tenía! Ella tenía las cadenas para atarme, pero yo mismo se las quitaba, y se cierto que ella lo sabía. Recuerdo esa sonrisa y el último beso y me pregunto, ¿Por qué ella? Solo había cometido un delito y por eso había pagado con su vida. Yo, en cambio, acumulo sin fin de ilegalidades y aquí estoy, vivo, disfrutaré cada día, de cada placer, de otras mujeres que no son ella. Pienso en la frase que me dijo al comenzar esa conversación, la última, "Desde el primer día supe que enamorarme de ti era un grave error…", lo sabía, enamorarse de mí, le costó la vida-gritó desesperado el pobre íncubo como si hablara consigo mismo.

Nuru se levantó de su trono y le tendió la mano a su siervo para ayudarle a levantarse. Pocos podían decir que habían conseguido el respeto y admiración de Nuru, su hijo Caín, al que amaba a la par que admiraba, La Ira, el mejor de sus Jinetes, los hermanos Dúimar que tal vez por herencia merecían su respeto y Drakearen, el elegido de Nuru para dominar los mares, el mejor de sus demonios. Todos ellos podían decir con honor que Nuru los respetaba y en ocasiones temía, pero eso a Drake ahora mismo no le consolaba.

-Cumple tu cometido y por los Siete Infiernos te prometo que volverás a verla.-

Drake asintió de mala gana.

-Ves a hablar con mi esposa, debe contarte algo.-

Drake hizo una reverencia y se marchó cabizbajo.




-Mi señora.-

-Drakearen, hijo mío.-

Lilith se acercó a Drake y le besó en los labios como saludo.

-Mi señor me dijo que quería hablar conmigo.-

-Sí, es sobre Laisani.-

El rostro de Drake palideció más aún.

-Hablé con ella la noche antes de que la arrestaran. ¡Estaba embarazada Drake!-

-Lo sé.-

-Era una niña, le dije que podía llamarse Láska y a ella le gustó.-

-¿Una niña?-

-Sí, iba a ser preciosa Drake, igualita a su madre. Pensé que querrías ver lo que vi al besar su vientre, ver a Láska.-

Drake suspiró y asintió. Lilith le mostró la imagen de un pequeño y diminuto ser que rápidamente crecía hasta convertirse en un bebé precioso.

-Se parecía mucho a ella.-

-Sí.-

-¿Cómo pudiste verla crecer si iba a morir?-

-Su destino aún no se había escrito, Nuru aún no las había sentenciado.-

Drake suspiró y no pudo evitar entristecerse.

-No te preocupes, volverán, ambas volverán a ti.-

Drake asintió.

-Sólo tienes que hacer lo que Nuru te pide y te las devolverá.-

-Lo sé.-

-Márchate, aún te queda mucho que hacer en Kartia.-

Dicho esto Drake se despidió de su señora a la que consideraba una madre y marchó de vuelta a Kartia, de vuelta a La Dama Blanca.



Justo cuando se disponía a acostarse y descansar de aquel terrible día apareció Caín, su mejor amigo y para él como su hermano.

-Drake, lo siento.-

Ambos demonios se abrazaron.

-Sé lo que es perder a alguien que quieres, pero puedes estar seguro que conseguiré que Laisani vuelva y Láska también, Cassandra está deseosa de conocer a su prima.-

Drake suspiró.-¡Gracias hermano!-

-Haré todo lo que esté en mi mano para recuperarlas, para vengarlas y para ayudarte a cumplir los trabajos que mi padre te impone.-

-Lo sé.-

-Confía en mí.-

-Ciegamente.-

-Gracias.-

Ambos incubos se abrazaron nuevamente y Drake sintió que a su espalda alguien más se unía a ese abrazo.

-Tío Drake yo te ayudaré en todo.-

Drake se giró y vio a la dulce Cassandra, la preciosa hija de Caín. Detrás de ella se encontraba Caíndra, la hermana de éste, que  hace años el mismo había recuperado de entre los muertos.

Drake abrazó a Cassandra y después se acercó a Caíndra. Ésta le besó traspasándole parte de su energía.

-La necesitarás.-



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Fragmento de Los Príncipes de los Piratas III-Guerra en los Mares(Parte 2)

Las semanas pasaban y Laisani sentía como la criatura que llevaba dentro hacía que se sintiera mejor que nunca. Tras lo ocurrido aquella noche Grista no la dejaba ofrecer sus servicios y la había ordenado a encargarse de la barra y de ayudar a Urmea en la cocina. Ella estaba encantada. Asker prácticamente ni la miraba como si hacerlo fuera un delito. Urmea en cambio la trataba como una reina, intentaba complacer los antojos que la joven tenía y la cuidaba como si fuese su hija.

-¿Quieres un poco más?-le dijo acercándole la fuente de natillas.

-No, estoy llena.-

-Debes comer por dos.-

-Lo sé.-dijo sonriendo la muchacha para después terminarse el bol de natillas.

-Quiero que venga Drake ya, aunque viendo como están los Puros últimamente es difícil que pueda acercarse por aquí.-

-Bueno, no te preocupes, algo ideará. Los demonios son muy astutos.-

Laisani sonrió.-Cierto.-

-Laisani, te necesitamos en la barra.-dijo Asker asomándose por la puerta de la cocina.

La joven se levantó de la silla donde estaba sentada, le entregó el bol a Urmea y salió de la cocina para atender en la barra.

El trabajo de la barra le gustaba y se preguntaba porque no podría haber hecho este trabajo siempre. Tal vez cuando el bebé naciera pudiera pedirle a Grista que le diera ese trabajo, retirarse para siempre de la prostitución. Sonrió pensando en aquella posibilidad y en la reacción que podría tener su gruñona jefa.
De repente entró Dagal, uno de los Príncipes de los piratas. Ella lo conocía bien desde el día que los cuatro Príncipes se juntaron en la taberna y Drake le dijo quien era cada uno para así poder empezar lo que ellos llamaron su “negocio”.

-¡Buenas noches señorita!-

-¡Buenas señor Engel!-le respondió la muchacha.-¿Cómo ha conseguido burlar a los Puros?- le susurró.
Laisani había llegado a tener una estrecha relación con los Príncipes, con Drake, por que le amaba y con los otros tres por el negocio, todos le contaban sus hazañas y secretos y confiaban plenamente en ella, algo de lo que Drake sacaba provecho.

-No ha sido tan difícil, solo es cuestión de cambiar el vestuario y dejar el barco lejos del puerto.-

-¿Ha venido usted en un bote?-le dijo observando sus atípicas vestimentas.

-Algo así.-

-¿Y qué le trae por aquí? Ya no hay comerciantes con los que tratar, los Puros los han echado, encarcelado o incluso asesinado.-

-Lo sé, he venido solo para despedirme-

-¿De quién si se puede saber?-

-De usted, de sus compañeras, de la isla en general. Han sido muchos años por estos lares, se puede decir que en tierra ha sido mi única casa.-

Laisani sonrió.-Es cierto, esta isla ha sido la casa de los piratas durante años. Lástima que los Sabios hayan decidido limpiarla.-

-Bueno, dejemos de hablar. ¿Vamos a un cuarto?-le dijo el pirata tendiéndole sobre la barra la tarifa que solía pagar por ella.

-Lo siento señor Engel, estoy retirada.-dijo la muchacha mientras se aleaba con una bandeja de jarras de cerveza- Asker le servirá como acompañante-

Dagal se quedó pensativo. ¿Retirada? Había venido a averiguar si sus sospechas eran ciertas, se la había jugado mucho yendo allí y no pensaba irse con las manos vacías.


-Entiendo porque Laisani se ha retirado.-

-¡Ilumíneme señor!-

-Tú eres mucho mejor que ella y además más guapa.-

Asker se ruborizó y comenzó a toquetear los mechones de pelo ondulado que el pirata tenía. –Muy bueno el alago, pero esa no es la razón.-

-¿Y cuál es? ¿A encontrado un príncipe azul?-

-Más bien blanco.-

Dagal se incorporó un poco al escuchar las palabras de la muchacha. ¿Blanco? ¿Se refería a Drake?

-¿Blanco?-

-Sí, si no voy equivocada usted trabaja para uno de los Príncipes, El Despiadado si no recuerdo mal.-
Dagal asintió.

