jueves, 16 de enero de 2014

Mito de las Dastas y las lluvias de estrellas.

Hace miles de años, antes de que las Dastas escribieran el destino de Thaindor, las estrellas, nacidas de cada muestra de amor del Sol a la Séptima Luna, tenían el don de conceder deseos.

Las estrellas eran enviadas a Kartia para que bendicieran con su don a los habitantes y les dieran prosperidad y suerte.

En Kartia existía unas islas que eran famosas por la cantidad de estrellas fugaces que caían en ella. Fue tan grande la fama que se llamaron Las Islas de las Estrellas e incluso varios reino se pelearon por quedárselas. Solo un reino humano consiguió tal hazaña, creando en la isla más grande,Hinn, la ciudad más próspera de su reino. Todos sus habitantes poseían su estrella fugaz, cumpliéndoles sus deseos y dándoles suerte. Todos excepto Aidil una pequeña niña de tan solo siete años. Aidil lloraba todos los días y suplicaba tener una estrella, pero jamás podía conseguir una. Cada vez que una estrella caía en Hinn alguien la veía antes que ella haciendo que fuese suya.

Las estrellas eran seres delicados, como las hadas y los duendes, caían desde la bóveda celeste a Kartia iluminando todo a su paso con lo su polvo estelar. Una vez que caían se convertían en una piedra redonda, fea, de color oscuro y tacto desagradable. Solo el amor podía convertir una piedra fea en la más bonita de las estrellas. Se debían decir palabras bonitas todos los días para que dicha piedra se iluminara y con el amor suficiente la piedra ya iluminada del todo se abría dejando nacer a la preciosa estrella. Un ser muy parecido a las hadas, con sus mismas alas pero con dones distintos. Estas hadas desprendían polvo de estrellas, poderoso y curativo, brillaban en la oscuridad, traían suerte y prosperidad y lo más importante concedían deseos.

Aidil creció infeliz y viendo como sus hermanas, primas, amigas conseguían lo que ella tanto anhelaba. ¿Por qué yo no puedo tener mi estrella? Se repetía una y otra vez la pobre muchacha. Se pasaba las noches en vela esperando su amada estrella pero nunca llegaba. Tenía ya veinte años cuando se dio por vencida, cuando pensó que ya jamás podría tenerla.

Miles de leyendas se contaban son las estrellas pero la más sonada era que si pasada la mayoría de edad no habías recibido una estrella jamás podrías recibir una. Aidil siempre había creído que muchas de las leyendas que se contaban eran falsas, algunas incluso se contradecían, pero esa en concreto la creía a pies juntillas. Con su veinte cumpleaños supo que jamás podría tener una estrella.

Pero el destino es caprichoso y no todas las leyendas certeras. Una noche, mientras lamentaba su desdichada vida por fin la encontró. Vio como su estrella descendía por el cielo hasta caer junto a sus pies. Vio como su luz se apagaba y quedaba la fea piedra en forma de pelota que todos le habían contado. Cuando se enfrió la cogió y la besó mientras pensaba en lo mucho que la iba a amar. Rápidamente marchó a su casa y comenzó a contarles a sus familiares que por fin tenía una estrella. La reacción que ellos tuvieron no fue la que ella deseaba.

Todos comenzaron a decirle que ella no se la merecía, que había cumplido la mayoría de edad y no debía poseer una. Que la estrella que había encontrado era de su hermana Dakial que no poseía ninguna y era mayor que ella. Aidil se negó a entregarle la estrella a su hermana. Dakial jamás había deseado una, nunca la había querido y ahora cuando se había dado cuenta  que jamás podía tenerla era cuando deseaba una. En cambio Aidil la había deseado desde muy pequeñita. Durante todos los días no paraban de recordarle que esa estrella no se la merecía, que no debía tenerla, era tal el acoso que Aidil sufría que ni siquiera tenía tiempo de decirle cosas bonitas a su estrella.
Tardó mucho en conseguir que esta comenzara a brillar un poco, lo que hizo que se ilusionara, pero esta ilusión duraría poco cuando se vio rechazada por todos. Todos la miraban mal, le negaban el saludo, la palabra e incluso la insultaban y escupían al verla.
Aidil cayó en una terrible depresión y una noche se encerró en su cuarto y deseo algo de lo que se arrepentiría toda su vida. Deseo la muerte de su estrella. Al día siguiente Aidil se despertó y vio la piedra abierta, dentro de ella no estaba su preciosa estrella brillante, alegre y simpática, solo había el cadáver putrefacto de un ser diminuto. Su estrella había muerto.

