martes, 25 de junio de 2013

Fragmento de Los Príncipes de los Piratas III-Guerra en los Mares(Parte 3)

El calabozo era oscuro y frío pero no era peor que el pensamiento de saber que en apenas dos días se iba a celebrar el juicio del cual dependía su vida.

-Me dejan verte solo cinco minutos.-dijo Grista.

-Sácame de aquí por favor. Me esconderé  y cuando venga Drake me marcharé, pero no permitas que me maten.-le suplicó Laisani a su jefa.

-No puedo hacer nada Lai, tú sola te metiste en esto. No era buena idea estar con el demonio.-

-Por favor Grista, Drake tiene que estar cerca, me envió una carta. Búscalo y él me sacará de aquí.-

-Lo siento, nos tienen vigiladas las veinticuatro horas del día desde que te detuvieron.-

Laisani se echó a llorar.

-No llores mi niña.-intentó consolarla enjugándole las lágrimas.

-Llevo tres días aquí pasando hambre y frío, solo necesito que le encuentres.-

-Lai, haré lo que pueda.-

El día del juicio llegó y Laisani no había tenido ninguna visita más durante ese período, no sabía si Grista había contactado con Drake o si ni quiera le había buscado. Rezó a Lilith implorándole ayuda pero la que se consideraba madre de su amado no acudió.


El juicio se oficiaba a plena luz del día en un cadalso que habían preparado en la plaza principal de la ciudad. Todo estaba preparado para que aquel día ella fuera ejecutada, algo que la hacía estar muy nerviosa.
Los Puros comenzaron acusándola de piratería y presentando las pruebas que se llevaron de su casa.

Laisani no podía evitar sentirse un bicho raro, la gente la abucheaba a cada prueba que presentaban, y no de haba de llamarla PIRATA haciendo que aquella palabra le retumbara en la cabeza. Laisani se encontraba en el cepo inmóvil observando como le tocaba el turno de declarar a Asker.

-¿Podría indicar su nombre y de qué conoce a la acusada?-

-Soy Asker Artaria y soy una compañera de trabajo de la señorita Berns.-

-Entiendo. ¿Le consta a usted que Lady Berns ha ayudado o confraternizado con piratas?-

-Por supuesto, es la amada de Drake, más conocido como El Demonio Blanco, el temido Príncipe pirata del norte.-

-¡Zorra!-gritó Laisani desde el cepo.

-Señorita Berns cállese, no está usted en condiciones de usar lenguaje soez en estos momentos, lo único que hace es empeorar las cosas.-

Laisani se echó a llorar cuando los habitantes empezaron a gritarle a ella lo mismo que había llamado a Asker instantes antes.

-¡Silencio!-los ciudadanos se callaron inmediatamente.-La carta del señor Drake hacia la susodicha indica que ésta debía contarle algo muy importante. ¿Sabe usted de qué se trata ese asunto?-

-Por supuesto, está embarazada de él y ahí no acaba la cosa…-

-¡Cállate perra!-gritó Laisani haciendo que uno de los verdugos le metiera un trozo de tela en la boca para que se callara.

-Prosiga señorita Artaria-

-El señor Drake es un demonio, un íncubo para ser exactos, por lo que esa mujer lleva en su vientre una criatura demoníaca.-

Los ciudadanos empezaron a gritar de asombro y a cuchichear asustados.

-Es un delito que dejen que tenga a ese engendro del mal que lleva dentro.-prosiguió Asker.

Laisani lloraba de rabia e impotencia, deseó que su pequeña le diera el poder suficiente para hacerla callar matándola al instante pero aquello no iba a ocurrir. Se encontraba inmóvil y sin poder hablar cuando de repente un trozo de pan dirigido desde el público le dio en la cabeza haciéndole que se mareara por unos segundos.

-¡MATADLA!-gritaba el pueblo.

-Muchas gracias señorita Artaria.-

Asker bajó triunfante observando como el público gritaba ordenando que la mataran. Llamaron a declarar a la última testigo. Era demasiado que siendo un juicio rápido dejaran a dos testigos subir a declarar. Le tocaba ahora hablar a Grista.

-Diga su nombre y de que conoce a la acusada.-

-Soy Grista Berns y adopté a Laisani cuando era muy pequeña.-

-¿Se podría decir que es usted como una madre para ella?-

-Sí.-

Laisani sintió más rabia aún en su interior recordando todas las torturas a las que la había sometido.

-¿Sabía usted que la señorita Berns estaba embarazada de un demonio como ha declarado la señorita Artaria?-

-Sí.-

-¿Podría decir quién es el padre de la criatura?-

-Drake, más conocido como El Demonio Blanco, Príncipe Pirata del Norte.-

-No hay más que hablar.-

Grista miró arrepentida a Laisani.

-Lo siento, lo siento mucho.-gritó mientras bajaba del cadalso.