-Pues seguramente sabrá a quien me refiero con el Príncipe Blanco.-

-¿El Demonio?-

-¡Exacto!-

-Se comentaba en su tripulación que una humana había conseguido ablandarle el corazón, pero muchas cosas dicen las tripulaciones de sus capitanes y no todas son ciertas.-

-Pues está lo es, está incluso embarazada de él. Solo los Dioses sabrán que clase de criatura puede salir de ese embarazo.-

Dagal evitó reflejar su satisfacción al haber obtenido más de la información que buscaba.-Un monstruo seguro.-

-¡Exacto! Eso pienso yo. Es una atrocidad traer al mundo al hijo de un demonio.-

-¡Pobre criatura! Hijo de un pirata demonio y una prostituta. ¿Puede esperarle un futuro más poco alentador?-

Asker se echó a reír y Dagal le acompañó.

-Es tarde preciosa. Debo volver a mi barco antes de que mi capitán se percate de que llevo demasiado tiempo en tierra para entregar unos pocos recados.-


Laisani se marchó antes de la taberna, al parecer Grista estaba benévola y se preocupaba por su estado, por lo que le ofreció irse a descansar. La joven abrió la puerta de su casa y observó los mapas que había intentado dibujar a partir de las indicaciones de los poco piratas que habían ido a la taberna aquellos últimos días. Pensó en Dagal, que seguramente estaría ocupado con Asker. Era una pena perder los mapas que éste tenía pero no podía permitirse matar a otro cliente y menos a un Príncipe, aunque después le devolviera la vida. ¡Drake lo entenderá! De repente escuchó un ruido a su derecha y se asustó al ver la silueta de una esbelta mujer.

-No temas Laisani.-

-¿Quién eres?-

-Lilith-

-¿La dama de la noche?-

La mujer se acercó haciendo que Laisani pudiera verla por completo, era más guapa de lo que todas las leyendas podían contar y su tono de voz dulce y melódico prácticamente hipnotizaba.

-Soy como una madre para el padre de tu bebé.-

-¿Drake?-dijo tocándose el vientre.

-Drakearen, es su nombre de demonio, significa hueso de dragón.-

Laisani observó a la mujer extrañada, no sabía si sentir pánico o pensar que estaba allí para ayudarla.
-He venido a bendecir a la criatura que crece en tu vientre.-

Lilith se acercó a Laisani y le besó la tripa con suma delicadeza.

-Será una preciosa niña-

-¿Una niña?-preguntó extrañada.

-Sí, será preciosa como tú.-le dijo sonriente la dama de la noche.-Deberías llamarla Láska.-

-¿Qué significa?-preguntó la joven percatándose de que la lengua del infierno ya no la hacía estremecerse.
-Nacida del amor. Creo que es un nombre apropiado para ella.-

Laisani sonrió. Era precioso y ciertamente muy apropiado, Drake y ella se amaban aunque nadie lo supiese ver.

-Es un nombre muy bonito.-

-Me alegro de que te guste.-

Lilith volvió a besar el vientre de la muchacha.-Debo marcharme ya. Cuídala y ella hará lo mismo contigo.-

-Lilith, antes de que te vayas.-

-Dime hija mía.-

-¿Puedes decirle a Drake que venga a verme?-

-Lo siento cariño, mi marido le ha mandado una misión importante no quiero que se enfade si me entrometo. Él vendrá, de eso puedes estar segura.-

La Dama de la Noche se despidió de la joven y desapareció.




-¿Quieres ganarte un saco de monedas?-

El niño abrió los ojos como platos y asintió con vehemencia.

-Toma esta carta, haz que uno de los Puros que están vigilando te la quite y cuando te pregunte quien te la ha dado le dices que ha sido un tipo con el pelo blanco, con la piel pálida y los ojos de un azul gélido.-

El niño asentía ante las palabras del hombre.

-Si te preguntan si te ha pagado le dices que no, que te dijo que te llevaría en su navío blanco. Deberás guardar las monedas en un lugar seguro antes de llevar a cabo el comedio. ¿Entiendes?-

El niño asintió.

-No le hables de mí, solo del hombre de blanco y recuerda que es muy importante que lean la carta. ¿Vale?-
Asintió.

-Me enteraré si no cumples tu parte del trato y volveré a hacerte sin fin de torturas piratas.-

El niño tragó saliva y asintió lentamente indicando que había comprendido aquella parte también.

-Muy bien, ahora ve.-

El niño corría por las calles de Puerto Arrecife como alma que lleva el diablo y al ver un grupo de Puros parados justo en una esquina tropezó y se chocó con ellos haciendo que la carta se callera al suelo.

-¡Perdón!-

-¿A dónde vas corriendo de esa forma?-

-Debo entregar esa carta.-dijo señalando la carta que uno de los Puros había cogido.
-¿De quién es?-

El niño permaneció en silencio. El hombre abrió el sobre y sacó la carta para leerla.

-¿Quién te la ha dado?-dijo con tono hostil al terminar de leerla y mientras los demás la leían.

-Un hombre de pelo blanco, piel pálida y ojos de color azul gélido.-

El hombre se giró hacia sus compañeros.-¿Creéis que es él?-

-No hay duda.-respondió uno de ellos.

-¿Te ha dado algo a cambio pequeñín?-

El niño negó con la cabeza.-Sólo me ha dicho que me llevará en su barco blanco si la carta llegaba a su destino.-

-No te preocupes pequeño, nosotros la entregaremos.-

-¿De verdad?-

-Sí, ahora márchate, es tarde y no deberías estar por la calle a estas horas.-





TOC TOC

Laisani se sobresaltó al escuchar la puerta a esas horas de la noche. Nadie solía visitarla y mucho menos en su casa. ¿Era Drake? Se levantó rápidamente de la cama y se dirigió entusiasmada hacia la puerta. La sorpresa fue más grande de lo que ella pensaba cuando vio a los Puros en el portal de su casa.

-¿Querían algo?-

-¿Es usted Lady Berns?-

-Sí-

-Venimos a hablar con usted de un tema delicado. ¿Podemos pasar?-

-Por supuesto.-dijo la joven dando gracias a todos los dioses por haber escondido los mapas antes.

Los Puros entraron observando la casa detenidamente como si buscaran algo en concreto.

-¿Es usted prostituta verdad?-

-Sí.-

-¿Ha tenido contacto con algún pirata en su profesión?-

-Constantemente señor.-

-¿Ha ayudado a algún pirata en alguno de sus saqueos?-

-No señor. ¿Por qué me preguntan todo esto?-dijo la joven sentándose para evitar caerse debido a que le temblaban las piernas.

-Está acusada de piratería-

-¿Qué?-dijo estupefacta la joven. -¿Quién me acusa de eso?-

-Nosotros. Hemos interceptado una carta dirigida a usted del Demonio Blanco. ¿Lo conoce?-

-Por supuesto que lo conozco, igual que todos los que habitan este pueblo, es uno de los famosos Príncipes a cualquier persona que le preguntara sabría decirle quien es.-dijo furiosa la chica.

-Cálmese. Si de verdad usted no tiene nada que ver con esos mal nacidos no debe preocuparse de nada.-

Laisani se sentía mareada. ¿Por qué Drake se la había jugado enviándole aquella carta?

-Vamos a registrar su casa. Si  es tan amable puede apartarse. Póngase en esa esquina.-

El corazón de la joven se aceleró. Si encontraban los mapas estaba perdida, había copiado algunos planos de barcos de la marina real que le había enseñado un trabajador, esperando que a Drake le fuese más fácil abordarlos. Los minutos de búsqueda en los que aquellos hombres revolvían sus armarios y cajones se hicieron eternos hasta que por fin dieron con lo que Laisani no quería.

-¿Qué significa esto señorita Berns?-

-Son sólo dibujos.-

-Son mapas del tesoro, ¿Verdad?- dijo mostrándole uno a uno los mapas.-¿Y esto?-

Laisani se sintió condenada.

-¿Son planos de buques de la marina? ¿Qué hace usted con esto?-

-Me los regalaron.-

-¿Para qué querría una prostituta ese tipo de regalos?-

-Señor aquí hay un motón de joyas de valor incalculable, seguramente de los botines del pirata.-interrumpió otro de los Puros.

Laisani suspiró. ¡Estoy condenada!

-Venga con nosotros señorita está detenida.-



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Fragmento de Los Príncipes de los Piratas III-Guerra en los Mares(Parte 1)

Llevaba días con dolor de cabeza y unos mareos inexplicables y cuando se levantó aquella mañana seguía igual o incluso peor.

