martes, 26 de noviembre de 2013

Fragmento de El príncipe de fuego y la princesa de hielo Parte I

El príncipe de fuego y la princesa de hielo se miraron fijamente a los ojos en la sala de los espejos. Se amaban desde hace años pero sabían que su amor era imposible. Desde hace cientos de años El Reino del Fuego y el Reino del Hielo han permanecido en constante guerra, sus reinos eran enemigos y jamás aceptarían su unión. Pero eso no era lo único que les impedía estar juntos. Sus cuerpos, sobretodo el de la preciosa princesa era incapaz de permanecer junto al de él, un leve contacto hacía que ella sufriera el peor de os dolores, la simple presencia del príncipe le causaba fuertes dolores. Un beso, un abrazo, una caricia , gestos de amor que toda pareja enamorada se ofrece era algo que ellos dos no podían darse. Él la podía matar de un abrazo o si permanecía el tiempo suficiente con ella.

Y por eso se encontraban allí, en la sala de los espejos del oculto Castillo del Olvido, uno de los siete castillos ocultos de toda Kartia, que reinan cada uno de sus planos y el Limbo. Éste como su nombre indica era el castillo del temido Limbo.

Ambos mantenían la mirada. Él pudo observar como ella intentaba ocultar su dolor, comenzaba a sufrir a su lado, algo que el príncipe odiaba con todas sus fuerzas. Debían estar seguros de lo que iban a hacer, les había costado mucho encontrar ese lugar y sabían las consecuencias que conllevaría cruzar los espejos hasta el lugar donde las almas son olvidadas. Allí podrían vivir juntos, podrían amarse, podrían hacer lo que toda pareja enamorada hace, a pesar de que ello conllevara que ambos fueran olvidados para siempre en Kartia.

-Estás preparada...-le susurró él.

Ella asintió y le sonrió. La sonrisa más sincera y bella de la que los dioses han sido testigos, la sonrisa de una chica enamorada que ve cumplido el mayor de sus sueños. Se dieron la mano apretando con fuerza y sin mediar palabra cruzaron los espejos.

Nadie volvió a recordarlos, nadie tan si quiera sabía de su existencia hasta que una pequeña niña nacida de un roble, con el don de albergar cada uno de los recuerdos de Thaindor y sus habitantes, comenzó a hablar de ellos para traerlos de vuelta del Limbo. La pequeña contaba la historia del príncipe de fuego y la princesa de hielo a todo aquel que conociera, poco a poco y gracias al boca a boca la historia se conoció en toda Kartia, todos se conmocionaron con la preciosa historia de amor que les había llevado a algo peor que la muerte, incluso muchos Dioses lloraron por ellos, pero pese a lo que mucho creían aquello no fue en vano.

De repente volvían a estar allí en la sala de los espejos. Habían pasado cientos de años desde que habían cruzado hacia el lugar del olvido, y en todos ellos habían estado solos, ni siquiera habían podido encontrarse y sufrir juntos el dolor que era que todos te olvidaran. Su plan había fracasado  y habían perdido un tiempo valioso. La princesa cayó al suelo de rodillas y comenzó a llorar. En ese instante supo que jamás podrían estar juntos. Él tenía el corazón destrozado, la miró detenidamente, podía ver cada pedacito de su alma, roto, desesperado, triste, y no lo podía soportar. Sin mediar palabra, se marchó dejándola allí, sola, con el alma hecha trizas.

Durante siete días y siete noches ella permaneció en aquella sala, llorando y maldiciendo su destino. Pensó varias veces en volver al Limbo, en darle a él la oportunidad de vivir, pero no tuvo la fuerza suficiente de volver para sufrir lo que había sufrido durante años en aquel lugar. En la mañana de octavo día después de su regreso, la princesa recogió cada pedacito de su alma y los guardó bajo una enorme capa de hielo en su corazón, solo entonces, pudo marcharse de aquel lugar.  Volvió al único lugar donde podía estar, donde sería bien recibida y donde podría ser útil, volvió al Reino del Hielo. Lo que encontró allí no fue lo que ella esperaba. La aldea del hielo estaba destruida, el castillo del hielo había sido derretido para después congelarse en el peor de sus estados, paredes destruidas, salones destrozados, estatuas, reliquias, todo hecho una dura placa de hielo que atrapaba en su interior a miles de cadáveres de ambos reinos. Entonces lo comprendió todo. Sin ella el reino era débil y había sucumbido ante su eterno rival. Vio el humo del volcán Eldur y sintió rabia, el reino del fuego había conseguido lo que llevaba queriendo desde hacía cientos de años. Apartó la mirada para centrarla nuevamente en su castillo y fue entonces cuando le vio, erguido como si él no hubiese soportado esa guerra, como si nadie fuera capaz de destruirlo, allí estaba el trono de hielo que antaño había estado situado en lo más alto del castillo. Ahora, aunque a ras de suelo, lucía como un rayo de esperanza. Sin dudar un instante se acercó a él y se sentó sintiéndose triunfante ante tanta desolación. Y fue entonces cuando comprendió su destino, jamás podría estar junto a su príncipe, jamás serían felices, ni juntos, ni separados, aquella vida no les pertenecía y no podrían vivirla como ellos deseaban. Cerró los ojos y con una sonrisa en el rostro se fundió con el trono haciendo una única placa de hielo, como si de una estatua se tratase. Allí permanecería, indestructible recordando que la vida o siempre le pertenece a uno y sonriendo por haber aceptado de una vez aquella terrible premisa.