“Por los poderes de las Instituciones de Sabios Gobernantes declaramos a la acusada Laisani Berns culpable de piratería, de ayudar a una persona condenada por piratería, y de relacionarse con una persona condenada por piratería, así también, se la condena por atentar contra la ciudad, sus habitantes y Kartia entera, albergando en su vientre un engendro hijo de pirata y siervo de Nuru. Por decreto la acusada será condenada a colgar del cuello hasta morir”

El pueblo comenzó a aplaudir, contentos de que se cumpliera lo que llevaban rato pidiendo. Laisani no pudo evitar suplicar nuevamente a Lilith que la ayudara, aunque sabía que no obtendría respuesta. El verdugo se acercó a la condenada y la sacó del cepo, le encadenó las manos a la espalda y a base de empujones la llevo hasta la horca.

El corazón le latía más rápido que nunca y sentía como en su interior la pequeña Láska estaba inquieta. ¡Tranquila! Pensó intentando tranquilizar a su bebé. ¡Papá nos sacará de aquí! El verdugo le metió la cabeza en la soga y le quitó el pañuelo de la boca que le impedía hablar.

-Lase ux Drakearen-gritó la muchacha.  Laisani había odiado siempre la lengua de los demonios, ni siquiera sabía hablarla, pero en aquel momento sintió un arrebato y como si su bebé hablara por ella pronunció aquellas palabras. Segundos después se activó la palanca que dejaba caer la compuerta donde se encontraba haciendo que la soga empezara a ahogarla.

Todos los ciudadanos se estremecieron al escuchar la lengua del infierno y muchos salieron despavoridos pensando que había sido una maldición. Nadie entendía esa lengua pero todos la reconocían al escucharla, pues aquella lengua recorría el cuerpo de cualquier ser vivo que no había nacido en los infiernos y le hacía sentir por segundos la peor de las sensaciones, el peor de los dolores y la peor de las angustias.

El cuerpo de la joven empezó a tambalearse en la horca como si se negara a dejar Kartia con la facilidad característica de los condenados. La gente empezaba a asustarse pensando que sería algún truco del demonio amante de la joven y huía a sus casas. Una hora tardó en morir la pobre Laisani, aguantó hasta que los poderes de su hija no nata se agotaron.

Drake se despertó sobresaltado en la noche y rápidamente llamó a su segundo de abordo. Tenía que ir a Puerto Arrecife  cuanto antes, algo le impulsaba a dejarlo todo y volver allí dónde su amada se encontraba.
Tardó unas semanas en llegar al lugar y lo que se encontró nada más hacerlo no era lo que él más deseaba.

-Crif, cruz amx hiar.-le dijo uno de sus marineros tendiéndole el catalejo y señalando a la entrada del puerto.
Drake miró a través del instrumento y se quedó atónito. Habían colgado en el acantilado de al lado del puerto un esqueleto y dos enormes carteles que rezaban: “La mujer del Demonio Blanco” y “Piratas no sois bienvenidos”.
 A Drake le dio un vuelco el corazón. ¿Era Laisi? Rápidamente pidió a sus tripulantes que se alejaran todo lo que pudieran, aún había algo de luz y podían ver el barco, cuando cayera la noche se acercaría con un bote a ver a su amada.

No le costó mucho burlar la vigilancia que había en el puerto sus poderes como demonio le permitían transformarse en sombra y viajar libremente por la ciudad. Llegó a la casa de Laisi y lo que vio no auguraba nada bueno. En la puerta habían escrito “Pirata” y “Demonio” y dibujado una horca. Drake estaba nervioso si le había ocurrido algo a Laisi por su culpa jamás podría perdonárselo.

Se dirigió hacia la taberna que se encontraba girando la calle. Al entrar Grista se quedó pálida y rápidamente se abalanzó sobre él.

-¡Márchate, aquí no eres bienvenido!-

-¿Dónde está Laisani?-

-¡Muerta! La ahorcaron hace semanas y la quemaron, no has visto su esqueleto en el acantilado.-le dijo empujándole para que saliera del establecimiento.

-¿Por qué?-preguntó casi en un susurro.

-Por tu culpa, márchate Drake o nos matarán a los dos.-le dijo sacándolo fuera y cerrando la puerta.

Drake se quedó paralizado y sintió como la rabia se apoderaba de él, deseaba destruir aquella ciudad y a cada uno de sus habitantes, hacer que sufrieran como él estaba sufriendo. Furioso y con sus poderes al máximo se pudo teletransportar de inmediato a su camarote. Su pelo se había vuelto de color negro, sus ojos rojos como el fuego y le habían crecido unos enormes colmillos y unas garras negras por uñas. Al pisar el suelo de su barco éste se tornó de un negro azabache imposible de detectar en la oscuridad, ni siquiera en su interior había ni un ápice de luz. La rabia le poseía y se transmitía a su navío.