Sintió unas terribles ganas de vomitar al oler el pan recién hecho que vendía la panadería de enfrente. ¿Por qué me ocurre esto? Rápidamente se dirigió hacia un barreño y comenzó a vomitar. Parecía sentirse mejor justo después de haber expulsado el escaso contenido de su estómago pero aquella sensación no duró mucho tiempo.
Armándose de valor se vistió para ir a trabajar a la taberna, hacía una semana desde que cogió tres días libres para poder estar con Drake y ese mes debido a la rapidez con la que el pirata había venido, había estado sin trabajar más de una semana. No podía dejar tirada a su jefa mucho tiempo más. Entró en la taberna y todas sus compañeras posaron su mirada en ella.

-¡Estás muy palida Laisani!-le dijo la voluptuosa Asker.

-No me encuentro muy bien. Llevo días mareada y acabo de vomitar.-

-Todas hemos comido lo mismo, así que no eches la culpa a mis pucheros señorita.-dijo Urmea la anciana cocinera.

-Eso nunca tía Urm, tus pucheros curarían hasta al peor de los enfermos.- dijo Laisani intentando esbozar una sonrisa.

-¿Sigues teniendo náuseas?- preguntó Grista, la dueña de la taberna, madame del prostíbulo y por tanto jefa de Laisani.

-Sí, no se me van. Y me molestan olores que antes adoraba. Ha sido oler el pan recién hecho del Horno Pask y no he podido soportar las ganas de vomitar.-

-Eso no suena bien…-dijo Asker.

-¿Has tomado precauciones con los clientes?-preguntó Grista.

-Siempre, me tomo los frasquitos que me das antes y después del servicio.-

-¿Con Drake también?-preguntó Asker.

Laisani se quedó paralizada.

-Eso es un no rotundo.-dijo Grista.

-Igualmente, ¿Creéis que el fluidito de un íncubo se va a ver frenado por unos frascos con hierbajos?- dijo con su voz ronca la cocinera.-A esos bichitos no los matan ni los mismísimos Dioses.-

Laisani se tambaleó haciendo que tanto Grista como Asker se asustaran.

-Mejor siéntate nena.-le comentó su jefa.

Laisani se puso la mano en el vientre.

-¿Creéis que estoy embarazada de Drake?-

Ambas asintieron casi al instante.

-Creo que voy a vomitar.-

Asker rápidamente se marchó en busca de una palangana para evitar que su compañera vomitara en el suelo.
-Ponte tranquila, es normal que te sientas así.-

-¿Quién sabe que es normal? ¡Está embarazada de un demonio! ¡A lo mejor el bebé se la come por dentro!-dijo Asker mientras le entregaba la palangana a la joven en cinta.

-No digas eso.-le reprochó Grista dándole un golpe en la cabeza.-¿Quieres asustarla? Ya es difícil quedarse embarazada de un hombre normal, ya sufres por lo que pueda ocurrirte a ti y a la criatura como para que encima tú le digas que su hijo semidemonio la matará desde sus entrañas.-

Laisani vomitó.

-No tenéis ni idea.-dijo la cocinera trayéndole una taza caliente a la joven.-Tómate esto preciosa, evitará que tengas tantas náuseas.- después se giró hacia las otras dos mujeres.-Ningún hijo de íncubo se ha comido a su madre desde el vientre. Simplemente les dan poderes sobre naturales durante el embarazo y les alargan la vida.-

Laisani se acababa de limpiar la boca tras haber vomitado y se disponía a beber aquella infusión que le había hecho la vieja cuando escuchó aquellas palabras.

-¿Poderes? ¿Qué clase de poderes?-preguntó la embarazada.

-Los propios del padre. Seguramente tengas unas ganas terribles de tener sexo.-

Laisani se quedó pensativa. La verdad es que en esos momentos tener relaciones sexuales era lo que menos le apetecía.

-¿No notaste nada raro la última vez que estuvo Drake aquí?-preguntó Grista.

-¿Raro? ¿Cómo qué?-

-No sé, algo que fuese distinto a lo normal cuando estáis juntos.-

Laisani pensó durante unos instantes.

-No sé, no se cansaba tanto, pero supuse que sería porque habría recuperado fuerzas antes de venir.-

-¿No se cansa? ¿Acaso un íncubo se cansa follando?-preguntó extrañadísima Asker.

-Piensa que cada vez que lo hacemos me roba mi vitalidad, para evitar que yo muera él tiene que darme su sangre, como hizo la primera vez. Para que no me debilite rápido lo que hace es morderse la lengua, así mientras lo hacemos y nos besamos voy  bebiendo su sangre.-Laisani se llevó un segundo la mano al pecho debido a una fuerte náusea, después prosiguió.-Lo que este método hace que el que acabe debilitándose rápido sea él. Pero desde que estuve en su barco no se debilita, da igual cuantas veces lo hagamos.-

Las tres mujeres que la acompañaban se quedaron en silencio hasta que la cocinera decidió hablar.

-Claro, ahora no puede robarte la vitalidad. Su criatura lo vuelve más fuerte.-

-¿Tú crees?-

La vieja asintió.

-¿De verdad le besas con la boca ensangrentada?-preguntó con casa de asco Asker.

-Sí, eso hace que podamos estar juntos.-

-¿No te da asco?-

-No, le quiero.-

-¡Es un demonio Laisani!-

-Lo sé, pero eso no impide que le quiera y él a mí.-

-Discrepo preciosa.-dijo en un tono seco Grista.-Los demonios no quieren a nadie, va en contra de su naturaleza.-

-Drake me quiere, está pensando dejar su vida como pirata y quedarse aquí conmigo.-

Asker comenzó a reír a carcajadas. -¡Eres tonta!¡Te está engañando!-

-Dejad a la muchacha.-dijo la cocinera.-Tal vez tenga razón. ¿Para qué va a mantener con vida un íncubo a una simple humana? Los demonios se debilitan en Kartia, no es descabellado que la debilidad de Drake sea está jovencita.-

Laisani sonrió al ver que la anciana le daba la razón.

-Bueno Laisani, tómate la infusión y cuando te encuentres mejor ponte en la barra a atender. Voy a abrir ya la taberna.-dijo su jefa.

La chica asintió y empezó a beber. Asker se marchó a limpiar unas mesas tras llevarse la palangana donde la embarazada había vomitado y la anciana cocinera se dirigió a la cocina a preparar el menú del día.

Caída la noche la taberna se convertía en el prostíbulo más famoso de las islas cercanas. Miles de marineros, piratas y nobles venían allí para disfrutar de la compañía de las mejores doncellas. Laisani era famosa por ser guapa, amable y joven y su lista de clientes aumentaba casi diariamente. Aunque con la llegada de los Puros, los encargados de acabar con la piratería, pocos clientes tenían el valor suficiente para acercarse por miedo a que se les relacionara con la piratería por el hecho de visitar una taberna famosa entre los corsarios más temidos.
Pero eso no impedía que el Conde Aver, uno de los nobles más ricos de toda la ciudad se acercara cada semana a ver a su querida Laisani.

-¡Buenas noches Conde!-

-¡Muy buenas Grista!-

-¿Le pongo lo de siempre?-

-Sí y dile a Laisani que he llegado.-

-Siento decirle que tal vez hoy no pueda solicitar los servicios de Laisani.-

-¿Qué le ocurre?-

-No se encuentra bien, pero no se preocupe hablaré con otra de mis chicas para que se encargue de hacerle pasar una buena velada.-

-Bueno, espero que mi preciosa Lai se recupere.-

-Eso lo esperamos todos.-

La mujer le sirvió su botella de vino de Fortan y le sonrió con la mejor de sus sonrisas, el Conde se dirigió a una mesa esperando a que la doncella que iba a estar con él aquella noche se le acercara.

Laisani salió de la cocina con unos platos de estofado para unos marineros que acaban de llegar.

-Laisani, ha venido el Conde.-le dijo Grista señalando al noble.

-Ahora termino y estoy con él.-

-¿Te encuentras bien? Le he dicho que estabas mal y que mejor estuviera con otra de mis chicas.-

-Sí, estoy perfecta, la infusión de la tía Urm ha hecho que poco a poco me vaya encontrando mejor. No te preocupes, yo me encargo de él.-

Laisani sirvió el estofado y se acercó a la mesa del noble. Ambos se marcharon juntos a uno de los cuartos donde las chicas ofrecían sus servicios.

Una hora después la muchacha salió con el rostro desencajado de la habitación y fue en busca de su jefa.

-Grista,¿Podemos hablar?-

La mujer se encontraba atendiendo a unos clientes en la barra y decidió que eso era más importante que lo que la muchacha podía contarle.