Pasaron los meses y el cuerpo congelado de la princesa permaneció intacto fundido con el trono del que había sido su reino, hasta que el príncipe volvió a por ella. Besó su mejilla y lloró sobre sus rodillas durante siete días y siete noches hasta que ella volvió. La sonrisa que durante todo este tiempo había adornado su rostro se borró de inmediato al verle, no porque no deseara que estuviera frente a ella, si no porque una vez más algo le indicaba que se podía luchar frente al destino impuesto.

-Visité al chamán y me dijo que la respuesta está en uno de los Siete Castillos.-le dijo él mirándola esperanzado.

El muro de hielo que protegía su alma rota se derritió por completo y levantándose del trono mirando fijamente a su amado, le instó para ir a buscar otro castillo.

Tardaron años en encontrar el segundo castillo oculto, éste era el Castillo de los Astros. El chamán les había aconsejado éste porque en él sus almas podrían vivir juntas sin importar su cuerpo, podrían besarse, amarse, y vivir la vida que siempre habían querido,y parecía que por fin todo aquello iba a hacerse realidad.

Permanecieron en silencio ante sus enormes puertas.En el momento que las atravesaran sus almas poco a poco se despegarían de su cuerpo y si conseguían encontrar la Sala de las Estrellas, podrían por fin, cumplir con el mayor de sus sueños. Y tras mucho sufrir en aquel castillo, allí se encontraban en la Sala de las Estrellas, observando cada una de ellas, si se acercaban lo suficiente podían ver a las grandes escritoras escribir cada uno de los destinos de los habitantes de Kartia. La princesa busco a su Dasta, su escritora , y allí la encontró con su pluma única observándola, esperando a que actuara. Se asustó y se apartó rápidamente de la pared estelar topándose con su amado que estaba enfrascado en la búsqueda de su Dasta. El golpe lo alertó e hizo que cesara su búsqueda.

-¿Tienes miedo?-le preguntó en un tono dulce mientras la acariciaba sin tocarla.

La princesa asintió y cogiendo la mano del príncipe le obligó a acariciarla. El dolor recorrió su cuerpo mezclado con un tremendo placer de haber sentido a su amado.

-¡Hagámoslo ya!-dijo ella deseosa de poder sentir esas caricias sin que fuese una tortura dulce.

Volvieron a cogerse de la mano y atravesaron la pared estelar para después volver nuevamente a la sala de donde habían venido,aunque esta vez de forma astral. Ambos vieron sus cuerpos sin vida, sin alma en el suelo de la sala, les impactó pero el deseo de abrazarse y tocarse fue superior. Rápidamente los príncipes comenzaron a tocarse, a besarse, a sentirse el uno al otro, algo que hasta ahora había sido prácticamente imposible. La pasión les dominó y durante siete noches y siete días se entregaron al placer de sentirse uno, de hacer el amor.  Pasaron los años y ellos mismos se proclamaron los príncipes de ese castillo, construyeron en él una sala que albergaría el cuerpo de cada uno, protegiéndolo así de cualquier intruso. En la sala de fuego, yacía el cuerpo del príncipe, y obviamente en la del hielo, el de la princesa. Vivieron felices durante todo ese tiempo haciendo lo que siempre habían deseado hasta que poco a poco, las caricias cada vez eran menos placenteras, los besos menos sabrosos y  hacer el amor menos mágico. Sus almas llevaban demasiado tiempo separadas de sus cuerpos y empezaban a perder el placer sensorial que éste les ofrecía. Sus almas se amaban y podían disfrutar de ello, pero sus cuerpos estaban totalmente separados y les impedía sentirse. La princesa volvió a entristecer y el príncipe sintió como tanto su corazón como el de ella se volvían a romper. Él se sentía frustrado, había vuelto a fracasar y volvía a verla triste, desconsolada. No existía mayor dolor para él que verla de aquella forma. Sin decir ni una palabra, se marchó a buscar ambos cuerpo, el de su amada y el suyo y volvió a llevarlos a la Sala de las Estrellas, después cogió la mano de su amada que yacía de rodillas en la sala del trono y la llevó junto a los cuerpos. Ella comprendió en seguida lo que él le estaba proponiendo. Se enjugó las lágrimas y dándole la mano volvieron a cruzar la pared para que sus almas volvieran a sus cuerpos.

Y ahí volvían a estar, sin poder besarse, sin poder tocarse. La desesperación comenzaba a hacer mella e ambos y podía verse a simple vista. El pelo rojo intenso del príncipe poco a poco se apagaba y los preciosos ojos azules de ella se volvían cada vez más blancos y apagados. Incluso la belleza que había caracterizado a los dos príncipes les comenzaba a abandonar, pero a ellos no les importaba, pensaban luchar hasta el final de sus días, hasta que los Dioses quisieran.

Nuevamente comenzaron una nueva búsqueda esta vez para encontrar el Castillo de la Noche, donde tal vez Caín podría ayudarles.

...continuará.

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El príncipe de hielo y la princesa de fuego by Lidia Rodríguez Garrocho is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Internacional License.

1 comentario:

  1. Miedo me ha dado cuando no podía comentar desde el móvil >< pero por aquí sí, como siempre *^* me ha encantado...

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