Cayó de bruces y profirió un ensordecedor grito de dolor, pero de repente se percató de que no estaba solo.

-¿Qué haces aquí Dagal?-

-Ya te has enterado.-

El pirata estaba sentado en la silla del albino demonio, la silla del capitán de La Dama Blanca, convertida ahora en La Viuda Negra, una transformación que pocos habían llegado a ver. El Príncipe del Este solo podía ver los ojos del demonio, que rojos como el fuego brillaban en la oscuridad como dos luciérnagas.

-¿De qué?- preguntó fingiendo que no sabía nada.

-¡Oh Drake! ¡Mientes fatal para ser un demonio!-

-¿Fuiste tú verdad?-dijo el demonio con aquella voz sacada del abismo mientras se abalanzaba sobre el pirata para cogerlo del cuello. Dagal sintió el fuego del averno, como se conocía a las quemaduras que causaban la piel de los demonios en su estado demoníaco.

-No me costó nada convencer a un niño pobre para que entregara una carta a los Puros, el resto lo hicieron ellos y las compañeras de tu amada.-

Drake soltó a Dagal y se paseó por la estancia desesperado murmurando maldiciones en su lengua materna.
-Tardó una hora en morir en la horca, tal vez fuese a causa de que estaba embarazada de ti, siempre dices que los demonios no mueren con facilidad.-

Dagal vio como los ojos del íncubo brillaban con más fuerza en aquella oscuridad espesa y después sintió que le zarandeaban y un fuerte dolor en el pecho, Drake se había teletransportado a su lado y le oprimía el pecho contra la pared del camarote.

-Te mataré Dagal, juró que algún día me vengaré.-

-¿Por qué no lo haces ahora?-balbuceó el pirata.

-La venganza es un plato que se sirve frío, esperaré a que tengas algo por lo que tú mismo morirías y el día que lo tengas Nuru me dará el placer de vengarme arrebatándotelo como tú me has hecho con Laisani.-

-¿Nuru? ¿Acaso crees que no podría haberla salvado? ¿No crees que a él también le convenía que muriera? ¡Eras débil estando a su lado Drake! ¿Qué hubiese pasado si hubiese nacido el bebé? ¡Nuru es tan culpable como yo!-

Drake se apartó y la oscuridad empezó a disiparse. El pobre íncubo había pasado de la ira a la decepción por sentirse traicionado por su propio Dios al que consideraba un padre.

Dagal observó al demonio, tenía el aspecto de siempre y sus ojos, que era lo único que había podido ver el pirata, eran de su característico color azul gélido.

-¡Márchate de mi barco Dagal!-le ordenó el demonio.

El pirata del Este comenzó a andar dirigiéndose a la puerta del camarote para salir del barco.

-Jamás permitiré que me arrebates lo que quiero, el día que así ocurra yo mismo con estas manos…-el pirata le mostró las manos a su archienemigo alzándolas y moviéndolas enérgicamente.-…con ellas, destruiré todo lo que me importe, solo para quitarte el placer de hacerlo.-

Dicho esto el pirata abandonó la ya de vuelta Dama Blanca.



Drake entró en el abismo echó una furia.

-¡NURU! ¡AIZ CHI SHIX MA!-

El Banenkar de la Muerte esperaba la visita de su siervo más querido.

-¡Cálmate Drakearen!-le ordenó.

-¿Por qué?-

-Te dije que te alejaras de ella, lo único que hacía era desviarte de tu cometido.-

-¡No hacía falta matarla!¡Estaba embarazada!-

-¿Y hubieses sido fuerte para abandonar a tu vástago y a su madre?-

-Podía haber venido conmigo.-

-¡No!-

Drake cayó de rodillas y empezó a llorar sangre, odiaba a Dagal en aquellos instantes más que a nada en el mundo pero la traición de Nuru le dolía igual o más que cualquier tortura del infierno.

-Hijo mío, es solo una prueba más. Cumple tu cometido y conseguirás volver con ella. Mi propio hijo se encargará de ello.-

Drake sentía un intenso dolor en el pecho y haciendo un gran esfuerzo le mostró a su Dios el último recuerdo de ella.

-Desde el primer día supe que enamorarme de ti era un grave error, eres un espíritu libre y no tengo las cadenas que pueden atarte a mí, pero me conformo con tenerte a mi lado unos días al año, porque durante ese tiempo soy la mujer más feliz del mundo.-

-¿Y el resto de días?-

-Soy un espíritu encadenado. ¿Recuerdas? Yo era igual que tú, hasta que me pusiste las cadenas.-

-¡Las encontraré!-

-¿El qué?-

-Las cadenas para quedarme junto a ti. Si tuviera que atarme a una tierra, una ciudad, una mujer, sin duda sería aquí y contigo.-

-Y esa tal... ¿Cómo se llamaba?-

-No, ella no las tiene te lo aseguro.-

-¿Y dónde las buscarás?-

-Viajo por todo el mundo, conozco a miles de mujeres, en alguno de mis viajes las encontraré.-

-¿Y si no llegas a tiempo?-

-Confía en mí, llegaré a tiempo.-

Nuru sintió el dolor de su siervo y sintió lástima por él.