-¡Grista! ¡Tenemos que hablar!-le dijo cogiéndola del brazo y apartándola de los clientes.

-¿Qué puñetas haces Laisani? ¿Quieres que te azote cuando cerremos la taberna?-

Grista había criado a Laisani desde que tenía cuatro años y sus padres se la vendieron, la mujer siempre había intentado aparentar que la quería como a una hija pero la joven no lo veía así. Tendía a pagar  todos sus problemas con  ella dándole palizas o torturándola, el maltrato a la muchacha la hacía sentirse bien o al menos eso pensaba la pobre víctima.

-Le pasa algo al Conde. De repente justo cuando hemos terminado se ha puesto pálido y parece que está agonizando.-dijo la joven sollozando.

La mujer puso los ojos como platos, cogió a la chica del brazo con fuerza y la arrastró a la habitación. Al entrar vio al hombre con la mirada perdida, pálido y casi sin poder respirar.

-¿Qué crees que le ocurre?-

Grista se acercó al hombre y recordó el día en el que por primera vez Drake se acostó con Laisani. Aquel hombre estaba sufriendo lo mismo que ella aquel día. La mujer rompió la botella de vino que se habían llevado a la habitación y cogió el brazo de la joven.

-¿Pero qué…?-

Grista le hizo un tajo con el cristal a la joven y rápidamente acercó la herida a la boca del hombre para que bebiera de su sangre. Laisani entendió todo. ¿Podría ser qué, como dijo tía Urm, el bebé le hubiese dado el poder de Dakre?  ¡Así era! El Conde poco a poco se recuperaba y comenzó a dejar de estar pálido. Cuando se recuperó del todo se asustó al ver a Grista allí y a la joven sangrando.

-¿Qué ha ocurrido?-

-No sé preocupe Conde, Lai se ha cortado con la botella y estaba preocupada por ella. Vístase, iré a currarle esta fea herida a mi chica.-

El hombre asintió y comenzó a vestirse mientras la mujer arrastraba con fuerza a la joven por el brazo.

-Me vas a meter en un lío.-

-Lo siento.-dijo la joven casi en un susurro.

La mujer la llevó a la cocina donde tía Urm estaba recogiendo.

-No voy a cocinar más, si queréis cenar algo ahí hay sobras.-dijo al escuchar que las dos chicas entraban pero sin percatarse de que no venían a por cena.

Grista apartó a Urmea de un empujón y cogiendo a Laisani del cuello la estampó contra la placa de metal dónde Urmea cocinaba y que aún permanecía al rojo vivo.

Los gritos de la joven inundaron la cocina, lo que hizo que la mujer le metiera un trapo en la boca para evitar que gritara.

-Esto es lo que sentirás cuando ardas en el infierno por culpa de tu aventura con el demonio.-

Urmea estaba horrorizada, había visto a Grista azotar a la joven, darle tremendas palizas con la vara de madera que tenía en su despacho pero aquello ya era excesivo. La joven estaba embarazada, aunque fuese de un demonio, y además vio la tremenda herida que tenía en el brazo y que no paraba de sangrar. La anciana salió horrorizada de su cocina con los ojos empapados en lágrimas.

-¿Qué te ocurre tía Urm?-le preguntó Asker.

La anciana no pudo contestar. Se abrazó a la joven y lloró desconsoladamente.

Laisani sentía como su carne se quemaba hasta el punto de no sentir nada, perdió la vista del ojo izquierdo que se quemaba con el tremendo calor que desprendía aquella placa y sintió como parte de su melena castaña se achicharraba también.

-¿No te gusta verdad?-gritó Grista.

La mujer observó como la chica dejaba de moverse lentamente, su vida se apagaba poco a poco. Rápidamente apartó a la chica de la placa y observó los daños que le había causado. Tenía la mitad de la cara completamente quemada, quemaduras probablemente irreversibles.

-¡Oh Laisani! ¿Qué te he hecho pequeña?- dijo la mujer arrepentida mientras le sacaba el trapo de la boca a la chica haciendo que pudiese respirar, eso sí con mucha dificultad.

-¡Espero que me perdones! Jamás pensé en matarte.-dijo al ver que aquella situación ya no tenía vuelta atrás. Laisani se estaba muriendo.-Tú alma me lo agradecerá. Esa criatura no debe nacer.-

Puso con cuidado a la muchacha en el suelo e intentó aguantar las arcadas que le daba ver el rostro desfigurado de la joven. –Iré a buscar a un sacerdote de Huen, él perdonará tu alma y hará que vayas al paraíso.-

La mujer salió de la cocina e indicó a los pocos clientes que quedaban que debían marcharse. Después salió de la taberna sin mediar palabra. Urmea le había contado lo que había visto a Asker y cuando Grista se marchó se acercaron a la cocina a ver a la pobre Laisani. Ambas se quedaron atónitas al ver a la muchacha de pie mirándose el rostro usando una cacerola como espejo.

-Me ha salvado.-dijo tocándose el vientre.-Mi bebé me ha salvado igual que Drake hizo cuando al Lord Frid le dio por experimentar conmigo los umbrales del dolor.-

Las dos mujeres se quedaron atónitas. Laisani tenía el rostro casi mejor que nunca, su piel lucía brillante y preciosa como la de un bebé y la herida de su brazo había cicatrizado sin dejar rastro.

-¡Los poderes de un demonio!-exclamó Urmea para acto seguido abalanzarse sobre la muchacha para abrazarla con fuerza.-Pensé que te mataba.-

-Yo también tía Urm, yo también.-

Asker se encontraba atónita, su relación con Laisani había sido siempre bastante tensa, nunca se habían llevado bien debido a la competitividad que había entre ambas, pero ahora la joven embarazada le daba pánico. ¿Se estaba convirtiendo en un demonio? Asker era supersticiosa y muy religiosa, acudía casi todas las semanas al templo de Huen para redimir sus pecados como prostituta, nunca aprobó que Drake fuera bienvenido en la taberna y mucho menos que Laisani mantuviera una estrecha relación con él. La joven lejos de acercarse a abrazar a su compañera contenta de que se hubiese salvado a tan cruel tortura salió de la cocina y al igual que había hecho Grista se dirigió al templo.

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lunes, 24 de junio de 2013

Fragmento de Los Príncipes de los Piratas III: Guerra en los mares.(Parte II)

Y con la brisa del mar recuerdo su perfume, cierro los ojos y la veo aún, viva y sonriéndome. ¡Le debo tantas cosas! Ya hace diez años desde que la asesinaron, desde que su amor por mí la hizo desaparecer para siempre de Kartia. Durante este tiempo he procurado llevarle las mejores joyas que en mis aventuras consigo, incluso mejores que las que entrego a mi mujer. ¡Ella se las merece! Con los ojos cerrados rememoro momentos junto a ella y solo en esos pensamientos, en esos recuerdos consigo ser feliz.

-Hace unos meses vino tu amigo.-

-¿El del este, oeste o el sur?-

-El del oeste, ¡El Gran Lord!-

-Psss-

-Ya era suficientemente rico como para que encima lo eligieran uno de los Reyes.-

-Sí, compró el título eso lo sabemos todos.-

-¿Y la Asamblea que dice?-

-Nuestra ley no lo prohíbe.Prohíbe pocas cosas la verdad-

-Y yo soy una de ellas. -

-¡Exacto!-

-Toma, aquí tienes tus papeles.-

-¿Cuántos hay?-

-Unos diez, tuve que darle el doble de dosis para poder copiarlos. Pensé que lo había matado al ver que a la hora aún seguía durmiendo.-

-¿Las Islas de la Estrella?-

-Ajá, parece ser que se dirige hacía allí.-

-¡Buen trabajo bonita!-

-¡Beso aquí!-

-Siempre te lo mereces, soy un ratero, es lo que hay que hacer cuando uno es joven o no posee el dinero suficiente como el Lord.-

-¿Y contratas a una cortesana para que haga un trabajo de hombres?-

-No te pago.-

-¡Cierto! Lo hago gratis. Todo te lo doy gratis. Incluso mis servicios sexuales.-

-Deberías estar contenta por poder otorgarme tus servicios.-

-El Gran Lord también supo como contentarme.-

-¿Te pagó bien?-

-No me refería al dinero.-

-Psss-

-50 dragones de oro.-

-¿50 dragones? ¿Te vale un collar de rubíes y zafiros y tres diamantes gigantes?-

-Veamos... Sí, me vale. ¿Es un pago o es un regalo?-

-Tómalo como quieras.-

-Lo tomaré como un pago, el regalo eres tú.-

-¡Ves! ¡Estás encantada de darme los servicios gratuitos!-

-Por desgracia, sí. Pierdo mucho dinero contigo.-

-Siempre te doy tu parte.-

-Lo sé, pero yo solo quiero una cosa.-

-Ahora es imposible-

Esa fue mi respuesta. "Ahora es imposible", ahora si que lo es de verdad. Ella ya no está. Diez años sin ella, diez años siendo infeliz. Ni la familia, ni todo el oro del mundo, ni la mejor de las coronas, me dan la felicidad. ¿La venganza? Sí, eso lo soluciona todo. Él la mandó a la soga y a la soga irá él ahora. No me la devolverá, pero cuando en el mundo de los vivos haya vengando su muerte,solo después de eso, podré ir al Limbo a buscar su alma, cuando la tenga, los Arcanos sabrán que hacer con ella.