Todos volvieron a quererla, a dirigirle la palabra, a decir que era la mejor chica del mundo, pero ella, ella se sentía vacía. Durante dos años sufrió en silencio ese vacío, el dolor insoportable de haber perdido lo que más quería en su vida, hasta que un día decidió dar fin a su desdichada vida.
Aidil subió al Monte Estelar, el más alto de toda Hinn y allí escribió con unas letras enormes en el suelo un mensaje, acto seguido se clavó un puñal y dejó que su sangre rellenara las letras del mensaje. El mensaje decía "LO SIENTO. TE QUERRÉ POR SIEMPRE DASTA". Junto a su cuerpo se encontraba el cadáver de la pequeña estrella a la que ella había llamado Dasta.

La desgracia ocurrida a Aidil se conoció en todos los continentes de Kartia, e incluso llegó a las mismísimas princesas de las estrellas. Que desde lo más alto del firmamento podían ver aún la sangre de la joven pidiéndole perdón a su estrella. Alessa una de las princesas se quedó conmocionada ante aquella historia y aprovechando que ella vivía en Kartia marchó a Hinn a conocer lo que todo el mundo contaba, que la sangre y el cuerpo de la joven y su estrella, a pesar del tiempo, jamás se deterioraban y permanecían allí como si el tiempo no pasara por ellos.

Alessa sintió un fuerte dolor en su corazón al ver a la joven. Pero Alessa había sido bendecida en su nacimiento con el don de la videncia, ella conocía todo el futuro de Thaindor y sabía que el sacrificio de Aidil no había sido en vano. Besó el cuerpo de la joven convirtiéndolo en cristal, pero no en uno cualquiera si no en uno donde albergaría todo su conocimiento sobre el destino de Thaindor. Todo el que mirara a través de él vería el futuro. Alessa se acercó a la sangre de la joven y la roció con polvo de estrellas haciendo que se concentrara en una bola de color rojo brillante. La princesa cogió la bola y la introdujo en el cuerpo cristalizado de Aidil.

"Cada lágrima de sangre que derrames será una Dasta, una escritora del destino que se dedicará con tu sangre a escribir el futuro de cada habitante de Kartia"

Dichas esas palabras de los ojos cristalizados de Aidil salió la primera lágrima de sangre. Alessa cogió la lágrima segundo antes de que solidificara, la roció de polvo de estrellas y la colocó junto al cadáver de la estrella de Aidil.

"Tú, Dasta,serás la primera escritora del destino de Kartia y de toda Thaindor, serás la primera de las Dastas, la primera hija de Aidil. Mirando a través de tu madre y con su sangre escribirás en el la Sala del Destino"

La lágrima petrificada se unió a la pequeña estrella pegándose en su pecho segundos antes de que ambas comenzaran a brillar. Todas las estrellas fugaces que habían caído a Kartia se percataron de que sus dueños solo las querían por sus dones, por lo que decididas los abandonaron y se acercaron a ver a Aidil a Dasta y a Alessa para suplicarle a ésta última que las dejara volver al cielo y convertirse en Dastas. Alessa las dejó volver al cielo pero solo con una condición, tres veces al año caerían a Kartia e iluminarían el cielo por completo, para después crear un camino desde la casa de Aidil al monte, brindándole el más precioso homenaje que la madre de las Dastas merecía. Las estrellas fugaces no consiguieron convertirse en Dastas pero aceptaron la propuesta de Alessa.
Durante todos los años en Kartia hay tres lluvias de estrellas que recuerdan a Aidil,la madre de las escritoras del destino.A estas lluvias se las conoce como las "Lágrimas de Aidil".

Jamás ninguna estrella fugaz volvió a caer en Kartia para quedarse, aunque se las puede ver pasear por los cielos en algunas ocasiones, cuando una Dasta nace o muere y cuando el cristal de Aidil sonríe. Aún ha día de hoy las estrellas fugaces que pasean por el cielo iluminando Kartia pueden conceder deseos, siempre y cuando Aidil se lo permita.

2 comentarios:

  1. Que bonito, es precioso. Es cierto que te inspiras en estas situaciones.

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  2. Te lo juro, estoy con los pelos de punta y con un nudo en la garganta, sobretodo por la primera parte. Pobre chica, pobre estrella y que triste que la gente, aún siendo de otro mundo, tengan el mismo fallo, la intolerancia, la envidia y el odio. Lo bonito es que como en todos lados, ahí milagros, no como los de esta historia pero sí iguales de maravillosos.
    Precioso, sinceramente me has dejado K.O y encantada al mismo tiempo.
    La segunda parte ha sido tan mágica que me he imaginado hasta como iban las estrellitas al monte para ver a la chica... brutal.

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