-La vi sonreír y esa fue la última vez, días antes de que la áspera soga anudara su cuello arrebatándole la vida para siempre. ¡Ya las tenía! Ella tenía las cadenas para atarme, pero yo mismo se las quitaba, y se cierto que ella lo sabía. Recuerdo esa sonrisa y el último beso y me pregunto, ¿Por qué ella? Solo había cometido un delito y por eso había pagado con su vida. Yo, en cambio, acumulo sin fin de ilegalidades y aquí estoy, vivo, disfrutaré cada día, de cada placer, de otras mujeres que no son ella. Pienso en la frase que me dijo al comenzar esa conversación, la última, "Desde el primer día supe que enamorarme de ti era un grave error…", lo sabía, enamorarse de mí, le costó la vida-gritó desesperado el pobre íncubo como si hablara consigo mismo.

Nuru se levantó de su trono y le tendió la mano a su siervo para ayudarle a levantarse. Pocos podían decir que habían conseguido el respeto y admiración de Nuru, su hijo Caín, al que amaba a la par que admiraba, La Ira, el mejor de sus Jinetes, los hermanos Dúimar que tal vez por herencia merecían su respeto y Drakearen, el elegido de Nuru para dominar los mares, el mejor de sus demonios. Todos ellos podían decir con honor que Nuru los respetaba y en ocasiones temía, pero eso a Drake ahora mismo no le consolaba.

-Cumple tu cometido y por los Siete Infiernos te prometo que volverás a verla.-

Drake asintió de mala gana.

-Ves a hablar con mi esposa, debe contarte algo.-

Drake hizo una reverencia y se marchó cabizbajo.




-Mi señora.-

-Drakearen, hijo mío.-

Lilith se acercó a Drake y le besó en los labios como saludo.

-Mi señor me dijo que quería hablar conmigo.-

-Sí, es sobre Laisani.-

El rostro de Drake palideció más aún.

-Hablé con ella la noche antes de que la arrestaran. ¡Estaba embarazada Drake!-

-Lo sé.-

-Era una niña, le dije que podía llamarse Láska y a ella le gustó.-

-¿Una niña?-

-Sí, iba a ser preciosa Drake, igualita a su madre. Pensé que querrías ver lo que vi al besar su vientre, ver a Láska.-

Drake suspiró y asintió. Lilith le mostró la imagen de un pequeño y diminuto ser que rápidamente crecía hasta convertirse en un bebé precioso.

-Se parecía mucho a ella.-

-Sí.-

-¿Cómo pudiste verla crecer si iba a morir?-

-Su destino aún no se había escrito, Nuru aún no las había sentenciado.-

Drake suspiró y no pudo evitar entristecerse.

-No te preocupes, volverán, ambas volverán a ti.-

Drake asintió.

-Sólo tienes que hacer lo que Nuru te pide y te las devolverá.-

-Lo sé.-

-Márchate, aún te queda mucho que hacer en Kartia.-

Dicho esto Drake se despidió de su señora a la que consideraba una madre y marchó de vuelta a Kartia, de vuelta a La Dama Blanca.



Justo cuando se disponía a acostarse y descansar de aquel terrible día apareció Caín, su mejor amigo y para él como su hermano.

-Drake, lo siento.-

Ambos demonios se abrazaron.

-Sé lo que es perder a alguien que quieres, pero puedes estar seguro que conseguiré que Laisani vuelva y Láska también, Cassandra está deseosa de conocer a su prima.-

Drake suspiró.-¡Gracias hermano!-

-Haré todo lo que esté en mi mano para recuperarlas, para vengarlas y para ayudarte a cumplir los trabajos que mi padre te impone.-

-Lo sé.-

-Confía en mí.-

-Ciegamente.-

-Gracias.-

Ambos incubos se abrazaron nuevamente y Drake sintió que a su espalda alguien más se unía a ese abrazo.

-Tío Drake yo te ayudaré en todo.-

Drake se giró y vio a la dulce Cassandra, la preciosa hija de Caín. Detrás de ella se encontraba Caíndra, la hermana de éste, que  hace años el mismo había recuperado de entre los muertos.

Drake abrazó a Cassandra y después se acercó a Caíndra. Ésta le besó traspasándole parte de su energía.

-La necesitarás.-



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Los Principes de los Piratas III: Guerra en los mares. by Lidia Rodríguez Garrocho is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

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