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Fragmento de Los Príncipes de los Piratas III: Guerra en los mares.

-Desde el primer día supe que enamorarme de ti era un grave error, eres un espíritu libre y no tengo las cadenas que pueden atarte a mí, pero me conformo con tenerte a mi lado unos días al año, porque durante ese tiempo soy la mujer más feliz del mundo.-

-¿Y el resto de días?-

-Soy un espíritu encadenado. ¿Recuerdas? Yo era igual que tú, hasta que me pusiste las cadenas.-

-¡Las encontraré!-

-¿El qué?-

-Las cadenas para quedarme junto a ti. Si tuviera que atarme a una tierra, una ciudad, una mujer, sin duda sería aquí y contigo.-

-Y esa tal...¿Cómo se llamaba?-

-No, ella no las tiene te lo aseguro.-

-¿Y dónde las buscarás?-

-Viajo por todo el mundo, conozco a miles de mujeres, en alguno de mis viajes las encontraré.-

-¿Y si no llegas a tiempo?-

-Confía en mí, llegaré a tiempo.-

La vi sonreír y esa fue la última vez, días antes de que la áspera soga anudara su cuello arrebatándole la vida para siempre. ¡Ya las tenía! Ella tenía las cadenas para atarme, pero yo mismo se las quitaba, y se cierto que ella lo sabía. Recuerdo esa sonrisa y el último beso y me pregunto,¿Por qué ella? Solo había cometido un delito y por eso había pagado con su vida. Yo, en cambio, acumulaba sin fin de ilegalidades y aquí estoy, vivo, disfrutando de cada día, de cada placer, de otras mujeres que no son ella. Pienso en la frase que me dijo al comenzar esa conversación, la última, "Desde el primer día supe que enamorarme de ti era un grave error..", lo sabía, enamorarse de mí, le costó la vida.


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domingo, 23 de junio de 2013

Fragmento El Ladrón de Sueños I: Un sueño para vivir.

Nunca había tenido sueños, siempre había sido un pobre huérfano que había nacido para trabajar, pero un día todo cambió. ¿Por qué no coger prestados los sueños de los demás e intentar cumplirlos antes que ellos?

Esa fue la solución a mis problemas empecé a escuchar los sueños de otros para después intentar cumplirlos. Me hice bailarín, guerrero espadachín y comerciante en mis años de adolescencia, hasta que el sueño de una muchacha me cambió la vida.

 Hacerme sacerdote de Dumi no fue buena idea o tal vez fue la mejor de toda mi vida. Dumi me eligió como su fiel siervo y sin ser Surema me permitió entrar en el mundo anímico, cuidar de sus criaturas e incluso pude conocer a los Redars, los espíritus más raros de toda Thaindor.

¿Quién me diría que lo que se convirtió en un simple juego de un niño solitario iba a hacerle tan importante? Robar sueños se convirtió en mi trabajo, Dumi se alimentaba de éstos para crear sus criaturas y yo tenía que pasearme todas las noches por el mundo anímico esperando encontrar Sunks, la materialización de los sueños de todo el mundo, para llevárselos a mi Dios. Los Sunks podría ser desde objetos cotidianos a criaturas monstruosas pero eso no importaba en poco tiempo me convertí en el mejor ladrón de sueños de la historia y ahora mismo en el único que existe.
Dumi es un Nenkar muy raro y difícil de tratar, por alguna razón le caí bien, y no solo me otorgó poderes inusuales si no que me convirtió en su único Ladrón de Sueños.

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Los Espíritus de los Elementos IV: La elección de los Monolitos.

Aldis intentaba encender una hoguera pero con el fuerte viento del norte soplando con fuerza era una tarea que le resultaba imposible

.-¿Y tú eres el elegido del fuego?-dijo Katla con su tono arrogante que únicamente usaba para el sexo opuesto.“Pobre Aldis” leyó en la mente de Leire. “Siempre aguanta estoicamente los constates ataques de Katla”

Aldis suspiró. “Podría estar durmiendo y no ofrecerme a encender esta estúpida hoguera”

-¿Necesitas ayuda anifan?-

Anifan era el nombre en vardo más despectivo que podía llamar una mujer a un hombre. Ese insulto designa al eclavo por excelencia, aquel que sirve a la reina durante un días y que sella su servidumbre entregándole su propia vida. Aldis no podía sentirse más incómodo ante aquel insulto, su padre había sido un Anifan y había conseguido escapar de su destino gracias a su madre, ambos habían sido repudiados por los vardos y según ellos era lo mejor que les había pasado.

-Puedo hacerlo solo.-

-Quita, lo haré yo.-le dijo Katla apartándolo de un empujón.

 Aldis no se resistió.“Qué lo haga la Asmpa”.Para los hombres vardos la vida era dura y se habían llegado a crear insultos refiriéndose a los distintos tipos de mujeres que podían existir en un reino. A día de hoy podían existir más de un millón de insultos creados por los vardos hacia sus mujeres. Una Asmpa era la típica mujer que cree que todo se le da bien. Leire observó la estampa, parecían un matrimonio. Las escenas de los matrimonios de los humanos en su tierra no distaban mucho de lo que vivía con aquellos dos día a día. No pudo evitar sonreír lo que hizo que Aldis la mirara con cara de pocos amigos. “Suerte que tu zéner es la paciencia” pensó la nórdica. Aldis escuchó aquel pensamiento retumbar en su cabeza y suspiró. “La paciencia es algo que los vardos llevamos en la sangre”.

-¡Hecho!-dijo triunfal Katla al haber conseguido encender la hoguera.-La próxima vez mejor deja que las mujeres hagamos las cosas, vosotros no servís para nada.- “Solo para procrear y viéndolo a simple vista ni siquiera para eso, no es puro”

Aldis escuchó los pensamientos de la varda y su sangre le hirvió de rabia. ¿Quién se creía que era? Intentó canalizar su rabia pero aquello fue imposible, llevaba escuchándola durante todo el día, apenas hacía unos días que se conocían y ya no podía soportarla, era digna reina de los elfos vardos y eso le ponía de mal humor.

-¡Seguro que no le dijiste eso a Evril!-Para los hombres vardos existían unos cuantos iconos de libertad, Efrik, el limpiador de túneles que consiguió que una reina se enamorada de él y renunciara a su trono, Efrén, el hermano de la Farina de la princesa, que escapó de su destino robándole todos los objetos de valor a su hermana, Aldaen, su padre, el vardo anifan que escapó con una humana y Evril, el teriántropo que había conseguido que la mismísima Reina Náyasse, la más cruel y despiadada de todos los tiempos le entregara su reino y se ofreciera a ser su Farina. Una Farina es una compañera que se asignan a las aspirantes a reinas, pueden competir con las mismas aspirantes para llegar a ser  reinas pero a veces pagan un precio muy alto pues si su Erina, a la que acompañan, no las libera de antemano tienen que pagar con su vida cuando la de su Erina llegue a su fin. Evril había conseguido ser el primer rey no vardo y el primero en tener un Farina, él era el mayor icono de libertad. Aldis sabía que Keil, la leona de Katla era su Farina y había sido un regalo de Evril. ¿Qué veían en él para respetarlo?

-¿Qué has dicho?-

-Has abierto las Puertas de las Dennath-dijo Leire al ver como Katla podía fulminar a Aldis con un simple pestañeo.

-¿Has nombrado a Evril con tu lengua mestiza?-dijo Katla acercándose a Aldis desafiante.

-Sí, mi mitad varda es digna de mencionarlo, te guste o no.-

Katla le miró con odio, no podía castigarlo porque no atendía a ninguna ley de un reino vardo y tampoco era un puro al que pudiese considerar su esclavo. Ante sus propias leyes él salía ganando.

-Evril es distinto a ti y distinto a todos los hombres.-

-¡Pues preséntamelo!-exclamó Leire intentando calmar la tensión que había entre ambos hijos de Selani. Katla se giró hacia Leire y contra todo pronóstico le sonrió.

-No creo que puedas imaginarte cuan distinto y perfecto es Evril. Si tenemos un momento entre todo este lío del Elemento Final, podemos viajar juntas a su reino.-le dijo con un tono dulce y melódico muy distinto al que empleaba con Aldis.
Leire sonrió a su compañera. Empezaba a pensar que las elfas vardas eran un poco bipolares o llevaban al extremo la diferencia de sexos. ¿Cómo podía cambiar tan repentinamente de humor? “Es un papel, no puede ser así de verdad” pensó la nórdica.
Katla volvió a girarse hacia Aldis que permanecía en silencio escuchando los pensamientos de Leire.

-Quiero que te quede claro. Evril es descendiente de Selani, lleva su sangre y eso le hace distinto a los demás.-

“Es un teriántropo” pensó Aldis viendo como Katla se daba media vuelta y daba por zanjada la conversación. Estaba claro que no iba a ser fácil viajar con dos chicas y mucho menos cuando una era la elfa varda más purista de todo Thaindor. ¿Qué pintaba él allí? Aldis sacó una manta de su saca y se echó a dormir o al menos a intentarlo.

“Vaya elfa más rara, con lo mal que lo trata y luego es una chica encantadora”
“Duérmete anifan, tus funciones vitales son lo único que sabes hacer bien.”

Los pensamientos de sus compañeras retumbaban en su mente. ¿Quién quería ser un zénere?

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Fragmento de La Reina de los Piratas III: Venganza (Parte II)

Mair andaba a paso ligero por la cubierta del navío blanco. No podía evitar que en su rostro asomase una sonrisa enorme, había conseguido lo que quería, ahora Drake estaba dolido, rabioso y sediento de sangre, era cuestión de segundos que intentara asestar su golpe fuerte, pero no se lo iba a permitir.

Observó a la tripulación, todos iban de negro lo que hacía que contrastase muchísimo con el blanco perlado de la cubierta. Aquellos hombres le erizaban el bello al igual que aquel maldito barco de la muerte. Se apoyó en la barandilla para poder bajar a tierra y vio las calaveras de las que muchas leyendas hablaban. Se decía que La Dama Blanca estaba hecha de huesos humanos de todas las almas que se había cobrado, aquel macabro hallazgo le hizo pensar que como bien había dicho Drake antes lo que las leyendas y mitos cuentan siempre tienen algo de verdad.

Saltó a tierra intentando alejarse cuanto antes de aquel lugar pero una espesa sombra le agarró por los pies y la sumió en una oscuridad extrema. Sintió durante segundos una presión terrible en el pecho que por suerte desapareció cuando justo volvió a tocar lo que le pareció tierra firme. La oscuridad se disipó un poco dejando paso a una niebla espesa. ¿Dónde se encontraba? De repente Drake apareció ante ella, aunque no era el apuesto y albino pirata que él conocía. Ahora tenía el pelo oscuro como la noche, los ojos inyectados en sangre y unos enormes colmillos que casi no le dejaban cerrar la boca. El umbreo que seguramente la había transportado hasta allí se materializó y se colocó justo al lado del pirata demonio.

-¿Dónde está el resto?-preguntó con una voz grave y distinta a la que solía usar.

Mair se echó a reír intentando sacar al demonio, más aún, de sus casillas, si eso era posible.
Drake le cogió del cuello con su mano derecha en la cual habían crecido unas uñas de color negro y afiladas como cuchillas. Apretó haciendo que el joven sintiera un dolor muy intenso y como poco a poco se quedaba sin aire.

-No estoy bromeando. Dime, ¿Dónde está?-

Mair intentó apartar la mano del demonio pero solo consiguió hacerse algunos cortes con aquellas afiladas uñas.
-No…no puedes…-balbuceó.

-No puedo… ¿Qué? ¿Matarte?-dijo Drake para acto seguido soltar al muchacho con tana fuerza que cayó de espaldas en aquel terreno de sombras espesas.

Mair se echó las manos al cuello que le dolía y ardía como si se lo hubiesen abrasado. -Un Príncipe no puede…-tragó saliva sintiendo como su garganta se resentía al hacerlo y frunció el ceño al ver que el dolor se incrementaba.

-Lo sé, me sé las estúpidas reglas de la puta Asamblea mejor que tú pedazo de escoria.-gritó enfurecido el íncubo.

Se acercó a Mair y le agarró la barbilla, le alzó la cabeza para que pudiera mirarlo a los ojos y continuó hablando mientras el joven aún intentaba aguantar con entereza el gran dolor de su cuello y el que ahora le causaba en la barbilla. La piel de un demonio furioso quema como el peor de los fuegos.

-Sé que no puedo matarte fuera de mi territorio, pero…-Drake acercó su rostro al del muchacho para susurrarle al oído.-Este es mi hogar, aquí nací, crecí y volveré cuando mi cuerpo se debilite lo suficiente para seguir habitando Kartia.- El demonio estiró su otro brazo mostrándole aquel mundo de niebla y oscuridad en el que solo se encontraban ellos tres.


Aquel mundo vacío, con escasa luz y abundante niebla deprimió como por arte de magia al chico.

-Kartia es solo donde vivo y los mares del norte son mis dominios, este es mi hogar, donde está mi gente.- Drake chasqueó los dedos y cuatro preciosas muchachas desnudas por completo aparecieron. Mair las observó, tenían una belleza sobre humana, una larga cabellera azabache, los ojos rojos, colmillos afilados, garras de color oscuro como las de Drake y grandes senos capaces de hipnotizar a cualquier varón, pero lo que las distinguía por completo eran sus alas demoníacas parecidas a las de un murciélago y su cola acabada en punta. ¡Eran súcubos! La contraparte femenina de los íncubos, raza a la que Drake pertenecía.

Dos de las chicas se dirigieron hacia el neya que permanecía impasible esperando las órdenes de Drake. Al sentir a las demoníacas féminas la poca luz que había en la estancia se hizo más tenue, como si los poderes de aquel neya umbreo se hubiesen desatado. Una de ellas le quitó el pañuelo negro que cubría su boca mientras la otra le apartaba la capucha dejando visible el rostro del neya segundos antes de que desaparecieran entre espesas sombras. Irónicamente era albino al igual que Drake.

Las otras dos mujeres se colocaron justo al lado de Drake, éste soltó la barbilla del chico. Y se acercó a uno de los súcubos para acto seguido besarlo apasionadamente. Las lenguas de ambos demonios se rozaban fuera de sus bocas por instantes y comenzaban a derramar sangre. ¿Qué excitación podría causarles eso? Se preguntó Mair al ver que el íncubo repetía la misma operación con el otro súcubo mientras el primero relamía la sangre que quedaba en sus labios. Sintió náuseas y pensó que iba a vomitar. ¿Era eso lo que le ocurría a una humana cuando un íncubo la besaba? De todos era sabido que aquellas criaturas sobrevivían a base de mantener relaciones sexuales con cualquier mujer u hombre de Kartia, sin importar la raza a la que pertenecía. ¿Succionaban su vitalidad a través de la sangre como los vampiros, sus primos hermanos? Mair intentó borrar de su mente aquella imagen y no le costó cuando Drake se acercó y volvió a cogerle de la barbilla causándole aquel terrible dolor que por segundos había olvidado.

-Son ambas para ti. Disfruta de dos súcubos sin temer por tu vida ni espíritu, pero a cambio…-
Drake se calló de repente y miró fijamente a Mair a los ojos. Ambos mantuvieron la mirada durante unos segundos que al joven le parecieron eternos.

-¿Cómo lo haces?-preguntó el demonio enfadado a la par que intrigado.

-¿El qué?-preguntó Mair apretando los dientes para evitar mover su dolorida mandíbula.

Drake le empujó con fuerza haciendo que nuevamente cayera de espaldas.

-Ningún hombre puede mirarme a los ojos. ¿Por qué tú sí?-

Mair sintió como su corazón se aceleraba, su arma secreta con la cual pensaba vengar a su padre podía ser descubierta en aquel instante. Si eso ocurría todo su plan vengativo se acabaría, todo por lo que había luchado terminaría. Necesitaba ver a Drake suplicando por su vida, necesitaba verlo hundido en la peor de las miserias.
El joven tragó saliva sintiendo como la garganta le ardía y en un acto burlón y muy temerario empezó a reír.

-¿De qué te estás riendo?-

Drake se acercó al chico y le agarró con fiereza de la media melena que empezó a chamuscarse. –¿Acaso eres como los del Flamenco Rosa o La Puta Dorada?- La sonrisa pícara se dibujó en el rostro del íncubo.-Ellos sí pueden mantenerme la mirada, desean con fervor que un demonio como yo les cumpla todas sus fantasías homosexuales como si no hubiese un mañana por el que luchar.-

El demonio le soltó. Mair se echó la mano a la cabeza esperando no haberse quedado calvo, por suerte, su media melena seguía intacta aunque muy caliente.

-Siento decirte que no me alimento de follarme culos.-

Drake se echó a reír y los súcubos lo acompañaron creando una macabra sinfonía. Después cogió a uno de ellos y lo acercó a Mair.

-Mírala a ella-

Mair intentó evitar hacerlo pero el súcubo se acercó y con una delicadeza extrema le cogió con ambas manos de la cara impidiendo así que pudiera apartar la vista. Al igual que había hecho con Drake aguantó la mirada aunque se le hizo más llevadero porque la piel de aquella criatura le reconfortaba.

-¡Eres más vicioso de lo que pensaba pequeño Mair!-dijo Drake al ver que podía aguantar la mirada del súcubo.-

¿Quieres acaso que yo me ofrezca en el lugar de una de ellas para que a cambio me des los restos de Lady Berns?-

Mair negó con la cabeza.-Te equivocas por completo…-se echó la mano al cuello y comprobó que las quemaduras y el dolor se habían disipado con el tacto del súcubo.-…tú y yo nos parecemos más de lo que te crees.-

Los ojos de Drake se volvieron de un rojo más intenso.

-¿A qué  te refieres?-

-Tenemos muchas cosas en común.-

-¿Qué cosas?-

-Ambos fuimos Príncipes muy jóvenes.-

Drake sintió que volvía a reírse de él y se abalanzó sobre el joven.

-¡Espera!-

Drake se quedó quieto.

-Hagamos un trato Arthur.-

Mair pudo escuchar como la sangre del íncubo hervía en su cuerpo al escuchar su nombre.

-No me fío de ti. Los tratos los ofrezco yo, te he dado mi mejor propuesta. ¿La tomas o la dejas?-

-Sólo escucha el trato y si no te interesa pues lo descartamos.-

-Procede.-

-Te ofrezco los restos de Laisani pero a cambio deberás esperar a la próxima reunión de la Asamblea para que te confiese todo lo que tenemos en común.-

Mair guiñó un ojo en un gesto de ficticia complicidad con su locutor.

-¿Por qué en la próxima Asamblea?-preguntó desconfiado el íncubo.

-Eso es algo que no te puedo decir ahora. Te aseguró que sabrás el porqué ahora no es el momento.-

Drake se quedó pensativo. Poco a poco sus ojos se tornaban del color azul gélido habitual, su pelo recuperaba su tono plateado y sus garras y colmillos empezaban a desaparecer. ¡La fiera se está calmando! Pensó Mair.

-Te ofrezco otro trato.-

-Escucho.-

-Me das los restos de mi amada y me cuentas ahora mismo tus secretos a cambio yo te saco de aquí.-

-¡Oh,Drake!¡Qué injusto eres!-

-Te estoy ofreciendo salir de aquí. ¿Sabes acaso dónde te encuentras?-

Mair asintió.-No hay que ser un iluminado para saberlo.-bromeó.

-Del Plano Umbrío solo puedes salir con la ayuda de un umbreo o un demonio.-

-Lo sé, pero tu trato sigue siendo injusto. Yo te ofrezco dos cosas y tú a cambio me sacas de un lugar al que me ha traído tu siervo.-refunfuñó puerilmente.

-¿Lo tomas o lo dejas?-

-¡Vamos Drake! Me tomé la molestia de coger los tristes huesecitos de tu amada jugándome el pellejo en ello. ¡Sé más justo conmigo!-

El aspecto del íncubo volvió a cambiar en cuestión de segundos y los súcubos comenzaron a bufar como gatos asustados.

-También destrozaste su cráneo ante mi atónita mirada y en mi propio barco.-dijo agarrando al muchacho de uno de sus brazos y causándole un dolor más insoportable que el anterior.

-Mira el lado bueno…ahora será más fácil de incrustar en tu preciado navío. Puedes poner un trocito en cada camarote.-dijo burlón sabiendo que sus palabras provocarían que la ira del pirata aumentara.

-¡Púdrete aquí insolente!-

Dicho esto Drake le soltó el brazo y se dio media vuelta. Los súcubos se acercaron a él en un intento de consolarlo pero éste al igual que ellas habían hecho antes les bufó y desapareció entre las sombras, acto seguido las mujeres demoníacas desaparecieron también.

Mair se miró el brazo. Tenía una herida terrible, ya ni siquiera sentía dolor, lo que no era una buena señal. A pesar de haberse quedado allí encerrado y probablemente de estar a punto de perder un brazo sentía la satisfacción y la alegría recorriéndole el cuerpo de arriba abajo. ¡Qué fácil de manipular eres para ser un demonio!

No sabía cuanto tiempo había esperado allí pero se encontraba mareado, solo y aburrido cuando el siervo de Drake vino a buscarle. La sombra espesa volvió a envolverle y nuevamente tras sentir la presión en el pecho volvió a aparecer en tierra, en Puerto Resquicio.

-Mi capitán acepta su trato. Ahora deme a Lady Berns-

Mair empezó a reír a carcajadas. Sabía que el amor por aquella prostituta impediría que el íncubo pudiera vivir sin sus restos.

-Dile a tu capitán que no hay trato.-dijo aún entre risas.-Los restos de Lady Berns están bajo el agua, los arrojé yo mismo antes de venir aquí. ¡Qué los encuentre si tan buen pirata es!-

Los ojos pálidos del umbreo le miraban con odio, como lo haría Drake. El neya desapareció sin mediar palabra. Mair se echó a reír.

-¡Eso es por mi madre Drake!-


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sábado, 22 de junio de 2013

Fragmento de La Reina de los Piratas III:Venganza

-¿Sabes qué es esto Drake?-le dijo mostrándole el cráneo de Lady Berns.


-¡Es imposible!-exclamó él.


Mair se echó a reír.


-Pásate por Puerto Arrecife, el esqueleto que avisa a los de nuestra calaña que ahí no somos bienvenidos ahora ya no está.-


Drake abrió como platos aquellos ojos de hielo que tantos hombres temían y miró fijamente el cráneo. ¿Era el de su amada? ¡No! se negó a si mismo en silencio. Era imposible que aquel joven hubiese podido robar el cuerpo que los Puros habían usado durante años para alejarlos de sus dominios.


-¿Que barrunta esa cabeza endemoniada? ¿Teme el siervo blanco del infierno estar ante los restos de la mujer que tanto amó, esos restos que anhela desde el día en el que ella pasó a ser guiada por los Jinetes?-


Drake torció el labio intentando aguantar la rabia que le recorría el cuerpo. ¡Cuan arrogante era aquel insolente e injustamente nombrado Príncipe!


-Un hijo de Banenkars no teme a nada.-dijo el íncubo manteniendo la calma.


Mair rió a carcajadas.


-No seas tan mentiroso señor Drake, ambos sabemos que se te da mal fingir en cualquier ámbito. Eres visceral, impulsivo, pasional y temeroso. Por eso mandaste aniquilar a dos Príncipes, temes absolutamente todo lo que pueda ser mejor que tú y sobretodo temes a algo que jamás podrás controlar...- Mair se acercó al íncubo y le dio con su dedo índice un par de golpecitos en el pecho, justo donde se sitúa al corazón.-...Temes lo que éste pueda sentir por otra persona.-


Drake le miraba impasible, frío como los mares que le pertenecían.


-Por eso jamás se lo dijiste, el amor te hace débil. Consentías que todas las noches piratas, nobles e incluso borrachos se acostaran con ella, la profanaran de todas las formas posibles con fantasías sexuales que serían duras incluso para un íncubo como tú. ¿Todo esto por qué?...-


El joven comenzó a andar alrededor del albino con la calavera de aquella pobre mujer en la mano y mirándola a los ojos prosiguió a responder a aquella pregunta, sabiendo que el demonio no lo haría. -Por qué ella te hacía sentir débil, le mostrabas el cariño justo para tenerla contenta, eras buen amante, buen cliente y sobretodo un buen amigo con él que ella se sentía a gusto. Pero eso no le bastaba, ella en su fuero interno te pedía más y tu cabecita de demonio lo sabía, lo sentía. ¡Oh Drake! Sabemos todos que los pensamientos de las mujeres son algo que jamás se te escapan, puedes leer la mente de toda mujer que te ama, puedes sentir sus deseos, sus anhelos y sobretodo puedes cumplirlos. ¿Qué te llevo a no cumplir los deseos de la pobre...? ¿Cuál era su nombre de pila?-


El joven se paró frente al Demonio Blanco y golpeó tres veces la calavera como si intentara que ésta le dijera su nombre. Drake sintió asco y no pudo evitar reflejarlo en su rostro.


-¡Ah sí! Laisani, ¿Verdad? ¿O te gusta más que la llame Laisi? ¿Así solías llamarla tú verdad?-


Drake sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y se estremeció. ¿Cómo sabía todas esas cosas? Los sentimientos de ella hacia él, lo que ella sufría cuando no estaba a su lado, y aquel nombre. Laisi era el nombre cariñoso que él le había puesto, era algo que solo ella y él conocían al igual que...


-¿Qué ocurre Arthur? Parece que hayas visto un fantasma-dijo moviendo la mandíbula de la calavera y poniendo un tono burlesco, para después volverse a reír a carcajadas de aquella macabra broma.


Drake no salía de su asombro. Sabía también su verdadero nombre, Arthur. Solo Laisi lo conocía, solo ella le llamaba así, ni siquiera a su actual mujer le consentía tal privilegio. Miró la calavera detenidamente. Los huesos pueden hablar de lo que antaño fue la persona, cualquier óseomante podía hacer una lectura de los recuerdos de un esqueleto , era sencillo. Pero si eso era cierto, si aquella información la había sacado del cráneo, no cabía duda de que se trataba de su amada, de los anhelados restos de su amada.


Mair comenzó a tararear una canción pirata mientras fingía bailar con la calavera.


-¿Qué quieres a cambio?-se pronunció Drake haciendo que el joven dejara de bailotear.


-¡No me lo puedo creer! ¿Tan importante son unos huesos para ti?-


Drake permaneció en silencio esperando una respuesta a su pregunta.


-¡Quédatela Drake! Yo no quiero esto.-le dijo tendiéndole la calavera.


El pirata albino intentó cogerla pero el chico rápidamente la apartó.


-Aunque, pensándolo bien... No puedo rechazar una oferta ta suculenta. ¿Qué estás dispuesto a darme Arthur?-


Drake se mordió el labio al escuchar su nombre pronunciado por aquella chirriante voz.


-Lo que pidas. Tengo mucho dinero, muchos tesoros, joyas, incluso puedo regalarte una isla o un nuevo barco, ambos sabemos que El Alma Azul es un buque de pescadores.-


Mair se rascó la barbilla pensativo.


-Te daré lo que sea, pero quiero cada uno de los huesos que pertenecieron a Lady Berns.-apuntilló Drake.


El joven continuó pensando unos instantes más.


-Es cierto, tienes muchas cosas que me interesan pero... un nuevo barco me iría genial. Un barco con un nombre que infunda temor allá por donde vaya, un barco que incluso las sirenidas teman, un barco tripulado por neyas umbreos...-


Drake empezó a intuir lo que aquel loco iba a pedirle...


-Dame a La Dama Blanca y tu dama por fin volverá a ti.-


...su barco, regalo del mismísimo Nuru, tripulado por fantasmas, umbreos y criaturas del abismo, uno de los siete barcos creados para recoger almas, que el mismísimo Dios le había arrebatado a su Corsario más temido, La Desaparición.


-Siento decirte que es un trato que no puedo cumplir, La Dama Blanca tiene vida propia y solo reconoce a un capitán.-dijo sonriendo pícaramente. Era cierto que aquel barco únicamente le obedecería a él pero había algunas opciones para poder hacer que otro lo tripulara, obviamente no pensaba desvelárselas, eso era algo que solo Nuru y él sabían.


-¿Es cierto que perteneció a La Desaparición?-preguntó el joven como si no hubiese escuchado la negación del albino pirata.


Drake suspiró entre risas.


-Muchas leyendas se cuentan acerca de mi amada Dama, desde que es una Diosa hecha navío hasta que perteneció a uno de Los Corsarios de la Muerte.-


-¿Cuáles son ciertas?-


-Verdaderamente todas tienen algo de ciertas, las leyendas siempre tienen una base real ¿No crees?-


-¡Quiero La Dama!-inquirió el joven.


-¡Imposible! Pide otra cosa-


-La Dama o no tendrás a Laisi-


Sintió una punzada en el corazón al escuchar como pronunciaba el nombre de la única mujer a la que había amado. Sentía cada ápice de su voz pronunciándolo como puñaladas en su frío corazón de demonio.


-No puedo, La Dama solo me obedece a mí, tendrías un barco inservible para navegar.-


-Drake ,Drake, Drake. Estás acabando mi paciencia y cuando ésto ocurre cosas muy malas suceden.-


Había oído hablar de las atrocidades que aquel joven había llegado a cometer pero ninguna le daba ni un poco de miedo. No se mata a un íncubo como a cualquier pirata y las torturas no son nada comparadas a las sufridas en su entrenamiento en los Infiernos.


-No te temo Mair, tú ni siquiera eras un pensamiento en la mente de tus progenitores cuando yo me alcé con el título de Príncipe del Norte. ¿Crees que batirte en duelo conmigo hará que salgas ganando?-Drake se echó a reír.-Eres un ingenuo, te queda mucho por aprender.-


Mair se empezó a reír con él algo que desconcertó un poco al albino.


-Crees que eres perfecto Drake, pero tienes un defecto muy grande, tan grande como tu mismo ego. Tu mayor defecto es que te crees superior a todos y tiendes a subestimar a tus adversarios. ¡Gran error Drake!-dicho esto en cuestión de segundos y ante la atónita mirada del demonio, sacó su hacha de abordaje, puso el cráneo en la mesa del capitán ególatra y le asestó un fuerte golpe haciéndolo añicos.


-¡No hay trato Drake!-dijo antes de salir por la puerta del camarote para volver a su barco.


El demonio se quedó paralizado unos instantes sintiendo como la rabia se apoderaba de su cuerpo. Su ojos de hielo se tornaron del color del fuego y su pelo empezó a oscurecerse como la noche.


-Afir dam aahj-gritó con tanta fuerza que de seguro lo escucharon hasta los borrachos en la taberna de Puerto Resquicio, donde tenía atracado el barco.


Un umbreo se presentó de inmediato ante él materializándose a través de un portal de sombras abierto desde el suelo.


-¿Ah um Frean?-


-¡Kull der sillx istaz!-


El idioma del abismo estaba prohibido en Thaindor, muchas leyendas rezaban que a cada uso de éste un poco del mundo moría, pero al incubo le importaba poco estar blasfemando con aquella lengua, la de su hogar, con su lengua materna, la única que le otorgaba poderes sobre la tripulación y su navío.


El umbreo se volvió a marchar por el mismo portal de sombras que había creado, dejando así a su furioso capitán solo. Drake miró los trocitos a los que había quedado reducida la calavera de su amada. Mair sabía cuan importante era para él poseer esos restos, que valor los íncubos y criaturas de los Siete Infiernos les daban a los huesos. Ahora lo entendía todo. Aquel insolente lo había planeado así, se había adelantado a sus pensamientos y había jugado con él.


Cogió con rabia unos cuantos fragmentos de hueso y los apretó con fuerza incrustándolos en sus pálidas manos y haciendo que su sangre roja como el fuego del abismo brotara. Sentía una rabia descontrolada, una tristeza abrumadora y una impotencia insultante. Como algo inusual en él y en cualquier demonio Drake se echó a llorar. De sus ojos antes de hielo comenzaron a caer lágrimas de sangre. Cualquier criatura en todo Thaindor sabe que jamás se debe hacer que un demonio llore sangre, pues caro es el precio a pagar por ello. No era la primera vez que al incubo le hacían eso ni tampoco era la primera que un Engel lo hacía.


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La Reina de los Piratas III: Venganza by Lidia Rodríguez Garrocho is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.